Mantener el prestigio de una Comunidad en el mundo de la filatelia es conocer sus piezas importantes; aquellas que podamos admirar con el título de “joyas” en el ámbito del coleccionismo.
Hacer una relación de una serie de piezas de Historia Postal aragonesas a las que podríamos atribuirles este enunciado es trasladar de una forma subjetiva una selección de las mismas basándonos en los criterios que nos dan los años de coleccionismo de esta región española, en las valoraciones tomadas de adjudicaciones en el mercado y en la opinión de expertos que nos han acompañado en esta elección, pero con la creencia, siempre, de que la aparición de nuevas piezas o de otros criterios más autorizados pueden invalidar alguna muestra que destacamos en este estudio.
Advertir, que estamos escribiendo sobre filatelia y que en la Comunidad Aragonesa existen cartas reales de diversas épocas, de Francisco de Goya, de Cristóbal Colón, de Santa Isabel de Portugal… que haría que el filatélico advirtiera algo distinto de lo que estamos pretendiendo porque, en esta especialidad, es importante el personaje que envía o recibe el correo, e incluso el contenido de los textos, pero estamos dirigiendo el estudio a algo que comienza en el siglo XVIII, en un momento en el que correo se convierte en servicio público y que nos permite describir, de una manera general, el tránsito del correo a través de los caminos por los que se traslada la correspondencia; por las distintas marcas postales que la validan e invalidan; por las tarifas; los tipos de moneda abonada como porteo; el sistema de pesas y medidas que se aplica; los avatares sufridos por falsificaciones; desvíos, rechazos, revoluciones, guerras, países o por la clase de efectos postales que se pueden dirigir y que nos tiene que llevar a la comprensión de que una carta de Goya, pongamos como ejemplo comentado, puede tener un valor económico muy alto y, sin embargo, puede ser una pieza filatélica corriente por franqueo, conservación o por marcas deficientes y que, en una exposición competitiva, donde no se muestra la firma, pasaría inadvertida.
Indudablemente, la mentalidad de un coleccionista no es la misma que la del entorno que le rodea y no se aprecia de igual forma una pieza desde dentro que desde fuera de su ámbito, porque la filatelia también tiene mucho de sentimiento.
El riesgo de dar este tipo de relaciones es que en el mismo momento de ser publicadas pueden variar el orden establecido debido a la aparición de piezas mayores ocultas o por la opinión de especialistas; incluso por la duda de la bondad de la pieza. Tenemos que arriesgar, pues, a ser subjetivos y aceptar los resultados.
Así, en un primer bloque destacaría:
Las cartas con el sello número uno español en primer día de circulación (1 enero de 1850), fechados en Benabarre (Huesca) y Fraga (Huesca) y el bloque de cuatro del Teruel NE, de 1937/1938, con sobrecarga roja.
La historia postal, desde la emisión del primer sello español, dirige la filatelia. De ahí́ que las dos piezas del seis cuartos con el matasellos de 1 de enero de 1850 de las localidades oscenses, ocupen un lugar preferente. Disponer de una carta circulada con matasellos de primer día de circulación es el sueño de todo coleccionista. En España apenas se conocen cinco cartas con esas características y dos son aragonesas.
1.- La cotización más alta la tiene la “Benabarre”, por ser más clara, limpia y con el fechador más legible. Su precio sobrepasó en la década de los noventa del siglo pasado, incluidos los derechos de subasta, a los ochenta mil euros.
2.- La “Fraga” se ofertó en subasta 28.000 euros, además de las comisiones. ( Ninguna de las dos cartas se encuentran en colecciones aragonesas).
3.- El sello no emitido de la conquista de Teruel por el ejercito republicano puede que sea el máximo representante de la filatelia española del siglo XX. El pliego con 50 sellos de la serie del “III Centenario de la publicación del Quijote”, sobrecargado en tinta roja, como muestra, tiene su máximo exponente en el único “bloque de cuatro” existente en el mercado y cuya cotización se eleva por encima de los 40.000 euros, siendo su propietario una firma catalana, aunque en la Comunidad disponemos de coleccionistas con “terueles rojos” del bloque de los cincuenta, junto con otros sobrecargados en tinta de color negra. La cotización de estos sobrecargados con las numeraciones al dorso: A031.998, A031.999 y A032,000, (150 sellos) no es tan alta por la duda de la bondad de la sobrecarga y el recelo del número A.031.997 que, también como el rojo podría considerarse como muestra, pero está catalogado de otra tirada.
En un segundo bloque:
4.- Carta certificada de Calamocha a Cáceres , 23 de mayo de 1852, reexpedida a Madrid, con sello de 5 reales verde, de la emisión de 1 de enero de 1852, cuyo propietario y paradero podríamos anotar como desconocido.
5.- Carta prefilatelia circulada de Zaragoza a Madrid, con marca de certificación en tinta de color roja. Es una pieza única en este color y además de su rareza habría que añadir los diversos avatares que han acontecido con esta carta, hoy en una colección aragonesa. Las ofertas han superado los 12.000 mil euros.
6.- Marca de rejilla “El ataúd de Jaca”, cancelando el primer sello español. Es la única carta conocida con este timbre, también subastada hace unos años y cuyo remate final superó los 6.000 euros. En la colección “Cativiela” de Zaragoza se encuentra el cuño original que le da una mayor garantía a esta carta de la que se han tenido dudas.
7.- Certificado de particular a particular, Zaragoza a Samper de Calanda (Teruel), cuya catalogación respondería al ser completa, primera y única certificación manuscrita de la Administración Principal de Zaragoza. La fecha es 8 de abril de 1808 y su cotización en el mercado la cifraríamos en 10.000 euros. La carta está en posesión de una colección aragonesa y con una historia por contenido digna de ser contada.
Y en el tercer bloque:
8.- Carta del Ejército francés dentro de la Guerra de Sucesión, fechada en Torrecilla de Alcañiz (Teruel) el 1 de julio de 1712 cuyo porte se ajusta al Convenio entre los dos países de 24 de septiembre de 1701 y que por fecha, porteo, destinatario, marcas en lacre y signo manuscrito “despagne”, en el anverso la convierte en una de las primeras marcas postales con el nombre de España dentro de los acuerdos postales con Francia.
9.- Plica con dos bloques de nueve sellos de cuatro cuartos con la marca “La sortija de Aliaga”, también llamada “el lacrador”, que vuelve a incorporar a la historia postal el espíritu reivindicativo de las oficinas rurales al crear un cancelador de iniciativa privada en la década 1850, al no ser concedida la categoría de estafeta a la villa tras la reforma judicial de cabeceras de partido. Suma la aportación de la marca de 1858 “Tipo II A” que únicamente fue utilizada en la estafeta en ese año al ser sustituida en 1859 por la “Tipo IIB”. La plica se encuentra en colección aragonesa.
10.- Sobre carlista con el timbre/franquicia de la “Virgen del Pilar/ Dios, Patria y Rey” ” con estampación de lujo, sumando el “Sol de Estella” y la aportación aragonesa a la posta dentro de la Guerra Carlista. Pieza en colección aragonesa.
Seleccionar y presentar estas diez piezas no significa cerrar un círculo exclusivo, porque Aragón mantiene, dentro del contexto nacional, un nivel destacado en el ámbito de la Historia Postal. Y, así, podríamos haber descrito otras cartas en posiciones económicas más altas que algunas de las reseñadas, pero lo que hemos intentado en esta selección es unir rareza, belleza y sentimiento y, salvo los “terueles”, que se presentan en sello, presentarlas todas en cartas circuladas por la función social que representan y en un intento de dar relevancia a la historia postal española.