2001, Fue noticia — 15 de diciembre de 2001

Carta a Álvaro Martínez-Pinna

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Querido amigo:

Soy plenamente consciente de que te estoy llamando: «amigo». Término tan irresponsablemente utilizado con el que se califica a casi cualquiera, cuando realmente un amigo es una «rara avis», una especie que parecería próxima a la extinción si no fuera porque siempre fue extremadamente difícil de encontrar. Ya dicen con razón las Sagradas Escrituras que quien halla un amigo ha encontrado un tesoro.

¿A quién conocemos que haya descubierto un tesoro? Sin embargo ¡Cuántos dicen tener multitud de amigos o califican de amigos alegremente a los demás. Insensatos. No saben lo que es la amistad.

Te doy gracias Álvaro porque tu nos has dado siempre un ejemplo de fidelidad a tus principios. Has vivido con vehemencia al servicio de aquello en lo que creías. Has luchado siempre contra lo que has considerado erróneo. Por ello eres el amigo inquebrantable de tus amigos y un enemigo insobornable e implacable de lo que pudieras considerar erróneo.

En un mundo moderno en el que parecen ser norma universal de comportamiento la ambigüedad, el caminar entre dos aguas, el contemporizar, el quedar bien ante los más posibles, el ser diplomático, el actuar políticamente, el cambiar de criterio, posición o camisa, es decir el estar al sol que más calienta, en un mundo así, en el que es difícil encontrar lo auténtico tu siempre has desentonado. Desde luego que a tí no se te pueden aplicar aquellas palabras del Apocalipsis: «¡Ojalá fueras frío o caliente, más porque eres tibio estoy por vomitarte de mi boca».

Amigo. He disfrutado viéndote feliz cuando recibías el premio a la Excelencia Filatélica que te otorgó la Fundación Albertino de Figueiredo para la Filatelia. Cuando se te concedió, sólo pediste una cosa: que al acto puedan asistir tu familia y tus amigos y afirmaste: «si no, el premio no tiene ningún interés para mí». A pesar de que el recibir premios es algo que siempre has procurado esquivar, te vi radiante. Es la primera vez que veo a alguien feliz al recibir un galardón porque ello satisface a su familia y a sus amigos más que a él mismo.

Sin embargo tu gozo y el de los tuyos ha sido efímero porque has caído gravemente enfermo.

Pido a Dios, cuyos caminos (pese a la fe) muchas veces me resultan incomprensibles, que permita tu recuperación, alivie tu dolor y nos conceda tenerte por muchos años como nuestro AMIGO Y MAESTRO.