Fruslerías — 11 de octubre de 2015

Con la Iglesia hemos topado

por

Así también se escribe la historia (2)

Publicado en el nº 10 de la revista Academvs de la RAHF (septiembre 2006)

 

 

 “Con la Iglesia hemos topado, Sancho” ([1])

 

Esta frase nos viene a expresa la sensación del encuentro con una fuerza superior, algo prácticamente inamovible hace inútiles nuestros esfuerzos. Es aplicable un obstáculo hallado en el camino que supera nuestras fuerzas y nos hace detener. Pudiera interpretarse en el sentido evangélico de la constitución de la Iglesia sobre una piedra inamovible, pero no es así, se refiere al poder material detentado por la Iglesia a los largo de los siglos.

No es ocioso que en el quinto centenario de la publicación de la obra cumbre de nuestra literatura, la novela de Miguel de Cervantes, acudamos al Quijote para intentar resumir el contenido de cartas del tiempo de la I Guerra Carlista, la de 1833/1840 (la segunda transcurrió entre 1846 y 1849, y la tercera lo haría entre 1872 y 1875).

Por tratarse de cartas cuyos textos fueron escritos en la misma época de los hechos, transmiten el sentido de la historia seguramente con mayor autenticidad que nos la narración de un historiador.

 

1.- Las guerras Carlistas y la Historia Postal

Es conocido por todos que las Guerras Carlistas alteraron sustancialmente el servicio de correos en los lugares de España donde se desarrollaron. Hasta tal punto dieron los rebeldes importancia a las comunicaciones que, durante la Segunda Guerra Carlista se estructuró una organización postal, pese a sus deficiencias y limitaciones, bastante completa, llegando a emitir sellos para el franqueo de la correspondencia, aunque únicamente con validez local (País vasco, Navarra, Cataluña y Valencia) en los años 1873 -1875.

Es cierto que la escasa implantación de esa organización postal carlista ha traído como consecuencia natural la escasez de piezas verdaderamente circuladas y que el coleccionismo filatélico ha tenido que ir desbrozando la maraña de trucajes y falsificaciones para extraer las que son originales, con matasellos auténticos y que con certeza circularon en su momento.

De hecho los sellos carlistas y sus matasellos constituyen uno de los capítulos con más falsificaciones en la historia postal y la filatelia de nuestro país([2]). Esa es una importante razón que nos ayudará a comprender el escaso prestigio del sello carlista en el mundo del coleccionismo filatélico. Si a ello añadimos el carácter de medio de franqueo exclusivamente local, sin valor para las comunicaciones con el resto de España y al extranjero, veremos con facilidad las causas por las cuales la filatelia carlista ha llegado a ser un apartado marginal (para muchos injustamente devaluado) dentro de la filatelia española.

 

2.- LA FÁBULA DEL CARACOL ([3])

Cuando una nación profesa las mismas creencias y, además, el hecho religioso ocupa un puesto preeminente en la escala de valores de toda la población, es lógico e incluso inevitable que la propia Iglesia, si no oficialmente como institución, al menos por medio de algunos de sus elementos más representativos, como son los clérigos, tome partido por determinadas opciones políticas.

A quienes somos hijos del siglo XX, en cuanto miembros de una sociedad como la actual, fuertemente secularizada, cuando no a-religiosa militante e incluso antirreligiosa, nos resulta difícil entender esas actitudes que, en su momentos eran consideradas lo más normal del mundo, e incluso reclamadas y exigidas por todos los estratos de la sociedad.

La separación entre los poderes religioso y político centre los poderes religioso y político, caracteriza el comportamiento de las naciones más desarrolladas materialmente de finales del siglo XX. Ese planteamiento sería completamente absurdo para la inmensa mayoría de la población de esos mismos países en la primera mitad del siglo XIX. Sólo una minoría intelectual podía, por aquel entonces albergar semejantes pensamientos de naturaleza liberal.

Por eso no nos debe extrañar que en el movimiento carlista decidieran tomar parte activa frailes, curas, clérigos y obispos; unos a favor y otros en contra. Al bando carlista le interesaba tener de su lado a la Iglesia como institución humana de gran poder sobre la sociedad y para el clero era interesante aliarse con ellos para tener mejor protegidos sus derechos e intereses. Lo realmente extraño hubiera sido que el clero se quedara al margen sin tomar partido por ninguna opción.

Los liberales llevaban a término, principalmente contra la Iglesia, la desamortización de bienes patrimoniales, un proceso iniciado en 1766 y que no finalizaría hasta 1924.  Tras la desamortización de Mendizábal de 1835, el momento álgido se alcanzó al promulgarse la Ley General del 1 de mayo o Ley Pascual Madoz inicio de la fase más larga y con un mayor volumen de desamortizaciones. El proceso afectó a la cuarta parte de todo el terreno rústico de España. Lo cierto es que, por este mecanismo, las tierras no pasaron a manos de quienes debían trabajarlas, sino que la mayoría fue adquirida por la clase burguesa (comerciantes, profesionales liberales y, en menor grado, algunos campesinos acomodados).

Los historiadores nos suelen presentar la I Guerra Carlista como una nueva guerra de sucesión. Pero las Guerras Carlistas no sólo fueron eso. Fernando VII abolió la Ley Sálica ([4]) que Felipe V, tras acceder a la Corona de España, había obligado a promulgar a las Cortes de Castilla en 1713. Esa acción perjudicaba las aspiraciones al trono de su hermano Carlos María Isidro de Borbón y Parma, que sin esa ley, era el primero en el orden sucesorio de la Corona de España en vez de la Infanta Isabel, la hija del rey y por consiguiente sobrina de Carlos María (que a la postre sería coronada reina).

Como acontece con muchos hechos de la historia, las interpretaciones no suelen ser objetivas y cada cual procura arrimar el ascua a su sardina, exagerando los aspectos más afines a sus tesis, debilitando los que sean más opuestos, e incluso falseando los hechos reales. Las guerras carlistas no han escapado a esa norma. Un ejemplo nos lo ofrece Karl Marx en un artículo publicado en el New York Daily Tribune en 1854 dice:

«El carlismo no es un simple movimiento retrógrado y dinástico que algunos bien pagados y embusteros historiadores liberales han tratado de explicarnos. Es un movimiento popular y espontáneo en defensa de tradiciones más liberales y regionalistas que el absorbente liberalismo oficial… El tradicionalismo carlista posee una base auténticamente popular formada por campesinos, pequeños propietarios y el bajo clero».

Aunque la causa carlista contara con el apoyo popular (principalmente en los territorios vasco y navarro) no se puede olvidar que el principal motivo origen de la guerra civil fue dinástico, aunque con su visión romántica lo quiera negar Marx. Claro que parte del clero se decantó por los rebeldes al ofrecer una visión más tradicionalista de las creencias y costumbres cristianas; pero eso fue una circunstancia que favoreció la formación del bando carlista, no la causa que generó el conflicto.

Recordemos al célebre Cura Merino, seguramente el más famoso guerrillero español, primero en la Guerra de la Independencia contra los franceses, más tarde apoyando la invasión francesa de los Cien Mil Hijos de San Luis y por último afiliado al bando Carlista. Jerónimo Merino no estuvo en la génesis del movimiento carlista, pero se apuntó a él cuando ya era un hecho la causa sucesoria de Carlos de Borbón y sus seguidores en defensa de sus ambiciones de poder político .

Los clérigos gozaban de preeminencias que, entre otras cosas, les permitían una libre movilidad por el territorio nacional, mientras las demás clases sociales debía obtener una licencia previa para sus desplazamientos. Esos privilegios fue una de las razones que explica su papel activo en las guerras civiles carlistas. Pero, de ninguna manera cabe interpretar que la Iglesia en su conjunto o de forma generalizada tomara esa deriva. Por el contrario, una buena parte del episcopado español adoptó una actitud ecléctica pese al indudable atractivo de la visión ortodoxa y tradicionalista del pretendiente Carlos frente a los partidarios de Isabel predominantemente liberales.

A ese estamento pertenece el autor desconocido de una carta firmada El Voluntario Anónimo donde transcribe la “Fábula del Caracol”, una despiadada crítica de los clérigos o religiosos carlistas hecha con la sorna más cruel:Fig 2 La fabula del caracol

“Sin familia, sin amigos
Solo y holgando en el suelo,
Se oculta al menor recelo,
Y ansía en tenebroso abrigo
La ignorancia por consuelo.
Su beso ultraja a las flores,
Lleva consigo su casa;
No tiene patria ni amores,
Y con pies desoladores
Siembra el llanto por do pasa.
Extiende lector la vista
Por todo el pueblo español,
Y verás cuán poco dista
El Fraile malo y Carlista
Del inmundo Caracol”

 Una buena parte de la Iglesia española siguió, sin embargo, otros derroteros y predicó una doctrina más acorde con las funciones propias del clero, sin adoptar posiciones concretas en temas políticos partidistas.

De esa actitud es un fiel exponente la carta que el Arzobispo de Tarragona dirigía con fecha 12 de mayo de 1835 al gobernador civil de su provincia.

 

3.- La postura del Obispo de Tarragona

Transcribo íntegra una carta dirigida al Gobernador Civil de la provincia eclesiástica de Tarragona. En ella se observa lo que para algunos puede considerarse complicidad del Obispo con el poder establecido y para otros es el justo proceder con la autoridad política legalmente establecida. El lector puede comprobar cómo el prelado intenta situarse en una posición de equilibrio con cierta independencia del poder civil dando prioridad al mensaje evangélico del cual deben ser portadores los clérigos en atención a su ministerio. Ese punto de equilibrio le lleva a emitir un duro juicio contra los curas que apoyan a los carlistas y al mismo tiempo oponerse a las autoridades cuando pretenden que los sacerdotes prediquen reiteradamente según sus intereses denunciando las injustas delaciones sufridas porel clero. El Obispo vemos cómo se resiste a ser “manejado” por la autoridad civil ya que, si bien acepta cumplir con los ruegos del Gobernador, no acepta hacerlo con la intensidad reiterativa que aquella le pide.

Fig 3 - 1835 carta del arzobispo de Tarragona“Los Curas párrocos deben por su ministerio predicar para la salvación de sus feligreses la divina palabra, que comprende la instrucción en todo lo perteneciente a la fe y las costumbres; y el Santo Concilio de Trento, encargando su cumplimiento, les manda que lo verifiquen en los domingos y otras festividades más solemnes. Esta indispensable y gravísima obligación urge ahora por los rápidos progresos que hace la corrupción y la incredulidad; y puesto que no tengo noticia en contrario ni nadie se me queja de los párrocos en esta parte, me persuado que cumplen con ella aunque por ocupaciones del momento o por otros estorbos dejen de predicar alguna vez. Insisten así mismo oportunamente sobre la necesidad de someterse todos sin distinción a la Reina Nuestra Señora y cumplir sus Reales órdenes y los mandatos de sus Ministros y jueces sin sublevarse ni formar ni asociarse con los insurgentes y facciosos, no sólo por el temor de las penas temporales, sino por voluntad y convencimiento, por conciencia y evitar las penas eternas. De esta manera los párrocos enviados y ministros del Dios de la Paz proporcionan a los feligreses la dicha y ventura temporal al paso que principalmente los dirigen a la felicidad eterna.

Mas si se tratase de constituirlos mandatarios de los Bailes en el sagrado ejercicio de la predicación, sus instrucciones, amonestaciones y encargos serían de ningún provecho. Lo que se necesita para que fructifique espiritual y temporalmente su ministerio es que los Bailes con su ejemplo y mandatos muevan a sus convecinos a que presten el honor y reverencia debida a sus maestros, padres y pastores espirituales: a que concurran en la Iglesia parroquial a la misa y a la explicación del Santo Evangelio y exhortaciones y avisos de conducta cristiana, prohibiendo y celando que no haya ruidos, corrillos, juegos, &c. durante aquellas santas funciones instituidas por la necesidad y estrecha obligación que tienen los feligreses de asistir a ellas, y precaviendo cualquier otra inobservancia de los domingos y días festivos, cuyo quebrantamiento público es la señal segura de la decadencia de la Santa Religión que profesamos; según que está prevenido en una multitud de Leyes y Reales órdenes.

A la más ligera reflexión se conoce que no hay necesidad y que acaso ni sería conveniente ni útil que los párrocos después de haber amonestado y exhortado, como consta a V.S. repetidamente a sus feligreses por orden mía a sus feligreses a la paz, quietud, orden, sosiego y sumisión a las autoridades, vuelvan a inculcar incesantemente sobre esto por importante que sea. Tampoco los Bailes, Gobernadores, Alcaldes pregonan en todos los domingos y días festivos los bandos y órdenes contra tales insurgentes y facciosos. El modo, el tiempo y la oportunidad, y no la continua repetición dan valor y eficacia a semejantes órdenes y exhortos; y no debe exigirse de los párrocos que los hagan en todos los citados días, con la seguridad de que los renovarán oportunamente.

Ni es justo asentir a las delaciones que, huyendo de la autoridad eclesiástica, lleven los Bailes a la secular contra los párrocos, siendo sabido de público y notorio las calumnias y persecuciones que han sufrido estos acaso por cumplir con su deber y mereciendo fe y consideración para no ser reputados por delincuentes por los dichos de aquellos; cuya conducta, manejos y fines sí se observaran, se hallaría quizás que no es puro, ni cristiano, ni verdaderamente patriótico el celo que aparentan algunos en semejantes gestiones.

En contestación al atento oficio de V.S. de 9 del corriente, me ha parecido deber indicarle para su satisfacción estas reflexiones, las mismas sustancialmente que con otras tuve el honor de hacerlas presente al Excmo. Sr. Capitán General con fecha 21 de abril próximo pasado.

Dios guarde a V.S. muchos años. Tarragona 12 de Mayo de 1835.

Antonio([5]), Arzobispo de Tarragona 

Señor Gobernador Civil de esta Provincia”

3.- LOS PROBLEMAS DE CONCIENCIA DEL CURA JUAN PÉREZ ([6])

Si hoy acostumbramos a oír quejas de la falta de virtudes y de preparación del clero ¡Qué diríamos de otros tiempos! No es necesitamos acudir al siglo X, el denominado siglo de hierro de la Iglesia, para encontrar ejemplos de sus miserias hasta en el propio papado. Miserias que alcanzarían su momento álgido en el renacimiento con el papa Borja, Alejandro VI, que llegó al pontificado por medios simoníacos, un papa repugnantemente corrupto en una Iglesia con buena parte de su clero y obispado no menos podrido. Todas las épocas nos han legado mezquindad moral de miembros de la Iglesia, tanto del estamento seglar como de un clero que ha buscado ese camino, en muchos casos, por la ambición de alcanzar un modus vivendi más o menos fácil pero ajeno al sentido vocacional de servicio que debiera inspirar su comportamiento.

Ante tan extremos ejemplos de degradación y podredumbre en la jerarquía eclesiástica, no nos sorprenden tampoco ejemplos de un clero ignorante en grado sumo aunque no reprobable moralmente por la indudable buena fe de sus actos. Transcribimos la siguiente carta del Cura Juan Pérez a su obispo y lo hacemos literalmente, sin corrección gramatical alguna, tal como está escrita, para comprobar el bajo nivel de instrucción de su autor al que bien podríamos calificar como un auténtico zoquete:

 

Yllmo. Sr. Obispo de Sigüenza y de su Obispado[7].                HocesFig 4 Carta del cura Juan Perez

                                             Sr.

Dn. Juan Perez Cura tente.([8]) de este Lugar de las Hoces de Arriba y del Lugar de las Hoces de Abajo.([9]) P.A.L.P de S. Ima.([10])

Digo que cuando io leyendo, en mi sala, el Sabado dia 21 de este mes de Junio, a las diez y quarto de la noche, empezaron a dar golpes, y a decir que havriese la Puerta, y io pensando que mellamaban, para una enferma, que havia administrada, Abrí un bentanillo, dela Puerta del Balcon, que esta encima dela Puerta principal de la calle, y pr. Los valaustres vi unos hombres armados de escopetas y me dijeron 2a y muchas veces que avriese las Puertas y io les decia que querian o que se les ofrecian, que avriese la puerta, y entonces vi unhombre fuera al valcon y se retiro al otro, a la calle y se arrimo a la casa, y luego que vio que iva otro hombre ael empezó en alto, gente, gente, entonces le Cogio del Brazo y le bajó debajo del Balcón yio ia no levia, y al istante le tiraron dos escopetazos con balas y postas([11]) y le pasaron el pescuezo, y el Pecho, y sin quejarse murio, al instante, y ellos se fueron.

Esto lo pongo en consideración de S.S.I. padecir que io en mi Conciencia estoi libre de esta muerte, y de la Yrregularidad, porque io no me defendi, ni tengo armas para ello, ni pensaba que eran hombres robadores, porque luego fuera del Lugar, a las personas que en Contraban les pedían la bolsa ola vida; el Difunto era vecino en este Pueblo, a la muger la hanquedado seis hijos que la mayor es de once años, sin tener que comer ni Yunta para seguir Labrando, la qual aquedado a expensas de la Caridad.

S.S.Y. me echara el favor de decirme sobre el particular, lo quedevere hacer para seguridad de mi Conciencia, io sigo diciendo Misas, por que me e informado al Sr. Cura, y Vicario de la villa de Caracena y también el Sr. Cura de Montejo([12]) Dr. Dn. Fernando Eras, medijo, que estoy libre de la Yregularidad pues en mi no habido Defecto espero respuesta de S.S.I. para quedar descuidado.

Dios ge. a SSI. ms. años([13]) quele desea este su más humilde Cappn. P.A.L.P. de S.S.I. y S.M.B([14]):

Yllmo. Sr. Obispo

Ante casos semejantes cabe preguntarse: ¿Cómo puede un hombre tan inculto ejercer el magisterio sacerdotal? ¿Cómo semejante patán pude ser guía para sus fieles? No es de extrañar que los creyentes veamos en estos casos una prueba de la verdadera naturaleza sobrenatural de la Iglesia. Sólo la milagrosa asistencia de Dios, permite sobrevivir a la Iglesia mientras se desmoronan y desaparecen imperios, instituciones, reinos y culturas de cuya solidez nadie dudaba.

Por eso muchos creamos que “Dios escribe recto con renglones torcidos”, porque ciertamente “los caminos de Dios son inescrutables” (Rom. 11,33)

 

 

 

 

Notas
([1])  Miguel de Cervantes, El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (2ª parte, capítulo LXIV). Madrid 1615.
([2])  Ya en el siglo XIX, a escasos años de descubrirse la existencia del discutido sello carlista de Cataluña, el célebre Jean Baptista Moens, conocido con el título de “Padre de la Filatelia” por tratarse del primer comerciante que se estableciera en el mundo para la compra y venta de sellos, “inventó” un entero postal con una viñeta que pretendía ser el citado sello de Cataluña. Mal inicio del comercio filatélico que ve como al que llama “padre” era, además de sus indiscutibles méritos, un falsificador. Mal inicio también para el coleccionismo de la filatelia carlista que se ha visto infectada y seriamente perjudicada por las falsificaciones.
([3])  Carta anónima cuyo texto introductorio a la trascripción de la poesía reza así: “Señor editor del boletín oficial de esta Provincia; habiéndome un amigo de la mayor confianza remitido desde la ciudad de Tortosa una carta, en la misma me incluye, extractada del periódico La Abeja, la fábula del Caracol, y por lo curioso me ha parecido hacerlo presente a Vm. para si puede ocupar algunas líneas en este provechoso boletín oficial. Queda de Vm. afecto S.Q.S.M.B/ El Voluntario Urbano”
([4])  
Así son denominadas las leyes que no permiten heredar el trono a las mujeres. Del latín lex Salica. Originariamente fue un conjunto de leyes promulgadas en el siglo V por el rey franco Clodoveo y debe el nombre a su pertenencia a la tribu de los Francos Salios. Ese cuerpo legislativo desapareció en el siglo XII con la caída de los francos. Se trataba de una regulación sobre cuestiones de herencia y delitos como el robo, el asesinato, los crímenes, etc. Hubo una parte específica de esa legislación que sobrevivió a los francos: la que prohibía que una mujer heredara el trono de Francia.
([5])   Se trata de Antonio Fernando de Echanove y de Zaldívar (1826-1854) Obispo nº 79 de los conocidos de la diócesis de Tarragona después del primero (San Fructuoso en 259).
Nació el 28 de mayo de 1765 y se ordenó sacerdote a los 27 años (26.06.1792). Fue ordenado Obispo el 2 de octubre de 1818 y fue el titular del arzobispado de Nicosia a partir del 10 de enero de 1819. El 13 de marzo de 1926 fue nombrado arzobispo de Tarragona y como tal falleció el 14 de noviembre de 1854 habiendo sido durante casi 63 años sacerdote de los cuales ejerció como obispo 35,8.
En la legislatura 1845-1846 fue nombrado senador vitalicio, cargo del que nunca tomó posesión. En el Diario de Sesiones de Cortes (19.01.1846 y 26.09.1846) constan sus excusas por no asistir.
([6])  El cura Juan Pérez era coetáneo de los protagonistas de la primera Guerra Carlista. Esta carta, aunque sin fechar, sabemos que está escrita pocos años antes de declararse la contienda, entre los 1823 y 1830, ya que ese es el período de utilización de la marca postal de Aranda del Duero estampada en el anverso del sobrescrito.
([7])  Por aquel entonces el obispo de Sigüenza Guadalajara era D. Manuel Fraile García que había sido nombrado obispo titular de la diócesis el 10 de febrero de 1819 y que mantuvo a su cargo hasta su muerte el 1 de enero de 1837.
([8])   Abreviatura de “teniente”  (persona que ejerce el cargo o ministerio de otro como sustituto)
([9])   Actualmente denominadas  Hoz de Arriba y Hoz de Abajo a unos 28 kilómetros al sur de El Burgo de Osma. Por aquel entonces Hoz de Arriba contaba con 152 habitantes y Hoz de Abajo 112 y sacaban y entraban la correspondencia por El Burgo de Osma (Diccionario Geográfico de Correos de Andrés González Ponce. Madrid 1855).
Sin embargo esta carta está enviada a través de Aranda de Duero como nos indica la marca de su cubierta, algo totalmente anómalo si tenemos en cuenta que Aranda está en sentido opuesto a Sigüenza.
([10] Abreviatura de “Puesto a los Pies de Su Ilustrísima”
([11])  
Bala pequeña de plomo, que sirve de munición para cargar las armas de fuego.
([12])   Montejo de Tiermes lugar, hoy municipio, en cuyo término se encuentran unos importantes yacimientos arqueológicos celtibérico y romano.
([13])   Dios guarde a Su Señoría Ilustrísima muchos años”
([14])  “su más humilde Capellán Puesto A Los Pies de Su Señoría Ilustrísima y Su Mano Besa”.