Artículo publicado en El Eco Filatélico y Numismático
Para los que no tienen la suerte de conocer Palencia, debo decirles que el Cimbalillo es el tañido de la campana menor de la Catedral, toque de oración precursor de misa catedralicia y palpito sosegado de una ciudad cuya historia, rica historia por cierto, en muchas ocasiones ha sido. mancillada con el olvido.
De unas fechas a esta parte y a nada que pongamos atención, podremos comprobar que el Cimbalillo no suena como de costumbre. Su tañido parece el de siempre pero los que le conocemos sabemos que lo hace con tristeza.
Y es que debemos saber, que en los secretos cónclaves que mantienen las catedrales españolas, la palentina «Bella desconocida», a sabiendas de sus limitaciones no suele intervenir en discusiones de salón, aquellas que versan sobre quien es la más bella, cual es la más alta o bien la más hermosa, trifulcas en las que habitualmente se enzarzan la tres eses. Santiago, Sevilla y Salamanca.
Por otro lado y en cuanto se hablaba de temas universitarios, ciencia y humanidades, la «Bella desconocida» suele pedir la palabra para, de forma recatada, reclamar sus derechos históricos. Para ello, la Bella desconocida suele tirar de historia y expresar con énfasis que aprovechando la existencia del «studium generale de Palencia» y por iniciativa del Obispo Tello Téllez de Meneses, fue Alfonso VIII de Castilla el monarca que un día de 1212 designaba a Palencia como sede universitaria. Con orgullo recalcaba que en dicho «studium» y allá por 1184, se había formado el mismísimo Santo Domingo de Guzmán.
Sin duda fueron los recursos económicos asignados por Alfonso VIII los que hicieron posible que el centro se nutriera de maestros extranjeros, aunque es seguro que algún merito habrían tenido los palentinos para que su universidad gozara de un prestigio inigualable. No empero entre los docentes que dispuso la universidad palentina se encontraban los prestigiosos humanistas Lanfranco, Fornelino, don Odo y Guillermo Lombardo.
Tras el fallecimiento de Alfonso VIII el «estudio general de Palencia» entró en un periodo de crisis y poco más tarde, pese a los esfuerzos de Fernando III de Castilla por revitalizarla, su final no pudo evitarse. En 1263 y cuando la Universidad de Palencia estaba cercana a su desaparición, el papa Urbano IV le concedía los mismos privilegios con los que contaba la Universidad de París. Esfuerzo inútil por cierto, pues a partir de entonces la sede universitaria palentina cayó en el olvido.
Como ya hemos dicho, el cimbalillo suena triste. Su tristeza ha sido causada al recibir una carta franqueada con un sello conmemorativo del VIII Centenario de la Universidad de Salamanca y una nota que decía «Obsequio del Servicio Filatélico de Correos»
Qué tristeza. Una vez más los entes oficiales se han olvidado de que Palencia fue sede de la primera universidad española y ahora nos recuerdan Salamanca. No sabemos lo que habrá que hacer para que este daño se pueda reparar.
Mientras tanto, el cimbalillo llora su pena y la trasmite como sabe. Tilín, tilín, tilín.