La huella del falsificador, La voz del experto — 2 de septiembre de 2012

Falso certificado.

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Introducción

Con éste comenzamos una serie de trabajos que no pretenden convertirse en lecciones magistrales de expertización. Tan sólo aspiran a ser una voz de alerta, una llamada de atención frente a los desaprensivos objetivos de los que, carentes de escrúpulos, acechan al filatelista para darle gato por liebre.

Se me puede objetar (con razón) que la imagen de la huella dactilar que identifica estos escritos es de mala calidad. Es cierto; pero téngase en cuenta lo difícil que me ha resultado obtener una huella auténtica de un falsificador de filatelia, de un falsificador real, no teórico. Algún día espero poderles decir de quién se trata.

En toda obra el autor deja la huella de su personalidad, el rastro de su peculiar forma de hacer. Cuando lo que el autor hace es una imitación, una copia (que eso son las falsificaciones) siempre deja señales que delatan no estamos ante un original, ya sea por los defectos en los que haya podido incurrir al realizar la imitación o por aportaciones propias dejadas por el copista de forma inconsciente, que le diferencian del ejemplar auténtico.

A lo largo de esta particular galería iremos viendo diferentes piezas en las que señalaremos algunas de las características que permiten certificar su falsedad.

Hoy comenzaremos con el frontal de una carta que en sí mismo carente valor alguno para el coleccionismo. Ese frontal sin valor alguno ha sido manipulado para aparentar que es el frente de una carta certificada, la modalidad de correo más raro que lo convertiría en una pieza de alto valor y gran interés.

Falsa certificación

La carta original procedía de Figueras (restos de una marca mal estampada) i estaba dirigida a Barcelona.

Para convertirla en un certificado, el falsificador dibujó cuatro aspas dobles en los extremos, retocó el texto de la segunda línea para convertir el original «del comercio»  en un garabato seguido del texto «Certifon a » y le añadió «Figueras».

No hace falta acudir a argumentos de historia postal. La chapuza es patente y propia de quien está dando sus primeros pasos por estos derroteros. Al retocar el texto, como la tinta utilizada es más negra que la original, se ve obligado a reseguir el resto de la dirección; pero eso no impide que con una buena ampliación se aprecie lo diferente que es de la tinta original cuando ésta no ha sido tapada totalmente. Ampliemo el final del segundo apellido del destinatario «Oriol» para observarlo.

Y, para quien todavía pueda albergar dudas, con un nuevo aumento contemplamos únicamente el lazo de la letra «l» de «Oriol» en el que se pueden percibir con toda claridad las diferencias entre las dos tintas,

Vamos ahora a ver el dorso del frontal. Primero examinaremos la imagen, y observamos que los trazos del falsificador se han calcado con mucha más intensidad allí donde había trazos de tinta original que donde no los había. Eso es debido a que la tinta utilizada (probablemente de un vulgar rotulador) carece de grasa como muchas de las tintas antiguas.

 

Para mayor claridad voltearemos la imagen horizontalmente lo que nos permite  leer en derecho los textos y nos será más fácil su interpretación.

 

Por último un buen tratamiento de la imagen nos resaltará con mayor evidencia el proceder del delincuente.

 

Centremos nuestra atención únicamente en las letras «com» de «Comercio» para ver cómo ha transformado esas tres letras en las cinco de: «Certi» de la pretendida abreviatura «Certifon» de la palabra «Certificación». Lo primero que hace el falsificador es alargar el trazo superior de la «c»; luego convierte la «e» en «o», para lo que se ve obligado a realizar un trazo demasiado grueso; y finalmente transforma la letra «m» en «rti» convirtiendo el primer palo de la «m» en una «r», el segundo en una «t» y el tercero en una «i».

Esfuerzo baldío para un trucaje que sólo por la caligrafía de la palabra «Figueras» se delata.

Es en esta palabra donde su huella queda más claramente reflejada. No hace falta ser ni siquiera aprendiz de calígrafo para detectar que eso no es escritura propia del siglo XIX, sino formas caligráficas de un siglo XX bien avanzado. Pero, además, el imprudente falsificador ni siquiera ha intentado disimular su propia escritura y la palabra «Figueras» no sólo le delata, sino que le identifica.

En el momento de acabar este artículo se me adjudica en E-Bay otro certificado prefilatélico falso similar al reproducido, y del mismo autor. Parece que este novel falsificador le ha cogido el gustillo a difundir sus «trabajos».

Seguiremos, no hemos hecho más que empezar.