(siglos XIV a XVIII)
De la Historia y la leyenda V
Publicado en el nº 9258 de Las Noticias, Barcelona, viernes 30 de diciembre de 1921.
Omitiendo cuantos antecedentes pudiéramos consignar sobre correos en la época romana, no porque no existan o deben de tener interés, sino por hacernos desviar demasiado de nuestro objetivo, debemos ir de lleno a la Edad Media.
Los correos, en el siglo XII, existen organizados por el Soberano, las Ciudades o los Prelados y Magnates, si espíritu de clase u oficio. En el siglo XIII, los correos reales usaron uniforme especial, ya en tiempo de Jaime I, que se distinguía por sus pantalones blancos y por ostentar el escudo real en sitio visible. Les hallamos establecidos en características hospederías. Siempre se les da el nombre de «correus», que arranca del romano »cursores», y a veces, a los de caballo, el de «troters•, como en castellano, pues, «troteros» también se les denomina en Burgos en 1396. Empleáronse, asimismo, para la conducción de la correspondencia, a los «munters» o monteros y a los «saigs» o alguaciles. Este último cargo, en poblaciones secundarias , algunas veces lo vemos unido al de correo, sobre todo después de las Cortes de 1283, que se ocuparon de esta materia y ordenaron poner en la «bustia» o bolsa el escudo o signo de la Veguería. Con esta disposición coincide el llamarles «troters de bustia», a fines del siglo XIII. Más adelante dióse a la «bustia» el nombre forastero de «cerro» (primera mitad de siglo XV). Del 1460 al 1500, denominase al correo de Flandes “correu d’escarcella».
Durante el siglo XIV son diversas las ordenanzas sobre correos, emanadas de entidades distintas. Ya que los correos eran de tres clases distintas en Barcelona: reales, locales o de la Ciudad, y generales, esto es, los que estaban a disposición de autoridades y de particulares que solicitaran sus servicios. Los últimos, unas veces tenían por su cuenta “hostal de correus” y otras se adscribían a determinado hostal o parador. Prestaban el servicio “per ses jornades”, esto es, a pie o a caballo. Se distinguían con el epíteto de “correus volants” a los correos rápidos. En las poblaciones conceptuadas fin de jornada, hallaban posadas especiales, donde había caballos de recambio y toda clase de asistencia. Estaban regidas por los “hostes de correus” o “mestres de postas”, considerados como funcionarios públicos y a los que, ya en el siglo XIV, se imponían determinados deberes y gozaban de estimables privilegios.
Siendo los correos un personal en constante movimiento y hallándose sus hostes disperses por múltiples Municipios y aún en diversos reinos, no les resultó cosa fácil constituir cofradía o gremio. Los estatutos de 1395 para régimen de la hueste gremial barcelonesa, estableciendo el uso de las distintas banderas gremiales, determinaron que los “hostalers e revenedors qui no seran de algún office, aventurers e ‘correus’, hajen affer penó ab aquell senyal quels plaurá”
Pero a raíz de este hecho, en 1397, fue creado un organismo gremial de correos agrupándose en Barcelona los de Cataluña y Valencia y quizás los de Aragón. Arnau Gasió, que tenía hostal de correos en la plaza de la Boira, custodiaba el paño mortuorio y otros objetos de la comunidad, al comenzar el siglo XV.
No existe fundamento para afirmar que la cofradía de correos barcelonesa existiese desde e siglo XII, como hizo constar José Puiggarí y el doctor Thebussem, que le siguió. Se partía de la equivocación de suponer relacionado con la cofradía de correos el acto benéfico del opulento comerciante Bernat Marcús, de fundar la institución que todavía lleva su nombre. Marcús construyó en 1166 un hospital con su capilla y cementerio anejos, fuera de murallas, con frente a la vieja carretera romana del Vallés, que a la sazón se iba convirtiendo en la calle “dels Carders”. Este y otros hospitales diseminados por la ciudad se refundieron en 1400 en el grandioso llamado de la Santa Cruz. Entonces quedó sin aplicación la capilla.
En este tiempo algunos correos se congregaron, constituyendo otra cofradía distinta de la 1397 que llevaba vida anémica. El hoste Gasió resistió entregarles los objetos de que era depositario (10 de agosto de 1417); pero el Nuevo organismo obtuvo toda la sanción oficial por virtud del privilegio que le otorgó en Valencia el rey Alfonso en 10 de septiembre de 1417, ampliado en 2 de octubre de 1417. De poco sirvió ya la oposición que hicieran algunos
antiguos hostes y correos valencianos y barceloneses. Desde aquel mismo año hállase domiciliada la cofradía de correos en la capilla de Marcús y creemos deberse a este hecho el que la titular del pequeño temple se cambiara por Nuestra Señora de la Guía, que siempre más ha subsistido. Del siglo XV es la ennegrecida tabla de San Cristóbal, clavada en la pequeña galilea o pórtico de la capilla: pintura que permaneció intacta a pesar del total incendio del 1909. También el reino de Aragón tuvo a San Cristóbal por patrón de los viandantes, como es de ver en Sixena; pero no así el de Castilla, indicando como a tal patrón Alonso de Meneses en su “Reportorio” del 1650, al apóstol San Jaime.
Constituyose la Cofradía de Correos de la Capilla de Marcús con todos los hostes y correos de Cataluña, Valencia y Aragón, no existiendo ejemplo análogo en las demás organizaciones gremiales coetáneas, basadas en oficios que radicaban solo en nuestra ciudad. Su arraigo se manifiesta con nuevos privilegios obtenidos en 12 de Marzo y 6 de Julio de 1421 y en los años de 1445, 1488, etc. Adoptó por símbolo un correo a caballo tocando la trompa de caza. No hubo ya otra cofradía de correos, subsistiendo hasta alborear el siglo XIX. No cabe que sea confundida con otra cofradía que se estableció en 1599 de los “Misatgers de la Cort del Veguer”.
En el siglo XVI, un hecho hubo de poner a prueba la consistencia y solidez de la Cofradía de Correos barcelonesa. Reinaba en Castilla doña Juana, por muerte de su madre doña Isabel; y en 1506 vino a desempeñar la regencia del reino su esposo Felipe el Hermoso, al cual, por ser rey consorte, no debieran haberle dado entrada los castellanos en la cronología de los Felipes que han reinado en España, dejándole de llamar Felipe “Primero”. Así, unos y otros habríamos andado conformes en la nomenclatura de los reyes Felipes subsiguientes. Entre los extranjeros de que vino rodeado Felipe el Hermoso, figuraba Francisco de Taxis, originario del Tirol, hijo de Roger de Taxis organizó en 1451 el servicio de Postas y Janet de Taxis obtuvo de Maximiliano I, en 1493, el nombramiento de jefe superior de todos los servicios postales, Y Felipe creó asimismo para Taxis el cargo de Maestro Mayor de Hostes, Postas y Correos de todos sus reinos (1506).
Al fallecer, en 1516, nuestro rey Fernando II el Católico, los tres sobrinos de Francisco de Taxis, también difunto, Bautista, Mateo y Simón, obtuvieron de Carlos I que les confirmara el cargo de su tío, hacienda de él cabeza a Bautista (Zaragoza 28 de Agosto de 1518). No contentos con esta merced, trataron de extender a Cataluña, Aragón y Valencia su título de Maestro Mayor de Postas. Y aquí se toparon con la Cofradía de Marcús.
Alzáronse contra este nombramiento los hostes de correos de Barcelona, Pedro Juan (Octubre de 1519), y de Valencia, Bernardino de Ayala. El tribunal de la Cort del Veguer falló en pro de los privilegios de la Cofradía de Marcús. Al apelar del fallo Juan de Carriaco, procurador de los Taxis, ante la Real Audiencia, tuvo la audacia de expoliar de sus cargos a nuestros hostes de postas. Acto que no toleró el virrey de Cataluña, el arzobispo Pedro de Cardona, mandando reintegrar en sus cargos a los Maestros de Postas Juan y Ayala (26 de Julio de 1521).
Interesante resulta la intervención de la Cofradía de Marcús, en constante oposición al supremo cargo de los Taxis, obteniendo sentencias y actos favorables a su autonomía. Carlos I, en 1539, aceptó la terna que le presentó la Cofradía en conformidad con los privilegios del 1488, y de ella eligió para Correo Mayor a Antonio Ferrán, sobrino de Pedro Juan.
Tampoco los Taxis se descuidan y Juan, hijo de Ramón, logró en 1556 la confirmación del cargo de su padre de Correo Mayor “con la expresión de averse incluido siempre en él, los de Castilla, Aragón y demás partes en que podía proveer S.M.”. Por sus relevantes servicios como embajador en Inglaterra, el Rey le concedió el título de Conde de Villamediana (12 de Octubre de 1603) y le vincula por durante tres vidas el cargo de Correo Mayor General de sus Estados.
Por medios indirectos se procuraban y obtenían la misma vinculación del propio cargo en Barcelona la familia Ferrán. En 1554, el Rey concedió a Antonio Ferrán poder traspasar el cargo de Correo Mayor a su hijo Antonio Juan; y el ultimo, ya en pleno ejercicio del oficio, en 1605, obtiene para su hijo Felipe el nombramiento de adjunto; primer paso para obtenerlo luego definitivamente. El poderoso e influyente conde de Villamediana, esta vez, por hacer algo, refrendó el nombramiento real. Que el cargo del conde tampoco oficialmente lo reconocían nuestras autoridades lo pondremos de manifiesto en un hecho. Los Concellers de Barcelona diéronle las gracias a Juan de Taxis por haberles notificado el nacimiento de un príncipe, y en el sobrescrito de la carta le titularon “Correu Maior de Castella” (13 de Abril de 1605).
Tampoco logró el Segundo conde de Villamediana apear a los Ferrán de su cargo de Correo Mayor de Cataluña, cuya familia continuaba ejerciéndolo en 1652, al reincorporarse nuestro Principado al reino de España, después de los once años de pertenecer al reino de Francia.
Como muy digna de ser conocida la personalidad del galante Segundo conde de Villamediana, escritor y palaciego atrevidísimo, cuyo misterioso asesinato tanto dio que hablar en la Corte de Madrid, pensamos dedicarle el artículo siguiente (Ver el artículo reproducido en esta misma sección “El Correo Mayor Juan de Tarsis” / De la historia y la leyenda III).