Buceando..., Fruslerías — 26 de noviembre de 2015

1925. La primera subasta de filatelia especializada

por
Sello de 6 cuartos de 1850

Sello de 6 cuartos de 1850

BUCEANDO EN LA HISTORIA (63)

Una subasta monográfica sobre el 6 cuartos de 1850

Publicado en Revista de Filatelia  (Enero 2006) X

 

“En todas las cosas,
naturales y humanas,
el origen es lo más excelso.”
Platón

En el inicio del discurso de ingreso ([1]) en la que actualmente es la Real Academia Hispánica de Filatelia ([2]) decía: “No cabe duda que el amante anhela conocer cada día mejor a la persona amada, como si su conocimiento  le acercara y le identificara con ella. De igual modo todo filatélico apasionado aspira a conocer mejor el sello que colecciona. Ese interés por el estudio distingue al filatélico auténtico del mero mercader de sellos, del inversor en sellos, del acaparador de medallas en exposiciones y de toda una serie de personajes y personajillos que pululan por el ámbito de la filatelia, ya sea buscando reconocimientos, intereses económicos, o simplemente porque no han sabido escoger otro lugar donde medrar.

(…) es fácil comprender que, a lo largo de la historia, ese interés por conocer el sello haya desembocado en numerosos trabajos, artículos y estudios sobre sus orígenes. Así, una y otra vez, en el transcurrir de los años, hay un continuo reflujo del afán investigador hacia los inicios, hacia el primer sello”.

De todos es sabido que, en Inglaterra, establecer el sello de correos como medio de pago del franqueo de la correspondencia fue una auténtica revolución. El éxito superó con creces cualquier previsión y el número de cartas circuladas por el correo inglés se incrementó cerca del 125% en el mismo año de su implantación ([3]). Por el contrario, en España la introducción del sello supuso únicamente un aumento de la correspondencia ese año del 6,51% ([4]) pese a que la carta franqueada con sellos costaba un 29,4% menos que si circulaba sin ellos y había de pagar los portes el destinatario.([5]) Ese ahorro no supuso un decisivo estímulo para usar el sello, por lo que únicamente el 30 por ciento de la correspondencia de 1850 se franqueó con sellos.([6]) Sólo a partir de 1853 el número de las cartas circuladas con sellos superará al de las cartas sin franquear.

Entre nosotros el sello de correos no se coronó con la aureola de un éxito sin precedentes. El público no lo desechó, pero tampoco lo acogió como la gran panacea que fuera a arreglar todos los males de un servicio público con notables deficiencias y costoso para una población en buena parte pobre y analfabeta. De todas formas, como lo habría de ser en todos los países, el sello terminaría por la forma universal de franqueo de la correspondencia. La sociedad aplaudiría sus virtudes y el público empezaría muy pronto a valorar otros aspectos en tan diminutos pedacitos de papel dando origen al coleccionismo filatélico.

En 1841 Inglaterra llevaba emitidos tres sellos eran los únicos que habían aparecido en todo el mundo y su introductor Sir Rowland Hill, a la sazón Director General de Correos de la Gran Bretaña tuvo conocimiento del envío de un paquete con un millar de sellos usados a una tal Sra. Ryde en Wight. Se inquirió a esa señora Ryde acerca de cuál era su interés por semejante mercancía: la dama respondió que los coleccionaba.

No poseemos información detallada de los albores del coleccionismo en nuestro país, es decir, en la década de los 50 del siglo XIX, pero es evidente que ya surgió el interés por coleccionar sellos y empezaron a comercializarse los ejemplares usados. El conde de San Luís, el ministro Sartorius, promulgaba un decreto el 16 de marzo de 1854 prohibiendo la venta de sellos de franqueo usados. El objeto de la medida fue la lucharcontra el fraude a través de reutilización de los sellos tras lavar su matasellos; pero parece claro que las transacciones estaban en mayor grado vinculadas al coleccionismo que a su fraudulenta uso postal.

La ley incapaz de abortar el impulso coleccionista

Por sí mismo el decreto de 1854 podía haber significado la muerte en origen del coleccionismo de sellos. Pero no fue así. La normativa prohibiendo la venta de sellos usados no sería nunca derogada formalmente. No sólo eso, sino que en años posteriores se promulgarían órdenes para que los sobres sospechosos de contener sellos usados fueran denunciados y abiertos .([7]) Otra orden mandó castigar la reventa de sellos usados ([8]). Pese a todo ello, los primeros filatelistas recuperaban los sellos de las cartas, los coleccionaban, los intercambiaban y vendían entre sí. Nacía el comercio filatélico y en 1864 se publicaba en Barcelona el primer catálogo de sellos editado en España; era la lista  de precios de venta de José María Vergés de Cardona.

Del primer sello de España (el 6 cuartos de 1850) se vendieron 6.226.727 ejemplares ([9]). La cantidad puede parecer exigua si la comparamos con el número de ejemplares vendidos del penique negro de Gran Bretaña, pero fue lo suficientemente importante como para permitir la formación de stocks de sellos sueltos y en bloques que posibilitaran estudios cada vez más elaborados. El hecho de que el método de impresión fuera litográfico sería decisivo para permitir la reconstrucción de los diferentes tipos de los bloques reporte, o bloques matriz, a partir de los cuales se confeccionarían las piedras litográficas aptas para la impresión de hojas de 155 sellos (24 tipos la primera y cuarenta la segunda).

Surge el coleccionismo especializado

Comenzando la filatelia en tiempos tan tempranos no cabía un coleccionismo general de sellos era de poco atractivo por el reducido número ejemplares diferentes emitidos en todo el mundo, por ello, ya desde un primer momento, el filatelista se especializó en las variedades de impresión de un mismo valor o los diferentes matasellos con los que habían sido inutilizados.

En España la primera referencia impresa a nuestra afición posiblemente sea el artículo que Francisco López Fabra ([10]) publicó en la Revista de Correos el mes de diciembre de 1867 en el que cuenta cómo la afición por coleccionar los sellos de correos se había extendido por todo el mundo.

A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX se van incorporando los diferentes países al sistema de franqueo de la correspondencia por medio de sellos adhesivos. La proliferación de emisiones potencia el coleccionismo general de sellos y las colecciones rivalizan por ostentar el mayor número de ejemplares diferentes de todo el mundo. No obstante, la especialización, no sólo no desaparece, sino que se desarrolla.

La primera participación española en un certamen internacional de la que tengo noticia es la ponencia que Diego de la Llave, coleccionista, médico y concejal teniente de alcalde de Barcelona, presentó en el Congreso Internacional de Timbrófilos de París de 1878 sobre la Sociedad del Timbre, que en aquellos momentos tenía el monopolio de sellos los fiscales y postales en España. A dicho congreso también asistió otro coleccionista filatélico, Isasi, uno de los primeros estudiosos de los sellos de Filipinas ([11]).

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Fig. 1 Catálogo de la subasta especializada del 6 cuartos de 1850 realizada por Cafisa en 1980

El coleccionismo especializado signo de erudición y prestigio

Ha sido privilegio de los grandes pensadores la capacidad de sintetizar en pocas palabras principios y formas de la conducta humana que los hombres profesan o viven de manera inconsciente la mayor parte de las veces.

La cita de Platón en el inicio de este artículo, recoge un sentimiento generalizado en el mundo de la filatelia; un criterio con el que han comulgado incluso quienes, sin ser filatelistas en sentido estricto, han querido aparentarlo. Es el caso de empresas que han buscado revestirse del prestigio de la profesionalidad y la erudición filatélica para ,desde esa tribuna potenciar sus actividades. Cafisa en 1980 ([12]) (fig. 1). y Afinsa ([13]) en 1997 organizaron sendas subastas especializadas del 6 cuartos de 1850. Y lo hicieron, no porque su actividad comercial se centrara en este tipo de sellos, sino porque así ofrecían una imagen de eruditas de la filatelia y con ello pretendían reconocidas con capacidad para administrar un negocio que pretendía garantizar la rentabilidad permanente de sus inversiones. Lógicameon con un estrepitoso fracaso.

Con esos antecedentes históricos y esa categoría de “excelsa” que Platón atribuye al “origen de todas las cosas, naturales y humanas”, no es de extrañar que la primera subasta especializada española tuviera por protagonista al 6 cuartos de 1850.

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Fig. 2 Catálogo de la primera subasta especializada en el nº 1 de España.  Madrid, 1925.

La primera subasta filatélica especializada en España

El incipiente filatelista de la segunda mitad del siglo XIX necesitaba intercambiar datos con otros que vivieran su misma afición ya que no existían otras referencias que para alimentar su actividad y si comenzaban a existir era con grandes limitaciones.

Faltaban libros, estudios, catálogos, no existían comercios profesionales bien desarrollados. Prueba de ello es que la más importante actividad que en las sociedades tenía lugar era el intercambio de sellos entre sus propios miembros y con los de otras sociedades, Era el mejor camino, cuando no el único, para proveerse de ejemplares con los que enriquecer la propia colección.

Como respuesta espontánea a esas necesidades vemos aparecer las primeras tertulias ([14]) que darían lugar a las primeras asociaciones y en ellas se habrían de organizarse las primeras subastas filatélicas. En un primer momento se trataba de remates que se gestaban de forma meramente espontánea, en base a las aportaciones de los presentes en aquellas reuniones. Pero más adelante se formalizarían en el seno de las asociaciones como una actividad añadida a la del intercambio de sellos entre sus miembros para acabar imprimiéndose catálogos que permitieran la participación de quienes no podían desplazarse a la sede social de la entidad.

El día 14 de abril de 1925 tuvo lugar la subasta objeto de este artículo (fig. 2). ([15]) Un sencillo catálogo de 8 páginas (incluidas portada y contraportada) más dos láminas de reproducciones fotográficas para la venta de únicamente 80 lotes.

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Fig. 3 Relación  de los precios alcanzados en la subasta de 1925, elaborada a mano.

Esta subasta, por primera vez que sepamos, anunciaba la publicación de los precios de realización. El texto acababa con una nota que decía: AVISO. A toda persona que envíe tres pesetas al señor Secretario de la U.F.E., se le enviará una lista con los precios que hayan alcanzado en venta los sellos de la presente subasta”  (fig. 3).

Una poco científica clasificación de lotes en función de los matasellos los clasifica en cuatro apartados:

Matasellos con inscripción (que hoy denominamos mejor como marcas de origen)

Matasellos mudos. Se denominaban así a los matasellos y marcas que carecían de texto alguno (alfabético o numérico). En su mayor parte se trata de matasellos de ensayo (Barras de Logroño, Parrilla de Madrid, Ataud de Jaca y Parrilla de Lérida -a la que definen como rectángulo de líneas cruzadas ([16]) -).

Sin embargo también incluyen en este apartado dos marcas de origen que por estar sobre sello suelto sólo pudieron leer parcialmente lo que implicaba desconocer su origen concreto, la marca lineal NAVARRA de Aoiz ([17])  y la marca prefilatélica de Hinojosa del Duque ([18]).

Así mismo encontramos en este apartado la Corona de Laurel que hoy sabemos se trata de una marca prefilatélica de abono de Málaga a la que se le extrajo el texto interior ([19])  y también un lacrador.([20])

Matasellos de letras  (la mayor parte marcas prefilatélicas “A” de abono, aunque se incluye la “M” Coronada de Madrid (marca de origen), la “R” de Barcelona y la “RS“ de Santander (signos prefilatélicos de porteo) y el “P.P.” de Cádiz (signo de porte pagado).

Matasellos de cifras  (signos numéricos de porteo).

Por otro lado llama la atención que los sellos no están plancheados. En ningún caso se hace la menor distinción siquiera entre ejemplares de una u otra plancha. Eso nos demuestra que la obra de Griebert publicada en Londres en 1919 aún no había alcanzado la debida difusión en nuestro país y que el trabajo de clasificación de los diferentes tipos de cada plancha que hizo este insigne comerciante, sólo poco tiempo después sería utilizado por los coleccionistas españoles hasta que Ramón Ruiz de Arcaute lo perfeccionara estableciendo los definitivos criterios de plancheo (corrigiendo los errores de Griebert en la segunda plancha) lo que vino a publicar Antonio de Guezala en su obra de 1936.

En definitiva que se trataba de una subasta especializada aunque todavía (y valga la redundancia) poco especializada.

Cambios en las preferencias y en las valoraciones

Sobre los precios obtenidos en esta subasta podríamos hacer muchos comentarios que harían interminable el artículo. Por ello haré sólo algunas consideraciones a las que no soy capaz de sustraerme:

Fig. 4b

Fig. 4b 6 cuartos matasellado sobre pequeño fragmento con el célebre 7 de porteo (pieza única conocida).

Fig. 4

Fig. 4 Porteo “7” “en forma de corazón” estampado con el cuño original en el álbum del Museo Postal.

– El sello suelto o sobre fragmento adjudicado a un precio más alto no fue una marca de origen, tal como ocurriría casi seguro hoy en día, sino  el lote 65, la cifra de porteo “7 en un corazón” (figuras 4a y 4b). Es una pieza históricamente controvertida, pero cuyo alto precio de realización en esa subasta (625 pesetas) nos da a entender que, ya por aquel entonces, su autenticidad no

Fig. 5 Carta con matasellos prefilatélico CADIZ lineal (pieza única conocida).

Fig. 5 Carta con matasellos prefilatélico CADIZ lineal (pieza única conocida).

ofrecía ninguna duda. ([21])

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Fig. 6 Marca “As” descrita como pieza única de origen desconocido en la subasta de la UNIÓN FILATÉLICA ESPAÑOLA de 1925.

– Las cartas más caras fueron los lotes 56 y 57, con matasellos respectivos ½ de Lorca ([22]) (fig. 5) y ½ de Béjar, ambas vendidas en 1055 pesetas muy por encima de otra pieza única, el lote 4 que era una carta con matasello marca prefilatélica de origen CADIZ lineal que sólo alcanzó las 755 pesetas. La misma pieza de Lorca la ofrecía Cafisa como lote 269 con una puja inicial de 350.000 estimada en 900.000 pesetas; mientras que la de Cádiz la vuelve a subastar Afinsa en 1997 (lote 46) con un estimación de 1.500.000 para adjudicarse en 2.750.000[23] .

– La carta (frontal) que. siendo pieza reconocida como la única conocida obtuvo el precio más bajo, fue el lote 42 ([24]) (doble As de origen desconocido). Se trata de un frontal dirigido a Barcelona con origen no determinado. (fig. 6)

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Fig. 7 Marca “As” descrita en el catálogo de la subasta de Soler y Llach del 29 de marzo de 2007 como pieza única .

Muchos autores han atribuido esa marca a Andújar por la existencia de otra carta con el fechador de dicha población estampado al lado, lo que no parece corresponderse con la realidad ya que el color de la tinta es absolutamente distinto al del fechador(fig.7). En mi opinión de trata simplemente de una pieza falsa.

– Otro aspecto a comentar es la elevada cotización alcanzada por las cartas (por supuesto en comparación a los sellos. Contrariamente a lo que en la actualidad sostienen muchos acerca de que la historia postal inició su desarrollo como forma de coleccionismo durante la segunda mitad del siglo XX (he conocido a algún osado que hasta se ha atribuido el protagonismo en su nacimiento en España), lo cierto es que desde principios del siglo pasado, las piezas en carta eran apreciadas, eso sí por una minoría que sólo se convertiría popularizaría mucho después.

– Por último resaltar cómo a lo largo de la historia los gustos y preferencias han ido cambiando. Eso es algo que nos viene a confirmar el nivel de precios relativos de los distintos matasellos (de origen, de porteo, marcas de abono, etc.). Lo mismo que ocurre con las variedades y defectos de impresión, que si antes de 1950 ocupaban un primer lugar en las preferencias de los coleccionistas del 6 cuartos, actualmente han pasado a segundo término. Pero todos estos extremos deberán ser desarrollados en otro momento.

 

NOTAS:

[1]  “Enero – marzo de 1850. Los tres primeros meses de vida del sello español”. Discursos Académicos XII. Madrid, 2001
[2]  Originariamente Academia Hispánica de Filatelia de Barcelona.

[3]  Mientras en 1839 circularon por el correo inglés 75 millones de cartas, en 1840 (con el sello en uso únicamente los últimos ocho meses, la correspondencia se multiplicó por 2,2 hasta alcanzar los 168 millones de cartas y en 1853 alcanzaba los 400 millones.
[4]  El total de la correspondencia particular en 1849 fue de 18.058.034 cartas y en 1850 de 19.235.283.
[5]  El franqueo de una carta ordinaria en origen se pagaba con un sello de 6 cuartos, mientras que si no iba franqueada el destinatario debía abonar por ella 1 real (8,5 cuartos) de porte.

[6]  De las citadas 19.235.283 cartas de particulares circuladas en 1850 sólo 5.751.526 lo hicieron con sello.
[7]  Disposición del 27 de mayo de 1862: “Por los Administradores del correo central y principal de Burgos se han pasado a esta Dirección varios pliegos que contenían porción de sellos de franqueo ya servidos, y que se dirigían a distintas personas de Cádiz. San Fernando y Jerez de la Frontera; y como semejantes remesas sean en extremo sospechosas e inducen a creer se intente con ellas una defraudación a los intereses del Estado en grande escala…”
[8]
 Orden de 18 de noviembre de 1866. Esta orden es citada por Majó pero no viene recogida en Los Anales de las Ordenanzas de Correos.

[9]  “Cuenta General del Estado retrospectiva al año de 1850”. Madrid, 1851. La cifra es ligeramente diferente a la que ofrece la Dirección General de la Contabilidad Especial del Ministerio de Gobernación (6.227.090 unidades del 6 cuartos)
[10]  Autor de Facsímile de la primera edición de «Don Quijote de la Mancha», «Primera obra reproducida en el mundo por la foto-tipografía… y publicada por su inventor el coronel don Francisco López Fabra», Barcelona, 1871.

[11]  “Postas y Filatelia en la Barcelona del XIX”. José Majó y Andrés Majó. Barcelona, 1975.
[12]  “Oferta-Subasta Especializada 6 cuartos 1850”. Barcelona, noviembre 1980.
[13]  “Subasta Filatélica Colección Primer Sello Postal Español”. 4 noviembre 1997.
[14]  Quizá el mejor exponente de esas tertulias sea la del café “Lyon d’Or” en la barcelonesa Rambla de Capuchinos que acertadamente nos describen José y Andrés Majó en su excelente obra antes citada. Esa tertulia acogía a interesados en la filatelia, coleccionistas y comerciantes y de ella incluso saldría el más celebre falsificador español de todos los tiempos: Miguel Seguí.
[15]  La trascripción completa de la portada es: “VENTA EN SUBASTA bajo los auspicios de la UNIÓN FILATÉLICA ESPAÑOLA Costanilla de los Ángeles, 13 Madrid el día 14 de abril a las siete y cuarto de la tarde de la primera parte de una hermosa colección de “6 CUARTOS DE 1850” (OBLITERACIONES RARAS). Los lotes estarán a disposición de los señores socios para su examen en el local social de seis a nueve de la tarde, desde la recepción del presente catálogo”. Debemos remarcar que esta subasta está dedicada, no al 6 cuartos de 1850 en general, sino a los matasellos raros sobre este sello.
[16]  El ejemplar se adjudicó en 100 pesetas. 15 años más tarde, en una oferta especial de sellos de España del 6 cuartos de 1850 de Filatelia Eugenio Llach, se ofertaba un ejemplar semejante en 200 pesetas. En 1980 Cafisa subastaba dos piezas con un valor estimado cada una de 100.000 pesetas cada una, y pujas iniciales de 50.000 y 45.000 pesetas respectivamente (lotes 95 y 96).
Ahora, 27 años más tarde, en la recientemente celebrada subasta de la colección Sergio Domènech (Soler y Llach 29 de marzo de 2007), otro ejemplar con una puja inicial inferior: 200 euros (alrededor de 33.000 pesetas), y se ha sido adjudicada en 300€ (50.000 pesetas)
[17] Las letras que aparecen estampadas en el sello son “ARRA” y la segunda “A” parece una “I” por lo que lo interpretaron como ”ARRI” y creyeron que la palabra completa era “ALCARRIA”.
Resulta curioso que cuando Jorge Guinovart en su libro “EL 6 CUARTOS NEGRO DE 1850” cita este ejemplar dice: “Marca desconocida por todos los investigadores ya que aparece por primera vez en una subasta de Cafisa en 1980”. Como hemos podido observar al menos 55 años antes ya había sido descubierta y subastada, aunque, eso si, mal descrita y adjudicada en sólo 165 pesetas frente a la estimación de 250.000 y la puja inicial de 100.000 con la que aparecía en el catálogo de Cafisa (lote 110).
[18] La descripción dice así: “Rarísimo, sólo se ve las letras “YNO” y “EST” en rojo (ligero boquete)” Los subastadores actuales jamás diríamos “ligero boquete” más bien escribiríamos “ligero adelgazamiento que no afecta a la importancia de esta pieza”.
La marca completa es “YNOJA DEL DUQE/ ESTREMADURA BAXA” y  desde luego en color rojo y no en negro como por error la reseña Guezala. Este ejemplar sigue, que siendo el  único conocido con ese matasellos, se adjudicó en la módica cantidad de 310 pesetas.

[19] Es el lote 21 (en color negro), sobre pequeño fragmento, remarcado en la descripción como una de las piezas más raras de la venta que se adjudicó en 270 pesetas. Los lotes 108 y 109 de la subasta de Cafisa, en 1980, eran similares pero no estaban sobre fragmento e inicialmente salían por 50.000 pesetas estimados en 100.000 pesetas cada uno. Posteriormente, Afinsa, en 1997, ofrecía un ejemplar sobre fragmento similar al primero, en 100.000 pesetas para adjudicarse en la nada despreciable cantidad de 170.000 pesetas. Y este año, en la subasta Soler y Llach de la colección Domènech el lote 69 (ejemplar suelto) salía en 250 euros y se remataba en 600€ (100.000 pesetas)
[20]  Este lacrador parece tratarse del que Guinovart describe conteniendo las letras “D.N.” que había sido reproducido en su día por Zuazo y posteriormente vendido en Suiza en la subasta de Luder de 1928. Guezala lo reproduce con un dibujo en el que se leen las letras “NO” y si se invierte “ON” (nº 27 en la pag 285). En la subasta de 1925 se adjudicó en 175 pesetas. Un ejemplar semejante era ofrecido por Cafisa (lote 107) con una salida de 80.000 y una estimación de 175.000 pesetas. El último lote de la subasta de Afinsa de 1997 (nº 289) es otra pieza semejante que se describe como lacrador conteniendo las letras “R.O.” y no “D N” como dice Guinovart. Partía de una puja inicial de 100.000 pesetas para adjudicarse en 150.000.
[21]  Antonio de Guezala describe este matasello como falso (nº 215 en la página 350) diciendo que fue subastado en una importante venta en Madrid. La realidad es que lo que se creyó en su momento que era una fantasía, pero en realidad era una marca de porteo como prueba el hecho de que el cuño original estaba en el Museo Postal de Correos de Madrid, según podemos comprobar a través del “Álbum con la estampación de los sellos de armas, fechas, etc. que se han usado en diferentes oficinas postales de España en el porteo de toda clase de correspondencia”, Madrid 18 de junio de 1910. Museo Postal de España..
[22]  Descrito como ½ de Murcia
[23]  Los precios de realización de esta subasta de Afinsa deben ser contemplados con toda clase de reservas. Las sospechas de manipulación de los precios son más que considerables a los ojos de todos los que asistimos al desarrollo de la venta y que, en su mayor parte, fue adjudicada a dos coleccionistas (uno de ellos pujando con tres números diferentes). Muestra de ello es que, en un error de acuerdo entre los pujantes el lote 252 (carta sin sello fechada el 1 de enero de 1850 en Tolosa) que podía tener un precio real máximo de 100.000 pesetas, se adjudicó en 2.750.000 pesetas y todavía hubiera seguido subiendo sin un grito en la sala ordenando a uno de los pujantes que bajara la mano.
[24]  Pese a considerarse pieza única, el precio alcanzado fue de 176 pesetas a gran distancia de los ½ de Lorca y Béjar que como hemos visto llegaron a las 1.055 pesetas cada uno. Eso es una prueba de que ya por aquel entonces se dudaba de su autenticidad.
En la actualidad se ha vendido otro frontal con la misma marca, igualmente estampada dos veces, en la subasta de la colección Domènech. También lo ha sido con poco éxito, puesto que sólo tuvo un postor por el valor de la puja inicial de 2.500€. Según la mayoría de autores esta marca de abono ha sido atribuida a Andújar, pero ante la diferencia de tinta del fechador de Andujar en la descripción  del catálogo de la subasta se especula con que haya sido estampada en tránsito en cualquier otro lugar, “probablemente en Villa del Río”.
Aunque la pieza está certificada como original por Comex y Graus, sigue ofreciendo toda clase de sospechas ya que podría tratarse de una carta no franqueada (de ahí el porte de 1 real) a la que se le adhirió un sello y estampado una marca que no formaban parte del conjunto original. Lo mismo ocurre con el frontal de la subasta de 1925 que también tenía un porteo de 1 real (propio de una carta sencilla sin franquear) lo que confirmaría la teoría de que ambas son falsas.