«¡Quen teña honra, que me siga!
María Pita, 1589.
Primavera del año 1589. Una armada inglesa comandada por Sir Francis Drake llegaba al puerto de la capital gallega para conquistar La Coruña. El primer desembarco inglés causó a los españoles más de 500 heridos y la toma de la parte baja de la ciudad. El asedio a la parte alta se vio frenado por la muralla; pero sobre todo por la encarnizada defensa que opuso tanto la guarnición como la población en la que se incluyeron niños y mujeres. En un momento determinado, un alférez inglés encontró la brecha por donde introducir sus tropas burlando las defensas.
Y allí surgió la figura de doña María Mayor Fernández de la Cámara y Pita popularmente conocida como María Pita. Ella, que resultó viuda de su segundo esposo en esa batalla, al grito de «¡Quen teña honra, que me siga!» se lanzó contra el oficial inglés causándole la muerte ante el desconcierto de unas tropas que fueron obligadas a batirse en retirada.
María Pita sigue siendo hoy la heroína más célebre del pueblo gallego. Era acertado, que en 1989 con motivo del cuarto centenario de aquella epopeya, se celebraran diversos festejos, entre los cuales se incluyó uno de filatelia: Expofil VI.
Este año se han cumplido el 25 aniversario de ese certamen.
La exposición de María Pita hoy sigue siendo noticia.
La exposiciones de sellos suelen ser noticia cuando se anuncian y cuando se celebran; pero normalmente su recuerdo queda relegado a los papeles o, cuando más, incorporadas al currículo de los coleccionista que en ellas obtuvieron algún galardón. Algunos se preguntarán qué tuvo de especial aquella muestra para afirmar que, a diferencia de la mayoría, sea actualidad 25 años después de su clausura.
Hay una respuesta es inequívoca: la filatelia española pide a gritos recuperar el espíritu de sus organizadores y el ambiente en el que se desenvolvió. Aquella exposición fue atípica pues reunió a la mayoría de las mejores colecciones de filatelia e historia de nuestro país con carácter no competitivo.
Cuando vemos en esa foto a la mayoría de los expositores que asistieron y constatamos la mayor parte ya no están entre nosotros, es natural experimentar los sentimientos de tristeza generados por la ausencia de quienes con sus valores humanos compartieron nuestra vida de coleccionistas .
Resulta notable que los sentimientos de añoranza sean infinitamente más fuertes respecto a esas personas, que el recuerdo de las importantes colecciones que su esfuerzo, su saber y sus posibilidades llegaron a forjar. Ahí radica mi convicción en la necesidad de reflexionar sobre la organización de los certámenes filatélicos.
Ferias, feriantes y exposiciones
Las exposiciones tienen sus orígenes en las ferias.
Conocemos la existencia de ferias comerciales en antiguas civilizaciones como la egipcia, la griega o la romana. Pero será a partir del siglo XII cuando las ferias cobraron importancia en Europa. La más relevante en nuestro país sería la de Medina del Campo aunque seguramente la más antigua, y que sigue celebrándose en la actualidad sea la de Albacete, cuyos orígenes se remontan a principios del siglo XIII.
El carácter de las ferias ha sido, y es, esencialmente mercantil. Las primeras ferias filatélicas españolas fueron los mercadillos dominicales de los cuales el más antiguo es el de Barcelona establecido a principios del siglo XX.
En cuanto a las exposiciones, donde prima el carácter expositivo sobre el comercial, sabemos que una de las primeras que contó con una colección filatélica (en ese caso de lo que hoy llamamos filatelia fiscal) fue la Feria de Exposiciones de Madrid de 1873 como adelantaba la Gaceta de los Caminos de Hierro del 14 de septiembre de 1873: «Hasta el día figuran ya entre los inscritos (…) también algunos objetos raros, como por ejemplo una numerosa colección de papel sellado desde su origen hasta nuestros días y a la cual sólo le faltan uno ó dos tipos de los que han existido».
Años más tarde (La Ilustración Española del 22 de diciembre de 1879), el Dr. Thebussem nos recordaría en su «Quinta y última carta para el correo a Miss Alba Terry, etc., etc, en Ivy Castle» desde la «Dehesa de Ben-Haluz (Medina Sidonia)«, que esa colección, propiedad de José María Provanza y Fernández de Rojas fue galardonada en aquel certamen con una medalla de plata.
Pero tuvo que alcanzarse el siglo XX para que comenzaran a celebrarse las primeras exposiciones específicamente filatélicas en España. Como era costumbre en todo evento de filatelia, por aquel entonces no se hacía distinción entre coleccionistas y comerciantes y todos participaban unidos por el común interés en la filatelia y el coleccionismo de sellos.
Los años irían marcando distancias entre ambos colectivos hasta crear tres estamentos diferenciados:
1.- Los coleccionistas. Entre los cuales unos gustaban participar en certámenes que reconocieran con galardones los conjuntos que exponen y otros que prefieran reservar a la intimidad de únicamente los más allegados el disfrute de sus colecciones y no las exponen públicamente.
2.- Los profesionales de la filatelia fueron en buena medida postergados al ámbito de lo meramente mercantil. El concepto genérico de feriante que la Real Academia define como «Concurrente a la feria para comprar o vender» se fue adquiriendo progresivamente de un carácter peyorativo para designar a los comerciantes que participan en las ferias sin incluir en dicho concepto a los coleccionistas que a ellas acuden a comprar.
3.- Un tercer estamento surgió al amparo de la organización de las exposiciones: los dirigentes de sociedades y federaciones de coleccionistas. Para algunos de ellos parece que su máxima aspiración es la de medrar en los organismos filatélicos para obtener reconocimientos sociales, viajar con los gastos y dietas pagados, dándose, a veces, la circunstancia de no ser ni siquiera coleccionistas en activo. Sería injusto generalizar ese comportamiento; pero tampoco no faltan ejemplos que pudiéramos citar.
El espíritu de «María Pita»
El espíritu de la Exposición de María Pita, que llamamos a recuperar, es el de la convivencia de aficionados a la filatelia sin otro bagaje que la pasión por la filatelia, el ansia por compartir conocimientos y hallazgos para aprender los unos de los otros.
Las exposiciones competitivas no deben desaparecer, pues para muchos la lucha por el reconocimiento es un estímulo necesario.
Pero debemos recuperar y alentar aquellas en las que no sea preciso competir, en las que la prioridad sea de los valores humanos y no de los intereses personales; certámenes que no estimulen la seducción por las piezas de elevado valor económico, sino de mayor significación filatélica o postal.
Nota
Para quienes tengan interés o curiosidad por conocer cómo se desarrolló la Exposición de María Pita, puede acudir a la lectura de la crónica que escribió José Antonio Navarrete bajo el título «Lo que vi en La Coruña» a lo largo cuatro artículos en la Revista de Filatelia (RF) en los números 244 (octubre de 1989) a 247 (enero de 1990).
Es también de sumo interés el catálogo editado en dicha ocasión donde, a lo largo de sus 150 páginas, los propios expositores describen cada una de las 53 presentes en el certamen.