Bibliografía, Rescatado del olvido — 1 de septiembre de 2012

La última casa de postas de Barcelona 1814-1871

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De la historia y la leyenda

Publicado en el nº 9232 de Las Noticias, Barcelona, miércoles 30 de noviembre de 1921.

Al sobrevenir la invasión napoleónica en Barcelona, salió de su casa un joven de veintidós años, hijo de un hortelano de los del gremio del Portal Nou, para servir en la causa de España. A este muchacho, Pedro Estrany y Gumá, se le confió la peligrosa misión de organizar la conducción del correo desde San Cugat del Vallés a Manresa, ejerciendo el cargo de Maestro de Postas de los patriotas. La Posta barcelonesa, como todo el restante organismo oficial de la ciudad, estaba en manos de los franceses o de afrancesados.

La decisión y arrojo de Pedro Estrany y Gumá, en desempeñar un cargo de tanta exposición como el de llevar la correspondencia oficial y privada, hubo de valerle que en 1814, al cesar la ocupación del ejército francés, quedase para siempre con el empleo de Maestro de Postas de Barcelona, estableciéndose en la calle Mediana de San Pedro, número 60, o sea a muy pocos pasos de la plaza del mismo nombre. Esta, a la sazón, era un lugar muy solitario, por no existir casas más allá. La alta tapia del cementerio de San Pedro, que bordeaba todo el frontis de la iglesia, dejaba a su alrededor lóbregas y peligrosas travesías, una de las que comunicaba con el llamado Hort de Sant Gem (hoy calle de Ludovico Pío), inmediato a la muralla que fue lugar de esparcimiento de la menestralía en días festivos.

El Maestro de Postas, Estrany, no dejó el cultivo de las tierras de sus padres: muy al contrario, los caballos destinados a la Posta, cuando no hacían servicio, los utilizaba para faenas del campo. En 1819 le nació su primer hijo, que, siguiendo las tradiciones de familia, hubo de llamarse Pedro.

La casa de Postas es, pues todavía existe, un estrecho edificio construido en los primeros años del siglo XIX. Tiene seis metros de año, sin característica alguna. Ocupa la planta baja la tienda, de una sola puerta, y la escalerilla de subir a los pisos. Al fondo de la planta baja existían las cuadras, y junto a la primera habitación, la cocina, donde no podía faltar un cuadro de mayólica de seis ladrillos con la imagen de San Pedro, el patrón de la familia Estrany.

Andando el tiempo, y con la mayor extensión que se dio a la Posta barcelonesa, la cuadra fue pequeña para atender a las necesidades del servicio, ampliándose con otras dos en aquellas inmediaciones.

Los carruajes postales que de allí salían se dirigían, en primer término, a la casa de Correos a recoger las valijas de correspondencia. Esta Administración, al comenzar el siglo XIX, se hallaba en la plaza del Regomir, y más adelante se trasladó a la plaza de Teatro, esquina de la Rambla de Santa Mónica. Era obligación del Maestro de Postas de Barcelona conducir la valija hasta la primera para de recambio, situada en estos años en San Feliu de Llobregat, si bien antes del siglo XVI estaba en Martorell.

Los pasajeros esperaban el carruaje de la Posta en la Administración de Correos, en donde se les expedía billete, mediante determinados requisitos. En 1844 se limitaron éstos al previo despacho del pasaporte gubernativo, con la nota de “Va en Posta”.

Gozaban los Maestros de Postas y sus dependientes postillones, de tiempo inmemorial, de inestimables privilegios. En el siglo XIX no estaban afectos al servicio militar ni a las cargas municipales, y sus caballerías tampoco podían ser tomadas para el servicio de bagajes en tiempos de guerra.

En 1844, año de grandes reformas postales, se obligó a los Maestros de Postas a llevar un libro de matrícula, donde se inscribieran los nombres de sus dependientes, ganado destinado al servicio y demás efectos pertenecientes al mismo. Dictose un “Reglamento para el servicio de las Postas”, en substitución del promulgado en 1794, hasta entonces vigente. Se obligó a dichos Maestros a residir en sus respectivas paradas; a no emplear más de cuatro minutos de día y seis de noche, en el relevo de las caballerías; a mantener durante toda la noche luz en el zaguán y en la cuadra; a tener aparejados siempre, para casos imprevistos, dos caballos y un postillón de guardia y a exigir a los postillones el cumplimiento de sus deberes, y en especial el uso del uniforme. Consistía éste en “escarapela nacional, chaqueta y pantalón azul, vuelta y cuello encarnados, con botones en que se halle grabada la palabra “Postas”; en el sombrero, que será redondo, llevarán un escudo bronceado con las armas reales y el número que les corresponda. Para invierno, usarán los postillones, sobre el uniforme que queda designado, un capote de paño azul, con cuello y vueltas encarnadas”.

Se disponía, asimismo, que los postillones debiesen preceder siempre a los correos y viajeros, corriendo a poca distancia del coche.

En el artículo destinados a las tarifas de la Posta (el 31), se mencionan los carruajes que a la sazón se empleaban, lista en extremo curiosa: silla de postas de cuatro ruedas, coches de lanza, cabrioles de fuelle, media caja de madera y dos ruedas, caja entera, carretelas de cuatro ruedas con caja entera de madera, carruajes cerrados y bombados conocidos con el nombre de “bombés” con varas, y berlinas cerradas con dos fondos iguales y lanza.

Además, este año y el siguiente se dio un buen paso de avance a todo el servicio, empezando, en 1.º de Mayo de 1845, a salir un correo diario en sillas de posta entre Madrid y Barcelona, y dos meses después (1.º de Julio de 1845), otro correo diario a la ligera entre Barcelona y la Junquera. Una Real orden de 15 de Marzo de 1846, estableció el correo diario entre Barcelona y Valencia, a consecuencia de un contrato con la Compañía de Diligencias Peninsulares.

El Maestro de Postas Pedro Estrany y Gumá falleció el 4 de Agosto de 1846, y el cargo pasó a su hijo Pedro Estrany y Gabriel, de veintisiete años de edad, insiguiendo una práctica establecida de añejos tiempos, cuando cumplían con obligaciones del servicio. Continuó, asimismo, conservando sus tierras de labranza.

En 1.º de Enero de 1847, el ramo de Correos y Postas emprendió por cuenta del Estado el servicio de Barcelona a La Junquera, correspondiéndole al Maestro de Barcelona el trayecto de arranque, o sea de Barcelona a Masnou. Hacía penoso este recorrido, tener que atravesar el Besós, sin puente alguno. De modo que una vez terminado el que construyó sobre el Besós la Compañía del ferrocarril de Mataró, inaugurado en 1848, aprovechándose de él la posta barcelonesa. Y al llegar a la orilla del río, se cargaba una caballería con la valija del correo, pasándola por dicho puente a la opuesta orilla, donde otro carro, dispuesto previamente, la recogía, y, sin retraso, continuaba su marcha hasta el Masnou.

¿No es verdad que se hubiera simplificado notoriamente conduciendo estos sacos de correspondencia en el ferrocarril hasta Mataró, comenzando allí el funcionamiento de la antigua posta con sus carruajes y caballos? Pues todavía hubieron de trascurrir cinco años más para que el Gobierno se percatara de esta evidente utilidad. El 8 de Enero de 1854 comenzóse el transporte del correo entre Barcelona y Mataró por ferrocarril, suprimiendo la posta barcelonesa su servicio de arranque hasta el Masnou.

Es esta supresión vemos iniciarse el final de nuestras postas, heridas de muerte con la construcción de las vías férreas. No lo pudo presenciar el último Maestro de Postas de Barcelona, pues cuando este final avanzaba rápidamente, falleció Pedro Estrany y Gabriel, en Enero de 1860. Al proseguir su viuda con el cuidado del servicio, no tuvo fuerzas para ello, y aun cuando oficialmente resultaba ser la empresaria, colocó en su lugar a un traficante de ganado, quien además adquirió sus caballos, llamado Magín Muñoz, vulgarmente conocido por “En Muñosa” y también por “Palluch”.

A los cuatro años de la muerte de Estrany, cesó ya el servicio de arranque de Barcelona a San Feliu de Llobregat, cuidando solamente de la Casa de Postas de conducir la correspondencia de las estaciones a la Administración de Correos de la plaza del Teatro. Mas en 1871 fue, por subasta, tal servicio adjudicado a otra persona.

La Casa de Postas de la calle Mediana de San Pedro, número 60, subsiste de la misma manera que en tiempo de los dos Estrany. Siendo lo más admirable de esta perseverancia que no se haya quitado de lugar el típico letrero puesto debajo la repisa del balcón del primer piso y entre éste y el entresuelo. Cuya modesta pintura tiene también su pequeña historia.

El artículo 1º del ya mencionado reglamento del 1844, prescribía lo siguiente: “Sobre la puerta de toda casa de postas se pondrá por cuenta del Maestro, un escudo con las armas reales y un rótulo en letras grandes moldeadas con estas palabras “Parada de Postas”.

Cuidó Estrany de cumplir con esta prescripción e hizo pintar su letrero; pero como era estación de arranque o principal la suya, en lugar de “Parada” hubo de poner “Casa de Postas”.

Estaba el cargo en sus postrimerías, cuando un incidente tumultuoso se desarrolló al pie del rótulo con peligro de hacerlo desaparecer.

El martes 29 de septiembre de 1868, turbas vocingleras recorrían las calles de Barcelona en busca de objetos que tuvieran emblemas reales para destruir. Muebles y retratos de la reina Isabel alimentaban diferentes hogueras en varios sitios de la ciudad. Alguien hubo de indicar la  existencia de un letrero con corona real en la Casa de Postas a los redentores callejeros, y estos pasaron inmediatamente a la Mediana de San Pedro con ánimo de incendiarlo. Sin embargo por la altura en que se hallaba colocado, no les fue fácil llegar con las escaleras que llevaban y hubieron de proveerse de otras mayores. Mientras las buscaban acudió animosa la viuda de Estrany, acompañada de algunos vecinos, oponiéndose con decisión a este propósito indicando que bastaba con hacer desaparecer la corona real del escudo y esto lo iba a realizar inmediatamente sin destruir el rótulo de la posta.

Y para lograrlo fue pegado sobre la corona un trozo de trapo verde que la dejó oculta a todas las miradas.

Vinieron tiempos de mayor serenidad. El trapo salvador ya no existe, y vemos con notoria admiración y con el respeto que merecen instituciones de otras épocas, en toda su integridad, el letrero de las postas barcelonesas, cuando se ha perdido toda noción de ellas por la generación actual; y lo que es peor, cuando personas por el título que ostentan debieran conocer al dedillo lo que fueron las postas y los correos. Así vemos confundirse lastimosamente ambos conceptos hasta el punto de escribir, con motivo del último Congreso de la Unión Postal de 1920: “en el día en que España se honra con la celebración del Congreso Universal de Postas”!!…

Esta frase, y el desconocimiento que presupone de las postas, es de J. Ortega Munilla, quien ostenta en España el título de Cronista de Correos.