Buceando..., Fruslerías — 29 de mayo de 2014

Filatelia heterodoxa

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Buceando en la Historia de la Filatelia 038

Publicado en Revista de Filatelia (diciembre 2002)

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Desde hace tiempo, al hablar de filatelia en general, se incluyen el coleccionismo de historia postal y los sellos, ya sean nuevos o usados; por ello no voy en este artículo a distinguir entre ellos.

El coleccionismo filatélico nació tan pronto se inició el uso del sello adhesivo como medio de franqueo de la correspondencia, allá por los años 40 de siglo XIX. Cuando caminamos hacia el segundo siglo de su existencia, la filatelia tiene unas formas de coleccionar muy diferentes a la de sus orígenes.

Lo primero fue reunir ejemplares en cantidad, no importaba como fueran, cuantos más, mejor. Acaparar, almacenar. Cuando las cantidades eran abrumadoras se les buscó una finalidad sorprendente en el campo de las artes decorativas; así, ya entrada la mitad del siglo XIX, algunos excéntricos personajes de las clases altas de la sociedad inglesa decoraban paredes y habitaciones enteras forrándolas con sellos.

Pronto el coleccionismo se centró en reunir los sellos, pegándolos con cualquier adhesivo (harina y agua, por ejemplo) en hojas que luego se encuadernaban en forma de álbumes. Se trataba de conseguir el mayor número posible de ejemplares diferentes fueran de país del mundo que fuera. El problema estribaba en saber qué país había emitido sellos y lograr algún corresponsal que los pudiera obtener y enviar. La calidad de los ejemplares era un tema absolutamente accesorio ya que la mayor importancia de una colección residía en el número. En las primeras crónicas leemos en los periódicos de la época referencias a colecciones seguidas siempre por el número de sellos que contenían.

En 1861 aparece el primer catálogo de sellos y un poco después se edita también el primer álbum para coleccionarlos. Son dos instrumentos de gran ayuda para saber qué era lo que faltaba en cada colección. Nacía el primer corsé. Era una forma de incitar a rechazar todo ejemplar que ya tuviera otro sello similar en la casilla correspondiente.

Paralelamente comienzan a desarrollarse colecciones especializadas, empiezan a existir coleccionistas que buscan con interés las variedades, los errores, e incluso las cartas.

Se bifurcaba el coleccionismo en dos líneas que han seguido vigentes hasta la actualidad:

1.- Los que se limitan a rellenar un álbum (instrumento en ocasiones manipulado por el comercio filatélico, al prestar mayor atención a sus intereses mercantiles que al rigor en los criterios de clasificación y catalogación de los sellos) y

2.- Los que, dando prioridad a un libre impulso de su voluntad coleccionista, seguían sus propios derroteros con independencia del mero rellenar casillas de un álbum en cuya elaboración no habían participado.

En el último cuarto del siglo XIX se organizan las primeras exposiciones. Inicialmente se trata de exhibiciones generales, o de otras especialidades, en las que se da cabida a alguna colección significativa de sellos como estrella invitada. Luego ya son exposiciones propiamente filatélicas en las que el sello es el protagonista exclusivo.

Hasta aquí, primero fue el coleccionista y luego el comerciante (que con su profesión daría un importante impulso al coleccionismo al ser el instrumento que facilitaba la adquisición de los ejemplares que necesitaba el coleccionista). Ahora, con las exposiciones, nacerán unas nuevos personajes que estructuran el funcionamiento de las exposiciones: directivos de las sociedades filatélicas, jurados y comisarios; estos personajes se “especializan” de tal modo que los encontramos en la actualidad, en muchos casos, dedicados a esas funciones en exclusiva, tan en exclusiva que algunos de ellos ni siquiera coleccionan: son los que viven para organizar certámenes, participar en los actos sociales, viajar con todos los gastos pagados, etc. Su existencia se justifica porque las exposiciones son competitivas. Competir significa comparar y para comparar es necesario someterse a una reglamentación. Unas reglas que creen los patrones que permitan establecer puntuaciones a fin de valorar unas participaciones respecto a otras.

Aquellos que había elegido el camino de desarrollar sus colecciones bajo criterios exclusivamente propios, si quieren participar en las exposiciones, se ven compelidos ahora a amoldarse a criterios externos.

Lo que se ajusta a los reglamentos es lo que pudiéramos denominar “ortodoxo”, lo demás debe ser anatematizado como “heterodoxo”.

Esa es la razón por la que algunas de las colecciones más importantes permanecen en el anonimato, ya que necesitarían una total reestructuración para poder participar en las exposiciones y así llegar al conocimiento del público en general. Muchas piezas habrían de retirase, algo en lo que tienen ya práctica los coleccionistas que concurren.

Una muestra de heterodoxia

La pieza que hoy reproducimos se trata de un curioso e interesantísimo documento de una casa de postas en Aranjuez. Es el billete de recibo de una casa de postas española más antiguo conocido.

Estamos ante una pieza de gran interés incluso para la historia postal, ya que no hemos de olvidar que las postas son las que dan origen a la palabra postal, las casas de postas eran los lugares donde los correos efectuaban las paradas de descanso (las postas solían ir parejas con hostales o posadas) y donde se llevaba a cabo el relevo de las caballerías.

Estos antecedentes no cuentan, de nada sirve decir que es más antiguo que cualquiera de los billetes de diligencias que se conservan, ni resaltar que ese trío de mulas costó nada menos que 294 reales por el trayecto de Aranjuez a Madrid. La pieza no tiene cabida en una colección “ortodoxa” de historia postal.

Le evolución del transporte de a pie a caballo o mula para a continuación por medio de carruajes, en particular diligencias, con la importancia que tuvo para el desarrollo de los correos y la mejora de las comunicaciones no es argumento válido. A lo sumo podría exponerse en una colección temática de fauna.

Como este ejemplo, podríamos hallar muchas piezas que hoy no son aptas, en general, para ser incluidas en el seno de una colección presentada en una exposición oficial competitiva. ¿Debemos por ello, excluirlas de presentarlas en público y relegarlas al patrimonio privado de sus propietarios?

Exhibiciones en vez de exposiciones competitivas

Creo que este puede se un motivo más para reflexionar sobre la necesidad de impulsar la realización de certámenes en los que puedan exhibirse colecciones y material que de otra manera nunca podremos contemplar. Exhibiciones no competitivas en las que el objetivo último sea la contemplación de las piezas reunidas, el conocimiento de ese material muchas veces inédito para la mayoría de los coleccionistas y el compartir unos con otros nuestra afición de coleccionistas.

No estoy reclamando nada nuevo. Para muestra un botón: recordemos aquella fantástica Exposición “María Pita” celebrada hace unos pocos años en La Coruña”, concretamente en 1989. Aquel certamen fue una muestra de Filatelia de muchos quilates, filatelia pura, sin discusiones sobre el acierto o los errores de los jurados (por que allí no había), sin emisiones especulativas de Correos aprovechando el evento, sin luchas por protagonismos mezquinos, sólo filatelia… Lo que nos gusta a los filatélicos.

Siempre existirá el coleccionista que desee competir. No es malo. Bueno será para él que sigan celebrándose esas exposiciones que, para acentuar aún más ese espíritu competitivo, ahora se denominan (con cierto mal gusto) “campeonatos”. Pero para quienes ponen el acento en el compartir, en el estudiar y aprender, en el caminar libre por el mundo del coleccionismo sin atarse a las ligaduras de una normativa que condiciona el contenido de sus condiciones, habilitémosles unas exposiciones diferentes, donde la creatividad, a través de un coleccionismo libre, sea el protagonista.