La huella del falsificador 36
Publicado en El Eco Filatélico y Numismático
Para prevenir posibles engaños hay que insistir continuamente en que todo es falsificable. Esa advertencia es fundamental tenerla siempre presente.
Hemos visto a lo largo de esta serie de artículos diversos tipos de falsificaciones: sellos, dentados, matasellos, cartas, etc. El ejemplar que hoy tomamos en consideración pertenece a un género nuevo: es una prueba. Y no una prueba cualquiera, sino la “prueba de reporte litográfico” del primer sello de España (Gálvez nº 4).
Manuel Gálvez era un gran conocedor del sello español, pero sabido es también su (llamémoslo así) extraordinario sentido comercial. Fijémonos en las líneas previas a la reproducción de esta prueba en su catálogo[1]:
“la PRUEBA DE REPORTE de un sólo ejemplar que reseñamos a continuación nos desconcierta, aunque sea natural, pues, en realidad no sabemos cómo se hicieron los trabajos iniciales para crear la magnífica primera emisión de sellos españoles”.
Si al señor Gálvez le desconcertaba esta pieza, a nosotros nos deberían desconcertar sus palabras. ¿Por qué intentar justificar una prueba a la que él mismo no sabe darle una explicación lógica? Seguramente sea cierto que él desconocía cómo se habían ejecutado los trabajos previos a la impresión del 6 cuartos de 1850. [2]
Pero no por ello carecía de medios para determinar su falsedad. De cualquiera de las formas el simple hecho de considerarla dudosa o “desconcertante” debiera ser causa justificada para que el autor de un catálogo serio no la reseñara o, cuando menos, mencionara su existencia citando las dudas que ofrecía y sin asignarle el alto valor que le atribuyó. Probablemente porque la carne es débil y la pieza era de su propiedad, jugó al equívoco; en su propio beneficio, por supuesto.
Centrémonos en el estudio de la pieza. La primera sospecha surge al comprobar que la primera noticia de su existencia procede de una fuente completamente distinta a la del resto de la documentación auténtica de la emisión de 1850. Su “descubridor”, allá por los años 30 del pasado siglo, fue Juan Vicente Senabre, el célebre experto coleccionista valenciano y también truhán de guante blanco, autor de diversas “trastadas” por usar un calificativo indulgente.
Al proceder a su estudio vemos que no encaja en el proceso de impresión de la emisión. Hagamos un somero, pero riguroso análisis:
1.- Su estampación aislada en una hojita de papel, como prueban sus grandes márgenes, no puede proceder ni de la hoja, ni de ningún bloque de sellos como el bloque reporte. Si se hubiera impreso en la época de circulación del sello, los procedimientos litográficos de la época requerían grabar una piedra específicamente destinada a ese fin; algo de muy difícil justificación.
Por el contrario, si como parece ser, fue impresa ya entrado el siglo XX, se hubiera podido reproducir la imagen de un sello cualquiera, grabar una plancha (ya no necesariamente una piedra) y finalmente ejecutar la impresión litográfica que estamos estudiando.
2.- Conozco dos piezas semejantes. No obstante, es probable que quien las ha puesto en circulación disponga todavía de más ejemplares en una cantidad no determinada.
3.- Comparemos la impresión de esta pieza con las de la prueba del primer reporte, la de un sello del bloque reporte y con un ejemplar normal de la tirada oficial.
La prueba del grabado original tiene una nitidez extrema, las líneas más finas pueden apreciarse con toda claridad y los más pequeños detalles son perfectamente visibles. Por tratarse de una impresión efectuada con la plancha en la que fue dibujado el original del sello, carece de los elementos diferenciales característicos de cada una de las posiciones de cada uno de los ejemplares de los bloques reportes empleados en la composición de las grandes piedras litográficas con las que se imprimieron la hojas de la emisión oficial.
Cuando se confeccionó el bloque reporte tipo I (de 24 sellos) se incorporaron pequeñas imperfecciones que son esas características diferenciales que nos permiten identificar en a qué posición del bloque reporten pertenecen los sellos impresos.
La figura 3 muestra un ejemplar del bloque reporte tipo I y en él se aprecian ya esos pequeños detalles característicos de la posición 23. Al mismo tiempo observamos cómo la imagen ha sufrido una pequeña pérdida de la nitidez del grabado calcográfico original. Los trazos más finos son ahora algo más groseros.
Una vez confeccionado el bloque reporte se efectuaron las sucesivas transferencias necesarias para grabar una piedra litográfica capaz de imprimir las hojas de 255 ejemplares. Eso supuso una nueva degradación de la imagen, en este caso mayor porque la impresión de la tirada ni era, ni podía ser tan cuidada como la de los bloques reporte llevadas a cabo con toda meticulosidad en prensas más pequeñas. La figura 4 nos ofrece cómo resultó un sello de la primera tirada.
Por último dirijámonos a la figura 5. Es el sello impreso en la calificada por Gálvez como “prueba de reporte de un solo ejemplar”. El más cegato puede apreciar inmediatamente que es una impresión mucho más basta o degradada que las obtenidas en los fases anteriores. Eso evidencia que fue obtenida posteriormente a partir de un sello de la primera tirada.
Para quien no le resulte evidente el mero examen visual de los ejemplares reproducidos, la lupa le facilitará comprobar esa degradación progresiva. Véase en la figura 6 una misma del sello zona en cada una de las cuatro piezas.
4.- Los dos ejemplares conocidos de esta supuesta prueba litográfica corresponden a tipos concretos del bloque reporte tipo I, por lo tanto no fueron impresas a partir de la plancha original que carecía de esos elementos característicos del bloque reporte.
Haciendo de abogado del diablo cabría plantearse la hipótesis de que se hubieran grabado dos piedras individuales a partir de sendos ejemplares recortados del bloque reporte. Pero eso sería absurdo por tres razones. En primer lugar no existe ninguna razón lógica que justificara semejante trabajo. En segundo lugar, aún suponiendo que hubiera existido alguna razón para hacerlo, ¿por qué imprimir un único ejemplar de cada? Y finalmente, si así se hubiera efectuado, el resultado sería de mayor calidad; por lo menos de una calidad semejante a la del sello definitivo.
5.- A mayor abundancia comparemos el tamaño del sello de la prueba con ejemplares de la posición 20 del reporte tipo I. Las guías en color lila delimitan el tamaño ordinario del sello. Las dimensiones son diferentes.
El sello central de la figura 7 pertenece a la prueba, el ejemplar en nuevo (primero de arriba a la izquierda) procede de un bloque de la col. Lluis Domingo y los otros 8 forman parte de la colección José Novo.
Para apreciar mejor la diferencia, la fig. 8 nos muestra la imagen correspondiente a la falsa prueba y las guías que definen el tamaño real del sello auténtico ponen de manifiesto que es más ancho y menos alto que el sello original.
Es verdad que una de las características de la litografía son las variaciones de tamaño de las impresiones. Por tratarse de una técnica gráfica basada en el uso del agua para repeler la tinta grasa de las zonas de la piedra que nos deben ser impresas, se provoca la humidificación del papel y éste, al secarse, genera pequeñas diferencias de tamaño. Sin embargo las variaciones nunca alcanzan a ser de esa magnitud y menos en un trabajos que pretenden ser preciso.
No hace falta argumentar sobre el tipo de papel de estas pruebas que, por otro lado, tampoco se corresponde con las diferentes clases que fueron usadas en 1850.
Parece evidente, por lo tanto, que las llamadas “pruebas litográficas de un solo ejemplar” son falsificaciones: meras copias litográficas de los sellos emitidos aptas para defraudar a cualquier coleccionista especializado de la emisión de 1850.
[1]“Catálogo de Pruebas y Ensayos” de Gálvez. Madrid 1960, pag 1.
[2] Véase “Buceando 96. Así se hizo el primer sello de España”, en RF, Revista de Filatelia nº 500. Enero 2013.