La situación provocada por el estallido y posteriores operaciones de la guerra civil generó –como cualquier otra guerra–, además de las víctimas directas de los enfrentamientos bélicos, otras, las más injustas e inocentes que pueden darse, que bajo la en algunos aspectos inexplicable moral de hoy no pasarían de ser calificadas de “daños colaterales”: los niños. Como consecuencia, el Gobierno de la República, consciente de la terrible situación en que se encontraban muchos pequeños cuya morada había pasado a formar parte del frente de combate, decidió evacuarlos a lugares seguros mientras persistiera la guerra.
De acuerdo con esta decisión, dolorosa para todos los involucrados en ella y que en ciertos casos tenía tintes de auténtica tragedia familiar, surgieron las llamadas colonias escolares, en régimen familiar, a cargo de diversas familias de acogida y con un maestro responsable de grupo, o colectivas en régimen de residencia permanente. Muchas de estas colonias estuvieron ubicadas en palacetes, casas de campo, hoteles y balnearios, frecuentemente dotados con jardines o huertas que serían aprovechados como complemento para la instrucción de los niños.
Sirvieron estas instituciones no solamente de refugio para los pequeños evacuados, sino que a lo largo de su existencia desarrollaron con ellos una importante y meritoria labor educativa. Situadas en lugares a cierta distancia del frente, funcionaron principalmente en Levante y Cataluña –de clima más benigno que otras regiones– y, en menor número, en Aragón y zona centro. En 1937 había alrededor de 560 instituciones en régimen colectivo que acogían a unos 50.000 pequeños que, sumados a los residentes en familias, llegarían a alcanzar un total aproximado de 100.000 niños evacuados a las colonias escolares [1].
Al vigésimo tercer Gobierno de la República, presidido por Francisco Largo Caballero, no le cupo otra opción que proceder con la correspondencia de estos niños y sus familias de forma semejante a la practicada con la de los combatientes: concederles el beneficio de la franquicia postal para sus comunicaciones familiares. De esta manera, en la Gaceta de Madrid de 30 de octubre de 1936 apareció publicado un decreto promovido por el ministro de Comunicaciones y Marina mercante, Bernardo Giner de los Ríos, y firmado el día anterior en Barcelona por el entonces Presidente de la República Manuel Azaña. En él se podía leer:
- En relación a la correspondencia enviada por los niños evacuados:
Artículo 1.º Se crea la “Tarjeta postal infantil”, que sólo podrá ser utilizada por los niños evacuados de su residencia habitual, y que se ajustará al modelo que señale la Dirección general de Correos oportunamente.
Como puede verse, este artículo fue, valga el símil, la partida de nacimiento de la “Tarjeta postal infantil”.
- Respecto a la correspondencia dirigida a los niños:
Artículo 2.º Se establece la gratuidad de la correspondencia dirigida a los niños que se encuentren en las circunstancias determinadas en el artículo anterior.
En suma, tanto los niños como sus deudos gozarían en lo sucesivo del privilegio de franquicia postal para la correspondencia que intercambiaran, bien entendido que la de los pequeños estaba restringida al empleo de tarjetas de un determinado diseño oficial, ejemplares de las cuales les deberían ser entregados para hacer uso de ellos. Nada se dice de cómo se producía tal entrega ni el número de ejemplares de la misma, si bien en la revista semanal Crónica [2], una de las de mayor difusión en ese momento, y en un artículo laudatorio de la iniciativa del Gobierno firmado por J. Fernández Caireles [3] que vio la luz en el número publicado el 24 de enero de 1937, se asegura que los encargados de las colonias escolares y familias de acogida “podrán recoger en el Ministerio de Comunicaciones las postales que necesiten para los pequeñuelos”. Difícil, por no decir irrealizable en muchos casos, el procedimiento de recogida descrito por el periodista, que implicaría el traslado de ida y vuelta en plena guerra de una persona responsable desde el lugar de ubicación de la colonia o familia de acogida a Madrid con el propósito de recoger las tarjetas. Si este rocambolesco sistema de entrega se estableció y mantuvo resulta muy fácil entender el porqué de la insólita rareza de esta clase de tarjetas. De la clase de correspondencia que los niños recibieran no se hace mención, lo que permite suponer que podía estar formada, indistintamente, por cartas o tarjetas, por lo menos.
Las disposiciones de este decreto fueron cumplidas, sin la menor duda: una de las pruebas de que esto fue así, sino la más importante la más tangible, la constituye la existencia de ejemplares de tarjetas infantiles elaborados en Valencia –rarísimos, hay que reconocerlo, y sin circular como se ha dicho–, pero no la única. La prueba de que se llevó a cabo la aplicación de la franquicia para las tarjetas postales infantiles se encuentra en la confirmación de ésta expresada en el artículo primero de un nuevo decreto, esta vez de 7 de mayo de 1937, propuesto como el anteriormente comentado por el ministro de Comunicaciones y Marina mercante, Bernardo Giner de los Ríos [4]. Éste suprime determinadas franquicias, entre ellas la de los padres en su comunicación con los niños desplazados, pero por el contrario consolida, entre otras, la que privilegiaba a las citadas tarjetas, como puede comprobarse con la lectura de los siguientes artículos:
Artículo primero. Sólo podrán circular gratuitamente por el Correo las “Tarjetas postales de campaña” y las “Tarjetas postales infantiles”, que utilizan, respectivamente, las fuerzas republicanas y los niños evacuados de su residencia habitual; […].
Artículo segundo. La demás correspondencia de y para las fuerzas y niños anteriormente mencionados, cualquiera que sea su clase, procedencia y destino, habrá de satisfacer el franqueo que le corresponda, con arreglo a las tarifas postales vigentes.
Lo anterior comprende toda la legislación que, en relación con las tarjetas infantiles, hemos logrado localizar hasta el momento presente.
Pasemos ahora a su descripción y comentarios sobre los ejemplares elaborados.
A tenor del artículo 1.º del decreto de creación de las tarjetas los diseños habían de ajustarse “al modelo que señale la Dirección general de Correos oportunamente”.
Por su parte, el autor del artículo de Crónica aludido anteriormente, afirma “Los dibujos han sido hechos por artistas del Sindicato Unico de Profesiones Liberales (C.N.T.-A.I.T.), y las inscripciones son del poeta Antonio Machado”. Cabe pues suponer que la Dirección general de Correos encargó al sindicato mencionado por Fernández Caireles la labor de diseño y artistas de éste procedieron a realizar los dibujos correspondientes a seis modelos distintos, culminando un trabajo verdaderamente meritorio y acertadamente alusivo al objeto perseguido, según opinión personal de quien esto escribe.
En la parte izquierda de cada uno de los modelos aparece una Ilustración, de 45x87mm –aproximadamente un tercio del ancho de la tarjeta– y, a lo largo del borde derecho de ésta, por su exterior, el nombre de la firma impresora ORTEGA VALENCIA. En la parte superior derecha de la tarjeta se inserta el escudo de España con corona mural y, a su misma altura, la inscripción “Esta tarjeta sólo puede ser utilizada por los niños / evacuados de poblaciones afectadas por la guerra”, en dos líneas. Bajo ella “A”, tres líneas para escribir la dirección y, al pie, la nota “(En esta lado se escribe solamente la dirección.)”. Los colores de ilustraciones y textos, tanto de unas como de otros, varían según cada modelo de tarjeta.
Como se ha dicho, existen seis ilustraciones diferentes, acompañadas de un texto alusivo, salido de la pluma de Antonio Machado [5].
Los motivos de las ilustraciones y los textos que incluyen son los siguientes, debiéndose advertir que, en la transcripción que aquí se facilita, se ha respetado escrupulosamente la ortografía empleada en la impresión de cada tarjeta:
Tipo I. Niño encaramado en un árbol leyendo un libro.
Texto de la ilustración:
Ved al niño, encaramado
en el arbol de la ciencia:
entre sus piernas, la rama,
el fruto entre ceja y ceja
Colores:
ilustración y texto alusivo: verde azulado claro y verde negro
inscripciones de la tarjeta: negro.
Tipo II. Niño y alegorías del trabajo.
Texto de la ilustración:
Siempre el mundo viejo
-trabajo y fatiga-
lo salva el niño con sus ojos nuevos
Colores:
ilustración y texto alusivo: verde y negro
inscripciones de la tarjeta: negro.
Tipo III. Niños en un baño.
Texto de la ilustración:
Pequeñin que lloras
por que te lavan.
tu mejor amiga
sea el agua clara
Colores:
ilustración y texto alusivo: verde y azul
inscripciones de la tarjeta: azul.
Tipo IV. Niños cuidando de un jardín.
Texto de la ilustración:
Si vino la primavera
volad a las flores
como las abejas:
volad a las flores, niños
no chupeis cera
Colores:
ilustración y texto alusivo: naranja, verde azulado y verde negro
inscripciones de la tarjeta: negro.
Tipo V. Niño besando la cabeza de un anciano y siluetas de una niña y una anciana.
Texto de la ilustración:
Respeto y amor
a la vejez
Colores:
ilustración y texto alusivo: castaño anaranjado, castaño y castaño negro
inscripciones de la tarjeta: castaño negro.
Tipo VI. Niños contemplando un nido de pájaros
Texto de la ilustración:
Cada nido es un hogar
respetadlo
Colores: No nos ha sido posible contemplar ningún ejemplar de este tipo, por lo que no podemos reseñar sus colores.
– . –
El reverso, común a todos los tipos, está formado por un rayado horizontal compuesto por once líneas de color negro, separadas 7mm entre sí.
El procedimiento seguido en la impresión por la Imprenta y Litografía de José Ortega, de Valencia, fue el litográfico en colores, habiéndose utilizado cartulina de color crema claro, lo que dio como resultado tarjetas de 145x90mm
La noticia de emisión, sin mencionar fecha alguna, fue recogida en la prensa de la época por la revista semanal Crónica de 24 de enero de 1937, como ya se ha dicho, y, haciéndose eco de la información anterior, por El Día, de Alicante, en un número de enero de 1937. Según el autor de la información “han sido editados 100.000 modelos (sic) de estas tarjetas infantiles, con destino a las Residencias, Guarderías, Colonias en donde se hallan los niños refugiados”.
La difusión y, posterior empleo por los niños de las tarjetas, no debió ser grande. El que esto escribe debe confesar que, hasta la fecha, no ha visto nunca ejemplar alguno circulado, ni sabe de nadie que haya contemplado alguno en tales condiciones. Esperemos que algún día se rellenen las lagunas existentes a la hora de tratar de conocer más datos referidos a estos interesantes ejemplares de la historia postal de España.
Bibliografía
Crego Navarro, Rosalía. Las colonias escolares durante la Guerra Civil (1936-1939). Rev. Espacio, Tiempo y Forma. Serie V. Historia Contemporánea. Nº 2. UNED, 1989.
Crónica. “Revista de la semana”. Madrid, 1937.
El Día. “Diario portavoz de los pueblos de Alicante”. Alicante, 1937.
Gaceta de la República. Diario Oficial. 1936-39.
Gaceta de Madrid. Diario Oficial de la República. 1934-36.
Martínez-Pinna, Álvaro. Manual de las emisiones de los sellos de España. Años 1931 a 1939, Tomo II: La guerra. Zona Republicana (2ª ed.). Edifil, S.A. Madrid, 2001-2002.
Notas
1. Crego Navarro, Rosalía. Las colonias escolares durante la Guerra Civil (1936-1939), págs.299-328. Excelente trabajo de investigación que, lamentablemente, no trata el tema de las comunicaciones entre los niños y sus familias.
2. Crónica. “Revista de la semana”. Publicada entre los años 1929 y 1939, su redacción y administración se hallaban en la calle Hermosilla, nº 75, de Madrid.
3. Seudónimo del abogado, periodista y crítico taurino valenciano José Fernández Serrano (1889-1963).
4. Gaceta de la República de 8.5.1937.
5. En el momento de la creación de la tarjeta infantil, Antonio Machado se encontraba viviendo con su familia en la localidad valenciana de Rocafort. En Valencia, lugar en que fueron elaboradas las tarjetas que se comentan, se unió al movimiento Alianza de Escritores Antifascistas, participando en el II Congreso Internacional de Escritores celebrado en julio de 1937 en dicha capital, donde pronunció el discurso de clausura.
6. El Día. Intitulado “Diario de información defensor de los intereses de Alicante y su provincia”, y en sus últimos números “Diario portavoz de los pueblos de Alicante”. Publicado en Alicante entre los años 1917 y 1937.