Dependencias postales, Filatelia — 4 de enero de 2013

Habilitaciones de Assobla

por

Una emisión de Guinea que nunca salió de Madrid

Los sellos de nuestras antiguas colonias son tan raros, tan buenos y tan escasos, que se pueden codear por méritos propios con las más destacadas de los imperios británico, alemán, francés o italiano.

Pero…  siempre hay un «maldito pero». Por desgracia nosotros también tenemos un «destacado récord» de emisiones fraudulentas. Emisiones cuya única razón de ser ha sido la de timar y defraudar a coleccionistas y comerciantes de buena fe. Sellos «prefabricados», en su mayoría, por cierto comerciante de la época que hizo verdaderas diabluras abusando del desconocimiento del mundo del coleccionismo colonial de entones y que, al parecer, daba por buenas todas «las novedades» más o menos extrañas que fueran apareciendo sin saber si esas emisiones eran legales o falsas, buenas o malas. Con ese proceder, que parecía repetirse hasta el infinito, se consiguió ir liando las cosas en perjuicio de todos para beneficio exclusivo de uno sólo.

Sellos habilitados teóricamente en Assobla

En esa categoría de «Fantasía – Timo – Expolio Filatélico» destacan de pleno los sellos de Elobey, Annobón y Corisco de 1905 y 1909 sobrecargados con la leyenda circular «Guinea Continental/ Correos/ Assobla» que recoge el catálogo especializado Edifil en su tomo VII de 2012 con los números 42A/42Q, 58A/58R, 58Aa/58Ra, 58Ab/58Qb y 58Hc/58Mc.

La primera emisión data de 1905. Su fabricante aprovechó el desconocimiento geográfico de los coleccionistas para situar esa fantasía filatélica en Assobla, un pequeño puesto en el extremo de la Guinea Española, a orillas del río N’Vung que acababa desembocando en el Utamboni y, a su vez, éste en el Muni. Muy pocos mapas reseñaban dicho enclave.

Puesto de la guardia colonial en Assobla hacia 1929

Assobla era un poblado reducido exclusivamente a un puesto aislado en medio de una zona selvática, lejos de todas partes y próxima al límite fronterizo con Gabón. Carecía de carreteras y de medio alguno que le permitiera una conexión directa con el resto del mundo, salvo haciendo un largo periplo por los ríos N’Vung y Utamboni. Precisamente esa zona la conozco muy bien de la época en la que residía en Guinea Española, allá por los años 1950. Solía visitar aquellos lugares para cazar elefantes, animal que abundaba en demasía para desesperación de los nativos por los destrozos que les causaban al saquear sus plantaciones. Les puedo asegurar que si alguna vez existió un lugar perdido en el mundo, ese fue, precisamente, el minúsculo puesto de Assobla.

Mapa del sudoeste de Guinea continental y ruta que había de seguir la correspondencia salida de Assobla hacia Europa.

Un año antes de la emisión de 1905, Don Diego Saavedra y Magdalena, ex Comisario Regio de las Posesiones Españolas del África Occidental y miembro de la Real Sociedad Geográfica, hizo una expedición por el río Utamboni, relatando más tarde lo siguiente: «En nuestra visita a Assobla pudimos apreciar mejor que en parte alguna muchas de las costumbres de los pamue, así como su modo de ser, su carácter. No muy lejana aquella fecha, aún recordamos cien detalles extraordinarios que nos llenaron de asombro. De un lado la vestimenta, tan exigua, que es desnudez. Del otro sus adornos, como ajorcas, pulseras, brazaletes, collares y pendientes. Las enormes argollas de cobre, de dos kilogramos de peso, que la mujer luce en su cuello y el torrente de sartas de abalorios que el hombre ostenta, desprendidas de su tocado en forma de capacete y que caen sobre su ancho pecho, todos con el cuerpo embadurnad con una sustancia rojiza».

 

Salta a la vista que para esos personajes la necesidades eran, como mucho, cero más cero. Capaces de escribir una carta los únicos que había allí eran tres pobres españoles metidos en aquel destierro: un misionero, un practicante y un sargento de la Guardia Colonial al mando de un pequeño destacamento de soldados nativos. [1]

El poblado de Assobla hacia 1929

En Assobla no existía oficina de correos alguna, ni cartería, ni nada de nada. La rarísima correspondencia que pudiera salir de aquellos lugares tenía que llevarse por canoa hasta el puestos de Kogo (Cogo) conocido durante el dominio español como Puerto Iradier, así llamado en honor del explorador de dicho nombre. Desde ese lugar se remitía por el estuario del río Muni hasta Elobey, donde se franqueaban con sellos de las emisiones para «Elobey, Annobón y Corisco» para, de nuevo, reexpedirse hasta Santa Isabel, en la isla de Fernando Poo haciendo uso del pequeño barco gubernamental en sus visitas regulares a estos puesto alejados del resto de la colonia. Una vez en Fernando Poo se conducía la correspondencia hacia la península o a otros países, especialmente Alemania que tenía numerosos negocios establecidos en nuestra colonia, tanto en la parte insular como en la continental, denominados «factorías», donde se vendía de todo y se compraban productos coloniales para su exportación a Europa.

 

Cuando mi querido amigo Francisco Aracil realizó su descomunal trabajo «Historia Postal de las Antiguas Dependencias Españolas en África», tuve la satisfacción y el honor de colaborar con él en estas emisiones «fantasmas» de Assobla y facilitarle algunos datos sobre esas fantasías filatélicas, del puesto de Assobla y la fotografía que se reproduce en la página 39 del tomo II, que es donde se trata de estos sellos.

El señor que «fabricó» la referida emisión fue muy listo y, para no llamar demasiado la atención, fue sacando los diferentes valores poco a poco, como si fuesen llegando desde la Guinea, «colándose» entre unos y otros comerciantes filatélicos sin que nadie sospechara nada, hasta que finalmente apareció la serie completa de 16 ejemplares comprendidos entre el 1 céntimo y 10 pesetas.

Francisco Aracil cita que el comerciante Gálvez de Madrid, en su catálogo de 1923 afirma: «Habiendo faltado sellos de la Guinea hacia finales de 1906, se pidieron a Elobey, y, para evitar la confusiones a que pudiera dar el que en ellos figuraba la leyenda «Elobey, Annobón y Corisco», se contramarcaron en pliegos enteros con un matasellos especial, vendiéndose como nuevos de esta manera, pero absteniéndose de volverlos a usar, salvo raras veces una vez que franqueaban la correspondencia.

Todo esto es más que sospechoso por varias razones:

A.- Nunca apareció una carta franqueada con estos sellos. Y ya han pasado más de cien años.

B.- Según Gálvez la diferencia entre nuevos y usados es que tuvieran goma o no.

C.- Que de esta manera tan simple el «fabricante» de esta emisión podía suministrar y vender los sellos «sin goma» como si se tratara e «usados» procedentes de cartas procedentes de Assobla, y, además, vendiéndolos al mismo precio, o sea doble engaño.

D.- En el pequeño puesto de Assobla nunca tuvieron matasellos de ninguna clase al no existir, como antes se indicó, ninguna oficina de correos.

E.- Jamás se enviaron sellos de Guinea a Assobla, en primer lugar por ser absolutamente innecesario y segundo porque todo se recibía desde Elobey, tal como se había establecido desde la creación de aquel lejano, aislado y casi incomunicado poblado.

F.- ¿Cómo se hubiera podido fabricar aquel sello de caucho tan bien hecho en un lugar como Assobla donde faltaban todos los medios? Si ciertamente hubieran existido esas necesidades postales en Assobla, lo lógico habría sido mandar sellos de la serie corriente de Guinea, de la que tenían un gran sobrante en las oficinas de Bata, capital de la Guinea Continental Española. Las autoridades del lugar no se enteraron de la existencia de esa “sobrecarga de Assobla” hasta que alguien trajo la noticia desde la península. Allí no supieron una sola palabra y, por supuesto, fue autorizada por el gobierno de la colonia. Mucho me temo que los tres españoles residentes en Assobla jamás se pudieron permitir el capricho de hacer esa emisión sin contar con el permiso de las autoridades competentes ya que se hubiese tratado de un delito y hubiera vulnerado las normas de la Unión Postal Universal. Lo sellos no se pueden emitir al libre albedrío de nadie.

G.- Diez pesetas era una cantidad de dinero importante en 1905. Por ello el “padre” de este engañó sobrecargó muy pocos ejemplares de este valor. Se centró principalmente en los valores de 1 céntimo a 75 céntimos, que eran mucho más asequibles para los coleccionistas de la época. Los de 1, 2, 3,4 y 10 pesetas suponían una inversión inicial fuerte antes de saber la acogida que iban a darles los coleccionistas.

H.- Por puro sentido común estaba fuera de lugar emitir una larga serie de valores para un poblado carente de oficina de correos.

I.- Quién dio la orden de remitir todos esos sellos de Elobey, Annobón y Corisco a Assobla para que allí fueran sobrecargados? En teorías sólo el Gobernador General de la colonia, residente en Santa Isabel (Fernando Poo), tenía autoridad para hacerlo; pero siempre que fuera previamente autorizado por Madrid. Pero no había razón para ello porque en las oficinas de correos de Guinea disponían de una gran cantidad de sellos de la emisión en curso, de las que el enorme sobrante tuvo finalmente que ser destruido.

No vale la pena seguir para no hacer demasiado larga la lista de razones por las que estos sellos, o mejor dicho la sobrecarga de Assobla hay que considerarla hecha con una única finalidad de lucro a costa de coleccionistas y comerciantes de buena fe. Para mayor “inri”, apareció hace unos meses en una subasta la serie completa de Fernando Poo de 1905 a falta del valor de 50 céntimos con la sobrecarga de Assobla. Se ofrecía como única conocida. Ante ello nos podemos preguntar ¿Por qué se habilitó una sola serie? ¿Qué se pretendía? Sencillamente fue otra fantasía generada a gusto del “padre” de la habilitación de Assobla, de la misma forma que lo es un supuesto ensayo sobre fragmento de los valores de el 1 céntimo hasta 1 peseta de la emisión de Guinea de 1905, pretendiendo que se trataba de un ensayo o prueba para ver cómo quedaba el cuño de Assobla antes de estamparlo en los sellos de Elobey, Annobón y Corisco. Naturalmente todas estas fantasías privadas salieron de la misma fuente, ya era quien tenía y conservaba el cuño de la sobrecarga y no había por qué poner límites a los caprichos de quien organizó este tinglado fraudulento.

Como el resultado obtenido con la sobrecarga de Assobla de 1905 parece ser que ofreció buenos rendimientos, la misma persona en cuestión se animó a hacer toda clase de disparates creando una nueva habilitación de Assobla en 1909 sobre sellos de Elobey, Annobón y Corisco de 1907. En ella utilizó nada menos que cuatro colores distintos para la sobrecarga: violeta, azul, carmín y verde. Es ridículo suponer que en el miserable poblado de Assobla se pudiera encontrar de todo cuando, por el contrario, se trataba de un lugar en el que no había nada de nada. En definitiva, una aberración filatélica.

En el catálogo especializado Edifil de 2012, en la página 166, refiriéndose a esta última  habilitación, se dice que es algo menor que la sobrecarga de 1905. Eso es un error. En las dos series se ha utilizado el mismo cuño y consiguientemente ambas son iguales. En el catálogo, al menos, se afirma que esta emisión es de carácter particular, realizada en Madrid y  nunca circuló en Guinea.

Creo que con todo lo dicho queda bien claro que estas habilitaciones de Assobla de 1905 y 1909, son un claro timo, sin vuelta de hoja. Pero ahora se presenta un problema moral porque durante cien años estas series se han estado comprando y vendiendo normalmente en el mercado filatélico y pagando por ellas precios muy altos. Si con todo lo expuesto queda claro que las habilitaciones de Assobla son un mero “sueño de una noche de verano” y consecuentemente se retiran del catálogo pasando a no valer nada, se cometería una injusticia con todos los compradores y vendedores que durante estos años las han adquirido y vendido de buena fe.

Creo, en mi modesta opinión, que la solución está en seguir reseñándolas en el catálogo explicando su naturaleza privada, no postal, a fin de que cada cual hiciera lo que quisiera, pero sin llamarse un día a engaño. Una de las cosas buenas de la filatelia es que nadie está obligado a nada. Cada uno puede hacer y deshacer a su gusto en sus colecciones e incluir o rechazar lo que le parezca en ellas. Por este camino nadie se podrá sentir defraudado, el tema quedará en manos de la libre decisión del coleccionista conociendo la verdadera naturaleza de estos sellos.

 

Nota:
El autor ha reproducido este artículo en la revista RF, editada por Edifil, modificando parcialmente el texto (ver nº 509 del mes de noviembre de 2013).

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[1]  Hasta el 29 de agosto de 1907 no se creó la Guardia Civil de los Territorios Españoles del Golfo de Guinea que pasaría a llamarse en 1909 Guardia Colonial de los Territorios Españoles del Golfo de Guinea. Sabemos que once años después, en 1920, en el puesto de Assobla estaba destinado el sargento Pedro Barbero Rodríguez  con un corneta y 16 guardias de segunda indígenas bajo su mando. No hemos encontrado la dotación que pudiera haber tenido en 1905, fecha de la primera habilitación de sellos de correos.