La huella del falsificador, La voz del experto — 15 de diciembre de 2012

Falsa aunque la denominemos montaje

por

La huella del falsificador 002

Publicado en El Eco Filatélico y Numismático

Permitidme amigos filatelistas una puntualización sobre el título de esta serie de artículos. Alguien me ha criticado que utilice el término «huella», ya que su uso implica, de algún modo, la identificación del falsificador.  Sin embargo, en el primer artículo no doy su nombre.

Es cierto que una huella puede facilitar la identidad del personaje en cuestión; pero no ese el fin que perseguimos. Lo que estamos buscando es el rastro que el delincuente deja en su obra para poderla calificar como delictiva. La huella, si bien identifica al autor, también califica su obra, y este segundo aspecto es el que aquí centra nuestra atención.

Montajes

La filatelia está llena de eufemismos que pretenden dulcificar lo que sólo tiene vertientes amargas o aspectos negativos. Así es como sellos con goma falsa se ofrecen en muchas subastas descritos como «con goma alterada»[1]. O sellos con habilitaciones falsas se describen como ejemplares «sin garantía».

Otro ejemplo podría ser el de los matasellos falsos calificados como «póstumos», cuando ¡claro que son póstumos! ¡Y tan póstumos! Como que están estampados muchos años después de su época de utilización con matasellos falsos en cartas o fragmentos de efectos postales que jamás circularon.

A una carta que se ha querido revalorizar añadiéndole sellos con los que nunca circuló por Correos se le llama montaje cuando lo que en verdad debería decirse es que se trata de una pieza falsa. Sus componentes, aisladamente, podrán ser originales pero forman un conjunto que, como tal, es falso.

Mostraremos un ejemplo. Se trata del frontal de una carta del Servicio Nacional dirigida al Regente Presidente de la Audiencia Territorial de La Coruña. Como franqueo lleva dos sellos de 6 cuartos, uno de dos reales y otro de seis reales de la primera emisión de 1854, en total 8 reales y 12 cuartos o, lo que es lo mismo, 80 cuartos.

Fig. 1 – Plica tricolor dirigida el 18 de octubre de 1854 de Pontevedra a La Coruña con dos sellos de 6 cuartos uno de 2 y otro de 6 reales

 En las primeras emisiones de Isabel II, piezas de historia postal con los valores de 5, 6 y 10 reales son extremadamente raras. Estamos, por consiguiente, ante una pieza de coleccionismo importante que nunca deberíamos adquirir sin el respaldo de una expertización o la garantía de un profesional reconocido.

 Indicios que conducen a la sospecha

En ocasiones existen pequeños detalles que deberían plantearnos la posibilidad de que nos encontremos ante una falsificación o trucaje. No se trata de elementos que por sí mismo basten para probar la supuesta falsedad; pero sí nos ponen en alerta para que profundicemos en un examen más detenido. Por ejemplo:

1.- La colocación de los sellos. Aquí no es demasiado sospechosa, pero lo habitual es colocarlos en la parte superior (derecha o izquierda) del frente de la carta.

2, La orientación de los matasellos cuando se trata de estampaciones múltiples. Esto ya es más importante. Debemos imaginar al funcionario de Correos que matasella las cartas. Esa es una acción que realiza mecánicamente  sin soltar el cuño de la mano estampándolo varias veces, por lo que la orientación de los matasellos debería ser similar, como podemos comprobar que sucede casi siempre. Resulta evidente que nadie que mataselle la correspondencia vaya girando de forma aleatoria la muñeca para que los matasellos queden con diferente orientación

Fig. 2 – Las flechas revelan la diferente orientación de las parrilla

3. Por otra parte lo lógico es que los matasellos tengan más o menos la misma cantidad de tinta y, sobre todo, de la misma clase. Como puede comprobar el lector no parece que éste sea el caso. 

Fig. 3 – El sello de la derecha tiene un tono de color mucho más pálido

4.- Sellos del mismo valor facial con colores distintos. En las primeras emisiones de España, como de otros países, las tiradas no mantenían la misma intensidad de color e incluso a veces muestran importantes variaciones, no sólo de intensidad, sino de tono de color e incluso con variaciones el los papeles empleados.

En la pieza que analizamos los dos sellos de seis cuartos son diferentes lo que implica que proceden de dos momentos diferentes de la tirada y es muy raro que en cambio coincidan en el mismo momento de utilización.

 

Fig. 4 – Detalle de los sellos

5.- Veamos ahora qué encontramos entre los sellos y el papel al que están adheridos, es decir, que hay impreso en el papel por debajo de los sellos:

Comprobamos que los dos sellos de la derecha no aportan ninguna novedad. Pero sí los dos de la izquierda.

Ampliemos las imágenes correspondientes al primer 6 cuartos y al 6 reales para mayor claridad:

 


[1]  No crea el lector que este primer ejemplo, en concreto, sea sólo una crítica a mis colegas. En realidad estoy haciendo autocrítica, ya que yo mismo en las subastas que dirijo utilizo muchas veces esa nomenclatura por no haberme atrevido a ir contra corriente, describir como re-engomados o con goma falsa los sellos cuya goma no es original.