Buceando..., Fruslerías — 29 de mayo de 2014

El primer «falsificador honrado»

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Buceando en la Historia de la Filatelia 040

Publicado en Revista de Filatelia (febrero 2003)

Nos encontramos en la Barcelona de finales del siglo XIX. Un joven de procedencia cubana que hacia 1870 había iniciado su actividad profesional transaccionando en el mercado bursátil de la Lonja de la Ciudad Condal, es ya un maduro caballero de reconocida solvencia y reputada honradez que frecuenta los diversos círculos culturales, sociales e intelectuales barceloneses. Su nombre: Ramón Sendra.

La prematura muerte de Alfonso XII, a finales de noviembre de 1885, con sólo 28 años de edad, víctima de una tuberculosis que le había ido cercenando la salud, deja a España sin rey y sin heredero. Su primera esposa, su prima María de las Mercedes de Orleáns y Borbón había fallecido pocos meses después de casarse y la reina Doña María Cristina, que no había tenido hijos varones, se encuentra embarazada del que sería su hijo póstumo Don Alfonso XIII. Es por ello que hasta que fuera declarada la mayoría de edad de su hijo, es nombrada Regente del trono.

La situación, en los medios financieros y económicos, es inestable y la muerte del rey da un giro a muchas expectativas. La Bolsa ve como se desarrollan en su seno arriesgadas operaciones de carácter especulativo en las que nuestro protagonista está presente. Sendra, fruto de esos momentos desafortunados en los que recoge diversos fracasos económicos que merman de forma sustancial su patrimonio, se ve obligado a abandonar el parquet bursátil.

Aunque abandona la Bolsa, sus relaciones sociales y comerciales, así como su reconocida honradez le permiten seguir haciendo operaciones aisladas y alternar con la incipiente ocupación profesional de lo que hasta entonces había sido su afición: la filatelia.

Él era conocido en la Casa de Cambio que existía en el número 1 de la plaza del Teatro, en las barcelonesas y populares Ramblas. Y por ello aceptaron su ofrecimiento de vender sellos para colecciones a comisión. Pocos años más tarde, tras haber tenido abierto un comercio de filatelia en su propio domicilio particular, el fallecimiento del propietario de la Casa de Cambios le da la oportunidad de quedarse con su local comercial como tienda de Filatelia. Está en el corazón de la ciudad. La noticia de que en lugar tan céntrico se abra un negocio de esa naturaleza causa sorpresa y admiración. Nuestra afición está todavía en sus comienzos y esa reacción, que hoy nos puede parecer sorprendente tiene su lógica en una época en la que la filatelia no ha alcanzado las dimensiones que tendrá años más tarde.

También es comprensible que al cerrar el establecimiento por las tardes, Ramón Sendra, que como hemos dicho era un hombre culto y con una extensa vida social, frecuentara alguno de los mejores cafés de la ciudad que estaban en aquella misma zona, y así hizo con el Lyon d´Dor, muy cercano a su tienda, cruzando las Ramblas, entre la plaza del Teatro y la calle Conde del Asalto. Los clientes que conocían su costumbre se citaban con él allí cuando no les daba tiempo de recoger los encargos antes de cerrar el negocio por las tardes. Ese es el origen de que en el Lyon d´Or naciera una tertulia filatélica frecuentada por importantes personajes de la filatelia catalana e incluso coleccionistas extranjeros en sus visitas a la ciudad condal.

Las tertulias son presididas y levantas cada día por Ramón Sendra, pero a ellas se incorpora también el propietario del local, el Lyon D´Or, un mallorquín apellidado Seguí que ve asombrado la atracción que los coleccionistas sentían por los sellos. Tanto es así que él mismo entra en ese mundo como aficionado. Lo que no entiende es que los filatelistas más adelantados sean capaces de distinguir los sellos auténticos y se propone fabricar ejemplares que nadie pueda diferenciar de los originales. Ha nacido el Seguí falsificador.

FALSOS Y FACSIMILES

Miguel Seguí quiso en todo momento dejar claro que su objetivo al efectuar reproducciones de sellos no pretendía ser un fraude, que no se trataba de una actividad clandestina. Para ello su estrategia fue primero efectuar una consulta jurídica sobre dicha actividad. El dictamen, firmado por dos prestigiosos abogados de Barcelona, José María Vallés y Robot y Javier Sarró y Verdaguer, está fechado el 27 de agosto de 1899 y lo conservamos hoy en día gracias al archivo y biblioteca que a lo largo de su vida reunió Pedro Monge.

De acuerdo con el mencionado informe vender imitaciones o reproducciones de sellos que no estuvieran en circulación, es decir sin valor postal no constituía un delito. De conformidad con ello Seguí comenzó la comercialización de sus falsificaciones llamándolas facsímiles para dejar claro que no eran sellos falsos.

Seguí es el primer falsificador de sellos en España que esgrime su “pureza de intenciones” para hacernos creer en la bondad de su actividad.

Nos dice el diccionario que un  facsimil “es la copia exacta de un manuscrito, impreso, etc”, en este caso un sello. Por otro lado una falsificación es definida como “la imitación o copia que se quiere hacer pasar por auténtica”. Vemos, por lo tanto que falsificación es sinónimo de facsímil, si bien con una intención de engaño: hacerla pasar por auténtica.

Sobrecito en el que Miguel Seguí vendía los 34 primeros sellos de España falsos por 28 pesetas. El texto, aunque parece manuscrito, está impreso en el propio sobre.

Sobrecito en el que Miguel Seguí vendía los 34 primeros sellos de España falsos por 28 pesetas. El texto, aunque parece manuscrito, está impreso en el propio sobre.

Con esta excusa el falsificador clama por su “inocencia” y “honradez” afirmando que no engaña a nadie porque define como reproducciones o facsímiles  el producto que vende. Parece cierto, pero no es verdad. Si vendiera las reproducciones con una impresión indeleble de que se trata de facsímiles su argumento sería irrefutable, pero cuando a Seguí se le pidió eso, se negó en redondo.

El problema está en que en el fondo de la cuestión subyace el intento de engaño. No está el engaño orientado a la primera transacción (la venta de Seguí a su cliente) en la que se advierte que se trata de un facsímil; la encontramos después, en lo que el adquirente haga con las reproducciones adquiridas. Pocos ejemplares hubieran podido vender Seguí, Fournier y compañía, si hubieran estampado de forma indeleble que la pieza no era original.

Dejémonos de eufemismos. Tan delincuente es el que delinque como el que facilita los medios para que otro pueda delinquir.

ACTUALES FALSIFICADORES “HONRADOS”

La historia sigue de manera similar en la actualidad. Tenemos un ejemplo en el proceso judicial por el que un falsificador de la capital fue condenado en los tribunales ordinarios de justicia de Barcelona hace unos pocos años. En esta ocasión el falsificador adquirió un sello procedente de una oferta y lo pegó a un sobrescrito retocando ligeramente el matasellos. Evidentemente el conjunto habría experimentado un notable incremento de valor si hubiera podido venderlo como conjunto auténtico, lo que desde luego intentó hacer a través de una subasta. Ante el juez el argumento del falsificador fue: “no es una falsificación: sólo he tratado de reconstruir un documento histórico mutilado”.

En líneas generales hoy la falsificación no es de piezas completas, si no parciales. Falsificar un matasello sobre un sello original, falsificar la goma en un sello que no la tiene o que se le ha de quitar para lavar las manchas que lo afean o para que no se note que tuvo charnela.

El incremento de precio de los sellos cuando son de alta calidad hace que lo que más falsifiqué, hoy en día, no es el sello completo, si no los diversos aspectos que determinan su calidad. De esta forma el falsificador tiene una labor más fácil y un campo de trabajo mucho más amplio.

Pero el argumento de defensa es siempre el mismo: “no engaño a nadie” “mis clientes conocen mi trabajo”. Y la réplica sigue siendo idéntica a la de hace un siglo: “Querido falsificador: Si tan puro es tu trabajo ¿porqué no expresarlo en la pieza de forma indeleble?”. Un conocido falsificador de gomas de Barcelona, en privado, me contestó en cierta ocasión: “es que en ese caso nadie me encargaría ningún trabajo”.

UNA NUEVA MODALIDAD DE FALSIFICADOR NO TAN “HONRADO”

De unos años para aquí la filatelia sufre una nueva plaga de falsificadores: los fabricantes de emisiones ilegales de sellos.

De hecho se trata, como su nombre indica, de emisiones ilegales no falsas, pero deben también considerarse falsificaciones porque se venden como sellos cuando es falso que sean sellos de correos. En efecto: no sirven para el franqueo de la correspondencia porque se trata de emisiones de países que no existen o de países cuyas administraciones postales no los utilizan ni pueden utilizar para el franqueo de la correspondencia por que no han sido emitidos por la autoridad competente.

La UPU está estudiando a través de la WADP (Asociación Mundial para el Desarrollo de la Filatelia) fórmulas para luchar contra estas emisiones ilegales que si no se pueden calificar de sellos falsos sí son falsos sellos. En este campo se entronca el reciente acuerdo de colaboración que suscribió la Fundación Albertino de Figueiredo para la Filatelia con la Unión Postal Universal.

Después de sufrir las consecuencias de la “honradez” de este tipo de personajes, decidámonos a llamarles por su nombre: un falsificador es un delincuente y el delincuente nunca es honrado, por definición. Todos los estamentos de la filatelia deberían actuar unidos contra ellos. Dejémonos de paños calientes.