Buceando..., Fruslerías — 31 de enero de 2014

Hoy como hace un siglo

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Buceando en la Historia de la Filatelia 027

Publicado en Revista de Filatelia (septiembre 2001)

 

“Poco más de media docena de coleccionistas han fundado en Barcelona una sociedad filatélica”:

El año 1901 era la SOCIEDAD FILATÉLICA CATALANA. El año 2001 ha sido el CLUB MARCÚS DE FILATELIA.

Entonces fueron 9 coleccionistas, ahora hemos sido 8 (aunque Ángel Menéndez, uno de sus más entusiastas impulsores nos tuvo que dejar, víctima de un colapso cardíaco, la misma noche del día que aprobábamos las bases de su creación)

Carentes en sus inicios de local social, Francisco Carreras y Candi cedió como sede su domicilio particular. Hoy uno de los fundadores nos ha cedido su despacho profesional.

Como veremos por sus primeras manifestaciones, la preocupación de aquellos coleccionistas de principios del siglo XX era el estudio y la formación del filatelista, algo que ha sido la motivación básica de fundar el Club Marcús.

Logo del Cub Marcús diseñado por Francisco Graus

Logo del Cub Marcús diseñado por Francisco Graus

En ambos casos la defensa contra el fraude y las falsificaciones están en el corazón de los objetivos societarios. En mayo de 1901 en el Filatélico Español afirmaban: “hay que ir a la unión y cobijarse bajo el manto protector de la sociedad, si queréis libraros de las garras de vuestros explotadores, estafadores y falsificadores de sellos”.

Si hace cien años consideraron como arma fundamental para la defensa de sus intereses y de la difusión de sus trabajos una revista (El Filatélico Español), hoy hemos creado Filatelia Digital, que ya lleva un par de meses de vida en Internet (filateliadigital.com)

Curiosamente, el que fuera primer secretario de aquella sociedad, Alfonso Sabadell, publicaba en esos mismos momentos, bajo el título “Abandono imperdonable”, un artículo sobre la Cofradía de los Correos de Marcús. Era el fruto de las investigaciones que efectuó a raíz de conocer la existencia de la capilla románica de Nuestra Señora de la Guía de Barcelona por una carta publicada por el Dr. Thebussem en 1879 en “La Ilustración Española y Americana”. Gracias a él se ha podido preservar la fotografía del único banco de la antigua cofradía de los Correos de Caballo y conservar el respaldo de otro banco, desconocido hasta entonces, con la figura esculpida de un correo a caballo que escogimos como imagen o logo del Club Marcús de Filatelia.

En el número de octubre de 1901, El Filatélico Español publicaba un artículo firmado “A.M.” (muy probablemente las iniciales de Antonio Montero, un coleccionista malagueño). Extractaré los párrafos más significativos:

 “La filatelia está atacada por una porción de males que la roen (…) que no tardarían en destruirla (…) si no dispusiéramos de dos armas temibles: las sociedades destinadas a impedir la invasión de los abusos y los periódicos destinados a combatirlos.

No crea el lector que le voy a hablar de las falsificaciones, de las cuales varios colegas deploran la invasión siempre creciente.

Siempre que haya cosa que valga la pena falsificar, habrá falsificaciones (…) no se crea que lo encuentro bien, pero sí lo encuentro lógico.

A nosotros los filatelistas nos toca saber preservarnos, abrir mucho el ojo, comprar los sellos, como los remedios, en casas honradas, pedir a las Sociedades de las que formamos parte, las garantías que es su deber suministrarnos. Nos toca, en fin, hacer nuestra educación filatélica para merecer siquiera el simple título de aficionados.

Me parece indispensable que el que quiera emprender una colección de sellos, haga algunos estudios preliminares, sin los cuales está expuesto a cometer las mayores barbaridades, como quien camina en la oscuridad. No es cualquiera filatelista de la noche a la mañana.

Figúrese el lector a un aficionado a cosas artísticas a quien le encajaran una vulgar olla de hacer puchero por un vaso etrusco, una figurita de yeso de más que venden los napolitanos, por una obra del inmortal Fidias, o un cuadro de brocha gorda por uno de Rafael. ¿No tendría lo que su ignorancia merece? ¿No sería un lego en la materia que haría mucho mejor en sembrar melones que en coleccionar objetos artísticos?

He conocido hace ya varios años a uno de esos “dilettanti”. Se ocupaba de arqueología, mineralogía, fósiles y ¿qué sé yo? Se le veía todos los días recorriendo las zanjas de un ferrocarril que se construía en aquel entonces entre dos pequeñas ciudades de Francia, y no había hombre más feliz que él cuando encontraba en una de sus interminables correrías un hacha de la edad de piedra, una moneda romana, algún fragmento de cuarzo cristalizado o cualquier chuchería, fabricada por la mano del hombre o por esfuerzos plutónicos.

Sus amigos, que conocían su inocente manía, solían traerle cuantos fragmentos de piedra o de metal podían encontrar. Me acuerdo haber visto en su colección un azadón de labrador oxidado que el pobre hombre llamaba pica galo-romana, y un fragmento de cemento portland que tenía las huellas de unos dedos, huellas que el bueno del coleccionista se empeñaba en tomar por las de un animal antediluviano.

Lo mismo que el naturalista o el simple aficionado a objetos de arte, el filatelista debe estudiar a fin de no quedar expuesto a comprar una etiqueta de botella por un sello del Japón, una grosera imitación por un sello legítimo, o, en fin, un ejemplar al cual le han cortado los dientes por una variedad desconocida.

Desde que existen coleccionistas que buscan objetos que no encuentran, se encuentran especuladores que se los ofrecen falsificados. La filatelia, que llama ahora la atención de los gobiernos, también llama la de los falsificadores, como es muy natural.

Y aunque parezca una paradoja, lo digo en verdad a mis lectores, el mal que sufre la filatelia, no procede de la invasión siempre creciente de los sellos falsificados, sino de la más temible aún, de los mismos sellos legítimos”

De cualquier forma, para ser mínimamente rigurosos, pese a todas las similitudes y paralelismo, también debemos destacar notables diferencias entre la realidad actual de la filatelia y la situación en la que se encontraba el coleccionista de hace un siglo.

Ellos se encontraban en los albores del asociacionismo filatélico. En la actualidad Fesofi reúne una gran cantidad de sociedades que trabajan  por el bien de la filatelia y de sus coleccionistas. Verdad es que muchas sociedades viven en un letargo en el que la esterilidad es el único fruto visible de su existencia, pero cierto es también que muchas otras se caracterizan por su dinamismo y su fructífera actividad.

Por otra parte el coleccionista actual también dispone de muchos más medios de estudio (libros, catálogos, publicaciones periódicas, etc.).

En la actualidad hay comerciantes mucho más profesionalizados que entonces. Y, aún cuando entre ellos puedan existir elementos miserables e indignos, el coleccionista puede encontrar comercios honestos que se responsabilizan del material que venden.

Si entonces sólo a través de las sociedades podían constatar la falsedad o autenticidad del material que adquirían, hoy existen expertos y comités de expertos de reconocida solvencia.

Aún así. Como escribiera el articulista de “El Filatélico Español” de 1901, hay que ser prudentes y andarse con mucho ojo.

Finaliza el texto que hemos reproducido con una afirmación que a algunos puede hacer sonreír: “el mal que sufre la filatelia, no procede de la invasión siempre creciente de los sellos falsificados, sino de la más temible aún, de los mismos sellos legítimos”. Parece que el autor ahí se haya equivocado, porque el coleccionismo actual está muchísimo más extendido que entonces, a pesar del extraordinario número de emisiones que aparecen cada año. Pero no es así. El coleccionismo, tal como se concebía a principios del siglo XX, ha muerto. Las colecciones entonces eran mundiales. Agotado por el coste, el trabajo que daban y el volumen que ocupaban, el coleccionista fue primero seleccionando áreas geográficas de las que luego ha ido eliminando países hasta quedarse con sólo uno o unos pocos.

Hoy son muchos los coleccionistas que, ante la política desmadrada de muchas administraciones postales, ha ido optado por cerrar en un año determinado sus colecciones. Muchos coleccionistas tildan de cromos las emisiones modernas y otros las rechazan cuando las consideran como una mera explotación del coleccionista ajenos al que debiera ser su fin principal: su uso como signo de franqueo.

Ante ello, con la enseñanza de lo que ocurrió en el pasado, podemos preguntarnos ¿estamos asistiendo al final de la filatelia, tal como la hemos conocido?

El vigor del coleccionismo moderno y el impulso de los que amamos la filatelia se abre a nuevas formas, a nuevos caminos ¿cómo será la filatelia del siglo XXI?