Filatelia, General — 10 de agosto de 2015

La calidad del sello

por

Artículo publicado en la sección Políticamente incorrecto en la revista RF de marzo de 2014 con el título: 

 

El mercado filatélico y la calidad del sello

 

 

En busca del sello perfecto ret web

El libro de un coleccionista amante del sello de máxima calidad : Gabriel Camacho

Las diferencia de valor de un sello en función de su calidad es la razón por la que la forma de determinarla ha llegado a ser tan importante.

Un día escribía denunciando el peligro de que los expertos hubieran ido abarcando un ámbito de actuación cada vez más amplio en sus peritaciones, para tratar aspectos diferentes al de la autenticidad o falsedad de la pieza: parcelas tales como la apreciación de su rareza, el grado de su calidad, la mayor o menor idoneidad de la pieza para ser incluida en una colección y en qué tipo de colección y hasta la estimación de su valor. Por ese camino, han terminado por incluirse en un mismo saco datos objetivos (como son el estado, la autenticidad o falsedad y la existencia o ausencia de defectos) con pareceres subjetivos sobre la rareza, la calidad o el valor se la pieza peritada.

En un principio, el aficionado veía con buenos ojos unos certificados que le ofrecían información más allá de la mera certificación de autenticidad y estado de la pieza; pero con el tiempo se ha visto condicionado a incluir el sello en su colección en función de cómo redacte el experto su dictamen. De hecho el coleccionista ha perdido libertad de elección, ya no es él quien evalúa la calidad de la pieza en función de sus preferencias y necesidades de su colección, sino el experto en base a sus criterios personales.” ([1])

¿Se ha utilizado la expertización como una forma de manipular el mercado? ¿Deben los expertos ser los árbitros que juzguen todos los aspectos de la calidad de un sello? ¿No sería necesario delimitar y regular su actividad?

En esta misma revista cerrábamos la serie Buceando en la Historia de la Filatelia con un artículo (el número 100) titulado La expertización. Un tema espinoso. El escrito trataba fundamentalmente aspectos históricos, pero finalizaba con las propuestas siguientes:

1.- “Coste de los certificados. No parece razonable vincularlo al valor del sello. Debiera ser proporcional al trabajo que genere su peritación. Por ello debería establecerse un precio único (un término medio general) para todos los certificados y sólo en casos muy laboriosos el experto debería presupuestar ese trabajo especial.

2.- Contenido. El certificado no debe ser un argumento de venta cantando las excelencias de la pieza. Ese cometido corresponde al vendedor. Debiera limitarse a describir el estado de la pieza, determinar su autenticidad y la existencia o no de defectos y reparaciones.

3.- Transparencia. Es absurdo que la mayoría de los comités y de los expertos individuales españoles no publique las reglas por las que se rigen sus trabajos, ni definan los términos que utilizan en la redacción de sus dictámenes. Véase a este respecto el proceder completamente distinto de la Philatelic Foundation 

4.- Expertos. Desde luego no se debe ser juez y parte al mismo tiempo, por ello lo ideal sería que el experto no fuera un comerciante profesional, pero ello parece hoy en día imposible en España y cuantos expertos individuales alardeaban de imparcialidad por ser ajenos al mundo comercial han acabado desarrollado actividades mercantiles importantes.

Lo que sí es posible, y sería deseable, es volver a la práctica que en su día siguieron los comités de expertos tras la lamentable experiencia de Exfima: que en un mismo comité no participen dos personas vinculadas a intereses comerciales comunes o de la misma empresa.

Por lo menos guardar un poco las apariencias porque, como citaba Plutarco «no basta que la mujer del César sea honesta; también tiene que parecerlo».

5.- Difusión de conocimientos. Sería beneficioso para la filatelia que, tanto los expertos individuales como los comités, ofrecieran información sobre sus trabajos, publicaran las novedades que se producen en el mundo de las falsificaciones, trucajes y reparaciones. Que dieran a conocer los criterios de autenticidad de determinadas piezas y de forma especial de aquellas que con el tiempo han variado.”

Soy consciente de que proponer semejantes cambios en los procedimientos de la expertización filatélica en España es muy poco político puesto que es una crítica que afecta a los intereses de importantes profesionales del sector. Pero, como veremos más adelante, me parece necesario abogar por una reforma en profundidad que clarifique un panorama con demasiadas sombras.

Normalmente las críticas desafortunadas o erróneas son rebatidas rápidamente con contundencia. Por el contrario cuando el juicio pone en evidencia vicios importantes y, al mismo tiempo, se ofrecen soluciones difíciles de rebatir, lo mejor es callar. Como decía el Quijote “peor es meneallo, amigo Sancho”. Esas proposiciones, efectuadas desde estas mismas páginas, no debían andar muy desencaminadas, porque los interesados han procurado mantener el más discreto silencio.

Daremos una vuelta de rosca al tema y ustedes mismos podrán juzgar.

Los señores expertos (actúen individualmente o en comités) se han convertido en pequeños dioses cuyos dictámenes revalorizan o devalúan una pieza en función de su simple parecer, sin sujetarse a una normativa específica, escondidos en la opacidad del silencio y el secretismo, ya que rara vez publican informes o estudios dando cuenta de su actividad, como tampoco responden a publicaciones que contradigan sus peritaciones ni se hacen responsables de sus posibles errores. En ocasiones sus tarifas son más que discutibles y, a veces, abusivas. Ahora bien, hoy centraremos el análisis en el segundo punto: los aspectos del sello que debe evaluar un perito y los que no.

El contenido de los certificados

Para fundamentar sobre bases sólidas una argumentación es preciso definir los conceptos de los que vamos a tratar. Y eso haremos con las dos cualidades más importantes de un sello una vez determinada su autenticidad: el estado de conservación y la calidad,

El estado de conservación

Consideramos como estado de conservación la condición en el que se encuentra una pieza filatélica en función del uso o utilización que ha experimentado. Así, a título de ejemplo, en el cuadro 1 se detallan los más habituales estados de conservación de un sello y en el cuadro 2 aquellos en los que solemos encontrar una pieza de historia postal :

Cuadro 1

Cuadro 1

Existe un amplio consenso sobre el concepto de “estado de conservación de una pieza filatélica” como lo hemos definido. Y así debe ser aplicado en las expertizaciones; pero no debemos mezclarlo con el concepto de calidad de conservación que es distinto. Mientras el estado de conservación hace referencia al uso que se ha dado a una pieza, la calidad de conservación contempla las posibles alteraciones cualitativas que se hayan podido producir a lo largo de su existencia. Por desgracia en la mayoría de los certificados se ignora esta distinción y se habla de conservación o estado de conservación mezclando ambos conceptos y otros en un “tótum revolútum”.

Cuadro 2

Cuadro 2

Entendemos por calidad el conjunto de propiedades inherentes a una pieza filatélica que permiten juzgar su valor (acepción primera del término calidad según el DRAE).

A partir de esa definición podemos establecer dos grandes grupos de cualidades por las que se puede evaluar la calidad: los inequívocamente objetivos y los sujetos a una calificación subjetiva.

Y aquí aparece el talón de Aquiles de los expertos.

Es razonable e incluso necesario que el experto detalle todos los aspectos de la calidad que se puedan valorar, medir o describir de forma objetiva y muy especialmente cuando no se muestran claramente visibles a los ojos de un profano. Por el contrario lo que si sobran son las valoraciones subjetivas. El parecer del experto en función de sus gustos, preferencias y criterios particulares no es necesariamente mejor que el de cualquier otro. ¿No se dice que sobre gustos no hay nada escrito?

El origen o motivo por el que nació la expertización fue para la defensa del coleccionista frente a las falsificaciones y trucajes de estafadores y reparadores; por necesitar a alguien que revelara aspectos que él no era capaz de ver en la pieza. Esa y no otra fue la razón para someter los sellos al examen del perito. Sobre todos los demás detalles visibles a simple vista, el coleccionista no necesitaba más que su propio criterio y el consejo de su proveedor: el comerciante en el que confiaba. Sin embargo, poco a poco, todo se ha ido condicionando al redactado de los dictámenes periciales hasta el extremo de tener que oír más de una vez: “yo compro (vendo) certificados, no sellos”. ¿Es eso razonable? ¿Es lógico llegar a ese extremo?

Antes de los años 1970 existieron diversos expertos (Antonio Roig, Gálvez, Pedro Monge, Aureliano Monge, Renato Critikian, Ricardo de Lama, Eugenio Llach, Francisco del Tarré, Tomás Monclús, etc). Sin embargo, salvo Roig prácticamente todos certificaban ocasionalmente únicamente sus propios sellos y el coleccionismo español en general depositaba su confianza en el único perito que ejercía esa actividad profesionalmente; así, la mayoría de los comerciantes citados también le entregaban sus sellos al propio Dr. Roig para su expertización.

Eso no sucede hoy en día. Vean la relación de quienes han certificado sellos como expertos filatélicos en España durante los últimos 20 años:

Germán Baschwitz Gómez

CEM – Comité de Expertos de Madrid

CMF – Círculo Madrid Filatelia

COMEX – Comisión de Expertos de Barcelona. (Comité afiliado a AIEP)

Carlos Echenagusía García

EFM – Expertización Filatélica de Madrid

Filatelia Llach

Francesc Graus Fontova (experto AIEP)

Mario Mirman

Alfredo Navarro Payá (experto AIEP)

Pedro Esteban Paredes

Enrique Soro Bergua (experto AIEP)

José María Sempere (experto AIEP)

Y, salvo error, todos ellos continúan en activo a excepción del fallecido Enrique Soro. Esa lista se duplicaría si incluyéramos en ella los expertos o comités de expertos extranjeros que peritan sellos españoles.

Parece evidente que un mercado como el español, por sus dimensiones, no precisa tanto experto. Entonces ¿a qué viene un número tan alto?

En mi opinión la causa principal es la desconfianza al pensar que no se valora la calidad de los sellos sometidos a examen con los mismos criterios y se ven con mayores o menores exigencias s según quien sea el propietario. Y algo de eso debe haber cuando vemos a quienes se ocultan como propietarios y, en lugar de hacerlo directamente, escogen la persona “más adecuada” para someter una pieza al examen de tal o cual experto o comité.

Descripciones sospechosas de parcialidad

Obsérvense las diversas formas de describir la calidad y rareza de un sello que podemos encontrar en los certificados españoles de los expertos antes citados:

Respecto a la conservación: “Perfecta”, “normal”, “buena”, “regular”, “correcta”, etc.

Sobre los márgenes: “buenos márgenes”, “grandes”, “amplios”, “normales”, “justos pero completos”, “márgenes completos”, etc.

Respecto al centrado: “buen centraje”, “muy bien centrado”, “regular”, “normal de la emisión”, “habitual de la emisión”, “aceptable”, “descentrado”, “centrado hacia abajo”, etc.

En cuanto al color: “fresco”, “muy bueno”, “bueno”, “intenso”, etc.

Para la rareza: “gran rareza”, “excepcional”, “apreciable”, “pieza muy rara y escasa”, etc.

Algunas descripciones son muy confusas ¿qué diferencia exacta hay entre “buena”, “normal y “correcta” conservación?¿Y entre centrado “normal de la emisión” y “habitual de la emisión”? ¿Qué es mejor un centrado “aceptable” o “regular”? ¿Cuáles son las características concretas por las cuales se dice de un sello que tiene el color “fresco”, “bueno”, ”muy bueno” o “intenso”?

Otras descripciones son pareceres subjetivo lo que a uno le puede parecer un ejemplar bien centrado otro más exigente lo considerará regular mientras que otros discutirán si los márgenes de una determinada pieza son “buenos”, “amplios”, “grandes” o “normales”.

Pero siendo esa confusa nomenclatura un problema, más grave es comparar diversos sellos y certificados y no encontrar razones coherentes por las que se ha descrito una pieza con uno u otro calificativo. No es extraño, pues, que surjan suspicacias.

A veces veces el certificado lo que parece es un argumento de venta en lugar de un peritaje. En otras ocasiones no está clara la razón por la cual de un sello se dice que tiene una “conservación normal”, si aparentemente mejor que otros valorados como “buena conservación”.

Hacia una normalización de los certificados.

Debieran ser los propios expertos los más interesados en poner orden en este guirigay. Pero si ellos no están por la labor, que actúen los coleccionistas a través de sus sociedades y de la federación nacional, la Fesofi. Que hagan algo los comerciantes a través de su asociación nacional.

Se debe exigir a los expertos que publiquen sus criterios de evaluación y el preciso significado de los conceptos básicos que utilizan. Que renuncien a emitir pareceres propios sobre aspectos cualitativos del sello y centren su análisis sobre los dos temas primordiales ¿Es auténtico o falso? ¿Tiene defectos o carece de ellos? Todo lo demás, no nos engañemos, es o puede ser, de alguna manera una manipulación.

¿Acaso los filatelistas son tontos o ciegos para necesitar que se les diga cómo es lo que ya se ve a simple vista? No nos hablen de márgenes y centrados y demás aspectos que se ven y no precisan explicaciones. De resaltar las cualidades ya se encargará el comerciante vendedor. Lo que hay que describir es si tiene algún defecto; pero si no lo tiene basta con decir que carece de ellos y cualquier otro comentario en un certificado sobra.

Otra cosa es que el coleccionista pida un consejo comercial, con independencia acerca de si un experto debe o no entrar en ello, ahí si puede volcar todas sus opiniones personales; pero esa no es la función específica de la expertización, y no debiera incluirse como contenido de los certificados; a no ser, claro está, que lo que se pretenda es influir en el mercado.

 

 

 

 

 

 

Nota:
[1] Ver “Los criterios de calidad. Buceando en la Historia de la Filatelia LXXXIX y XC”, revistas RF de Edifil, abril y mayo, 2012.