España, Historia Postal — 25 de febrero de 2004

La prefilatelia no es sólo marcofilia

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En un artículo publicado en la revista R.F. bajo el título “Las primeras marcas prefilatélicas de origen españolas” (Bucendo en la historia nº 44), finalizaba con un alegato en favor de profundizar en el estudio de la historia postal, subtitulando dichos párrafos exactamente igual que el presente artículo: “La prefilatelia no es sólo marcofilia”. Ahora ampliaré, aunque sucintamente aquellos argumentos recordando algunos errores que se cometen en el campo de la Prefilatelia cuando se soslayan aspectos tan importantes como es el estudio de la Historia Postal.

LA FUERZA DE LA LETRA IMPRESA
Es cierto que la palabra impresa tiene un amplio efecto sobre un gran número de consumidores. No en vano esa es una de las armas de la publicidad. El consumidor actúa con frecuencia siguiendo impulsos instintivos y no de forma reflexiva. Es por ello que quienes han querido manipular el mercado siempre han estado atentos e intentado actuar sobre publicaciones y catálogos (catálogos en general y de subastas en particular). Pero el tema de los catálogos lo trataremos en otra ocasión.
El problema de difundir por un medio escrito un concepto erróneo es que lo propagamos a todos aquellos que, carentes de sentido crítico, lo aceptan como verdadero y a los, que confiados en el teórico saber del autor, dan por buenas sus afirmaciones. Por eso hay que ser muy prudentes antes de entregar a la imprenta un texto. Por lo general, resulta una medida inteligente darlo a revisar a otros estudiosos en la materia de que trate, sobre todo cuando el autor no es un verdadero erudito en aquello sobre lo que escribe. Pero eso requiere unas dosis de humildad que no todos alcanzan a lograr en esta vida.
Un error de concepto siempre tiene su importancia. Pero si la publicación que la contiene es una obra meritoria por otros aspectos la debemos considerar como algo grave, puesto que es una trasgresión de la verdad, del conocimiento científico: estamos diciendo de una cosa lo que no es, que la estamos esparciendo con la autoridad, el prestigio que le conceden los otros valores de ese trabajo.
Veamos unos ejemplos a través de una obra de consulta insustituible para el coleccionista de marcas prefilatélicas: el libro de Guinovart y Tizón de la que esperamos, con ansiedad, ver la anunciada tercera edición ampliada a cuatro tomos y, suponemos, debidamente corregida.

ERRORES DE LA MARCOFILIA CUANDO PRESCINDE DE LA HISTORIA POSTAL
La catalogación y valoración de las marcas prefilatélicas no puede limitarse únicamente al dibujo y tinta de la marca, a determinar dónde ha sido estampada y si se conoce un mayor o menor número de cartas en las que se haya estampado.
Metodológicamente un trabajo de catalogación de marcas prefilatélicas exige, antes que nada, establecer el significado postal de las diversas clases de marcas que van a ser referenciadas. No conocer ese significado nos conduce a disparates tales como:

1. Denominar MARCAS DE FRANQUICIA a lo que son MARCAS DE FRANQUEO. Las marcas “Franca”, “Franco”, “Franca en…”,” Franqueado en …”, etc. Son marcas de franqueo, no marcas de franquicia.
Las marcas de franquicia son aquellas que indican que la carta en las que están impresas no requiere pagar porte, es decir, que está exenta de su pago porque su transporte por el correo es gratuito en función de la persona o entidad que las remite o que las recibe. Por el contrario MARCAS DE FRANQUEO son las que indican que los portes del efecto postal en el que hayan estampadas, han sido pagados en origen.
Hay quien las denomina “marcas de franqueo previo”, pero eso es otra tontería. Hablar de franqueo previo es una redundancia que ya criticó hace más de un siglo el Dr. Thebussem, pues el hecho de franquear es sinónimo de hacerlo previamente; no se puede franquear en destino, en destino lo que se hace no es franquear, sino pagar los portes de las cartas que llegan a portes debidos.

2. Otra herejía postal: Definir la mayoría de las marcas “PP” como marcas de previo pago.
El previo pago de los portes es el franqueo. Si el significado de las marcas “PP” fuera realmente el de “previo pago”, habría que clasificarlas en el mismo apartado de las marcas de franqueo. Ese es el caso, por ejemplo de la marca “PAGO EL PORTE EN VITORIA” que, según todos los indicios es una marca de franqueo con idéntico significado al de las posteriores “FRANCO/VITORIA”.
Pero lo peor es que, en la mayoría de los casos “PP” no quiere decir “PORTE PAGADO”, sino “PORTE PARCIAL”, y eso tampoco es una novedad que vayamos a descubrir ahora. Cualquiera que haya leído al Dr. Thebussem sabe que hace 125 años él ya lo escribió y antes que él lo escribiera, podemos encontrarlo en textos legislativos de Correos.
Esas marcas “PP” (de porte parcial) pueden y deben asimilarse a las de “Porte pagado hasta la raya” que es lo que quiere decir “porte parcial”. Lo que se pretende al estampar esas marcas es precisamente indicar que el porte no ha sido pagado totalmente, sino que se ha pagado sólo hasta la frontera y el receptor deberá abonar los portes que correspondan al resto del recorrido del efecto postal, desde la frontera hasta su destino..
Es verdad que a lo largo de la historia las marcas “P.P.” han sido utilizadas para fines diferentes. Hay que saber cuando las marcas “P.P.” significan porte parcial, cuándo porte periódicos y cuándo querrán decir porte pagado para que su clasificación sea correcta.
Hay autores que cometen errores, como el mencionado, que no se dan el la bibliografía que ellos mismos citan como consultada: La razón es que muchos, cuando escriben, citan una bibliografía de la que únicamente han leído el título.

3. Otra: Llamar “MARCAS DE LOS RECADEROS CATALANES” a lo que hoy sabemos son marcas de intervención de Administradores de Correos de Barcelona. Si con algo de rigor científico nos hubiéramos limitado a clasificar esas marcas confesando que ignorábamos su verdadera significación postal, en vez de acudir a la invención o a las suposiciones, habríamos evitado la elucubración fantasiosa del texto con el que se introduce ese apartado en el catálogo de prefilatelia actual.

4. El desconocimiento de la historia postal también nos llevará a otros errores como el de clasificar las marcas “INDIAS E ISLAS DE BARLOVENTO” en un apartado independiente olvidándonos de las marcas “ESPAÑA”, que son de la misma naturaleza. O se clasifican todas juntas en un capítulo bajo el título de “Correo Marítimo” (y entonces hay que añadirle otras más) o se clasifican en todas aquellas administraciones en las que fueron utilizadas.

Más allá de que se deban definir con claridad los conceptos de historia postal que expresan las diferentes marcas, es necesario definir los criterios clasificatorios seguidos y generalizar su aplicación. No podemos seguir unos criterios para reunir y clasificar unas marcas y otros diferentes para otras. Los principios que deben iluminar esa recopilación y ordenación de marcas han de ser extraídos de la historia postal y aplicarse de forma universal. De esa forma evitaríamos incoherencias como:

1. En una primera época no se catalogaba ninguna marca manuscrita (en España, que no así en otros países más cultos). Posteriormente se incluyeron las marcas manuscritas de certificado; pero no las de franqueo, ni las de abono que, por lo menos en algunas ocasiones se citaba su existencia. Y se omitía cualquier mención a otros tipos de marcas manuscritas (de origen, cosarios, etc).
Uno se pregunta: ¿Por qué esa discriminación? ¿Existe acaso algún criterio objetivo para esos tratos tan diferentes a unas y otras marcas?

2. ¿Por qué olvidar cualquier marca anterior a 1717? ¿Acaso porque en su inmensa mayoría son manuscritas? Ese argumento carecería de rigor y, en todo caso, conduce a olvidar los orígenes de la historia postal moderna. Además, por esa razón no se tendrían que catalogar las marcas manuscritas de certificado.

3. ¿Por qué ignorar las marcas de los encaminadores? ¿Por qué eliminar hasta la cita de su existencia?

4. ¿Por qué no hacer mención alguna al correo español en lo que actualmente son otras naciones europeas cuando sí se catalogan las marcas postales (aquí tampoco se incluyen las manuscritas) de los Virreinatos españoles en América?

5. ¿Por qué incluir en la prefilatelia española las marcas de la administración postal civil francesa de los territorios españoles anexionados por el invasor galo y en cambio excluir las marcas de su correo militar? …

Pero aparte ya de esos (y otros) errores y omisiones en la catalogación de las marcas, para poder determinar su verdadero valor, en primer lugar hay que tener en cuenta el nivel de demanda del coleccionismo, ya que no es sólo la oferta, sino ésta en conjunción con la demanda la que determinará su precio de mercado. Y, más allá de su valor pecuniario, del dinero que en el mercado se pueda obtener por una marca, y saber su auténtico interés coleccionista, la pieza requiere algo más que la rareza de la marca, necesitamos ubicarla exactamente en su correspondiente contexto y eso nos lo dará la historia postal

En un próximo escrito aprovecharé para poner como ejemplo de lo dicho una interesantísima pieza hallada recientemente única, hasta el momento presente, en la historia postal de Andorra.