Actualidad, Opinión — 14 de marzo de 2015

La guerra de dos mundos

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Algún sucedido reciente ocurrido en el ámbito de la filatelia española parecen demostrar la actualidad de este texto publicado en la revista de la Sociedad filatélica Sevillana, Atalaya Filatélica, en 2011

 

Cúpula del Palacio Federal de Suiza.

Cúpula del Palacio Federal de Suiza.

No quisiera que el título indujera a engaño. “La Guerra de los mundos” es la célebre obra de ciencia ficción publicada por Herbert George Wells en 1898. Por primera vez en la historia se describía en ella un ataque alienígena a la Tierra. Aquí no tratamos de alienígenas sino de filatelistas.

La finalidad de este artículo es completamente ajena al argumento de aquella novela. Se trata de exponer en un par de pinceladas dos diferentes formas de entender y vivir nuestra afición coleccionista.

En la Filatelia conviven dos mundos diferentes, dos realidades en buena parte incompatibles e irreconciliables. De ahí que permanentemente estén enfrentados y en ocasiones en plena guerra. Son hijos de dos concepciones distintas de la vida, de dos escalas de valores y consecuentemente de dos comportamientos éticamente diferentes.

En ese universo global de del coleccionismo, una parte de sus miembros actúan, en buena parte, intentando no estar sometidos a reglas. Su proceder habitual lo podríamos sintetizar en la expresión “ancha es Castilla”. Por el contrario otros se sujetan a códigos de comportamiento y subordinan su actuación a principios superiores de convivencia.

Aún podemos ir más allá y comprobaremos la existencia de esos mundos en cada una de nosotros mismos cuando hemos de optar por uno de ellos cada vez que debemos tomar una decisión sobre nuestra manera de comportarnos.

De hecho no se trata mas que del eterno problema del bien y del mal aplicado a la Filatelia. Un dilema presente en todas las culturas, en todas las filosofías y en todos los credos,

 

“Ancha es Castilla”

Centremos nuestra atención en aquellos lejanos tiempos en los que España todavía no era España, pero se fraguaban las bases de su futura constitución a través de la reconquista al moro de los territorios invadidos. El centro de la península, posteriormente bautizado como Castilla, tierra de castillos, eran extensos campos recién incorporados a los reinos cristianos; tierras de nadie pendientes de ser ocupadas. Eran zonas inmensas a la espera de asentamientos de colonos e individuos que se instalaran allí para desarrollar cualquier actividad o negocio. Se trataba de un lugar que permitía emprender acciones prácticamente sin ningún tipo de limitación, con libertad absoluta.

Los casi infinitos horizontes de la meseta se presentaban como un paradigma de libertad. De ahí, que la frase “ancha es Castilla” haya venido a definir una situación de obrar con plena libertad y convirtiéndose en una consigna, en un grito de aliento a no sentirse compelido, forzado o intimidado por nada ni por nadie.

Con el tiempo ha venido a ser la expresión de la primacía de la propia voluntad individual, de la utilidad particular, del quehacer en beneficio propio. Un actuar carente de las cortapisas, limitaciones o barreras de intereses sociales, colectivos o solidarios, e incluso, en el extremo último, del sometimiento a leyes, códigos éticos o principios morales.

Los miembros de cualquiera de los estamentos filatélicos: Coleccionistas, Directivos de sociedades, Editores de catálogos, Comerciantes y Expertos somos susceptibles de dejarnos llevar por esta corriente propicia a generar consecuencias destructivas.

UNUS PRO OMNIBUS web“Unus pro omnibus, omnes pro uno”

En el extremo contrario se encuentran quienes tienden a someter su voluntad individual al interés general.

Al entrar en el Palacio Federal en Berna, si levantamos los ojos hacia la cúpula, contemplaremos la representación de los 22 cantones que tenía Suiza en el momento de construirse el edificio. Fijémonos en su parte central y podremos leer, encima y debajo de la Cruz Helvética (la cruz griega del escudo de Suiza), la enseña latina “Unus pro omnibus, omnes pro uno”; traducida al castellano:“Uno para todos y todos para uno”. Está considerado el lema oficial de Suiza, aún cuando no lo recoja explícitamente su constitución.

Es posible que para muchos la frase sea más conocida por lo popular que la hiciera Alejandro Dumas como divisa de los Tres Mosqueteros. En cualquiera de los casos ilustra la línea de conducta propia de otra parte de la filatelia: la solidaridad, el compañerismo, la fidelidad, la cooperación.

Una actividad cuyas características son la atenta observación, el estudio pormenorizado, la meticulosidad, la paciencia a partir de las cuales se comparten hallazgos y saber con otros filatelistas. Son virtudes tradicionalmente asociadas al coleccionista. El coleccionista ha sido, desde sus inicios, un individuo que trabaja en solitario para después compartir generosamente sus resultados con los demás a través de sociedades, exposiciones, tertulias, reuniones o publicaciones. Ese proceder es el que da valor a nuestra afición y constituye una fuente de satisfacción. Es el agua fresca que frena el avance del mercantilismo y la pérdida de valores de una sociedad eminentemente materialista y sin sentido de la trascendencia.

Imaginemos un universo filatélico conquistado mayoritariamente por el mundo de quienes siguen con fidelidad el lema “uno para todos y todos para uno”. Sería un mundo en el que se generalizarían las actitudes más positivas que no siempre encarnamos.

Expertos  y Comerciantes recorrerían juntos su camino. El servicio al coleccionista sería prioritario, aunque haciéndolo compatible con el legítimo lucro comercial de su actividad profesional.

 Los Editores de catálogos darían primacía a una información técnica veraz en sus obras para facilitar la formación del coleccionista. El valor pecuniario del sello sólo sería una dato más. En ningún caso se permitiría que nadie instrumentalizara una política de precios a través del catálogo para su lucro personal.

Los Directivos de sociedades filatélicas patrocinarían un asociacionismo cuyo finalidad sería el avance de la ciencia filatélica y el desarrollo de nuestra afición por medio del apoyo al coleccionista. En ellos brillaría la actitud de servicio y serían ajenos a protagonismos, honores o prebendas como sucede ahora en algunas ocasiones.

Los Coleccionistas dejarían de ser las víctimas de los demás. No sólo serian los grandes protagonistas de la Filatelia, sino sus mayores beneficiarios. Entre ellos primaría la colaboración por encima de la competencia, las envidias  o los recelos. En las exposiciones lo importante no sería tener más o saber más que los otros, sino compartir lo propio con los demás.

Políticamente incorrecto.

El lema es “uno para todos y todos para uno”. El orden de los factores es fundamental. No vale el “todos para uno y uno para todos”. La acción debe comenzar con la generosidad propia hacia los demás a la espera de que llegue la de los demás para con uno (algo que nunca tendremos garantizado vaya a suceder y que, de hecho, la mayor parte de las veces no ocurre).

Y aquí nos adentramos en un terreno que pisarlo puede considerarse políticamente incorrecto.

El tratar de valores o principios morales en abstracto, en sus conceptos generales, no supone problema alguno para nadie, simplemente se trata de algo que no está de moda y menos  en una publicación filatélica.

Pero si tratamos de la puesta en práctica de valores en los que teóricamente todos confesamos creer, pero la mayoría incumplimos… Ah! Entonces todo cambia. Se pueden herir susceptibilidades. Hay que callar, dicen, con el pretexto de no ofender a quienes tengan otras formas de pensar.

Pero no es así. Quienes realmente se sienten afectados son los que que en el fondo de sus conciencias comulgan con las mismas creencias, pero no las siguen en su vida cotidiana.

Pese a la supuesta incorrección, discúlpeme el lector, continuaré no sin antes hacer una matización.

En la vida no existen buenos y malos. No seamos maniqueos. Sólo hay hombres imperfectos, Hombres que participamos del bien sin llegar a encarnarlo plenamente. Todos tenemos algo de bueno y también algo de malos bichos. Una parte de nosotros se adhiere a esa concepción virtuosa por la que abogamos y otra parte de nosotros mismos, de la que seguramente nos avergonzamos, sigue los derroteros de la que criticamos.

Por eso decíamos al principio que esos dos mundos libran su batalla dentro de nosotros mismos.

¿Iluso?

Preconizar un mundo regido por la generosidad.

Habrá quien pueda tachar de iluso a quien piense de esta manera; afirmarán que ese concepto de la sociedad carecerá siempre de base real: nunca dejará de ser una mera ilusión, una fantasía, un sueño, una quimera.

Ciertamente quien cree y se rige por ilusiones, fantasías y quimeras es un verdadero iluso. Como lo es quien sedeja llevar por los sueños y vive ajeno a la realidad.

Pero cuando nos referimos a una filosofía de vida sintetizada en el lema “uno para todos y todos para uno”, no hablamos de una quimera, ni de una fantasía. Nos referimos a un modelo, a un objetivo, una meta, un deseo, una aspiración.

Hoy muchos se sienten indignados con una sociedad, y también con una filatelia, que se rige exclusivamente por objetivos materiales de rentabilidad económica y beneficio personal. Hoy sobran indignados y faltan quienes aporten los valores que echan de menos tantos descontentos.

Necesitamos idealistas, gentes capaces de vivir por unos ideales, aún en perjuicio de consideraciones prácticas. Eso no es ser un iluso. Si miramos a nuestro alrededor encontraremos ejemplos a seguir. Es fácil verlos en nuestras sociedades aportando silenciosamente su trabajo a favor de los demás sin recibir otra cosa a cambio que la satisfacción del buen obrar.

Es preciso que el liderazgo de nuestros grupos sociales lo asuman personas con ideales. Sujetos que se hayan fijado un arquetipo, un modelo ideal, hacia el cual dirigirse; que tengan un conjunto de convicciones y creencias que orienten su actuación.

Se me podrá argüir que el mundo así diseñado es una utopía. A esto no me voy a oponer. En el fondo todo ideal social es utópico porque en el mismo momento de formularlo sabemos que es irrealizable, al menos en su plenitud.

Pero no preconizamos eso. Buscamos que el principio “uno para todos y todos para uno”,  inalcanzable en su grado máximo a nivel social, sea asumido como norma personal y rija los pensamientos y las conductas de cuantos más mejor.

No hablamos de ficciones, no caemos en alucinaciones, ni nos recluimos en un mundo imaginario. Aspiramos a un objetivo de mayor perfección que la realidad actual.

Queremos un mundo mejor, una filatelia mejor.

Si todos pusiéramos un poco más de generosidad en nuestras vidas, o lo que es lo mismo, fuéramos menos egoístas, daríamos un importante paso adelante.