No se puede bajar la guardia

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La huella del falsificador 017

Publicado en El Eco Filatélico y Numismático

 

A lo largo de mi vida profesional he sido testigo, autor y víctima de errores. En el ámbito de la peritación o expertización filatélica, he podido experimentar muchas equivocaciones de las que unas veces he sido un mero espectador, de otras he sido el protagonista y en ocasiones las han cometido otros siendo yo el afectado o perjudicado de alguna manera.

A menudo tenemos la farisaica tentación de escandalizarnos cuando esos errores suponen un importante beneficio para otro o un perjuicio grave para nosotros mismos. Con el mismo punto de hipocresía solemos inclinarnos a ser indulgentes y compresivos con nuestros propios errores y fácilmente caemos en juzgar como imperdonable el fallo del experto.

Es preferible analizar las causas que pueden conducir a juicios erróneos en lugar de centrar nuestra atención en la culpabilidad de quien yerra. Tomando ese camino nos encontraremos algunas sorpresas y obtendremos lecciones provechosas en vez de juicios arriesgados que acaben siendo injustos.

Una pieza reconocida por todos que, sin embargo, era falsa.

La pieza que hoy merece nuestra atención es una supuesta prueba del sello de10 pesetas de la emisión de 1874, la Alegoría de la Justicia, popularmente conocida como de “Las Balanzas” (Fig. 1).

Figura 1

Figura 1.- Prueba del sello de 10 pesetas de 1874.

En el momento de proceder a su descripción para incluirla en una subasta, se dispararon las alertas al querer analizar la pieza en sí misma, sin dar por buena la reseña que se hacía de ella en una prestigiosa colección que fue merecedora de los máximos galardones en exposiciones nacionales e internacionales

En principio el dibujo del sello parecía correcto, es decir, idéntico al original. Pero nada más someterlo a examen ya podemos ver que no es así. La emisión de 1874 fue impresa en tipografía, como todas las del siglo XIX excepto la de 1850. En este sistema de impresión es característica la huella (pisada) que deja sobre el papel la parte entintada de la plancha. Al presionar sobre el papel, esa parte entintada, que sobresale de su base para dejar sobre el papel su impronta, produce un ligero aplastamiento y la tinta tiende a producir una minúscula ola hacia el borde exterior del dibujo. Es el llamado “mordido tipográfico”. Eso no ocurre en las impresiones litográficas.

Las figuras 2 y 3 nos muestran un ejemplar auténtico y un falso Sperati respectivamente.

Figura 2 y 3

Podríamos extendernos en el análisis de las diferencias, que son muchas si queremos entrar en detalle. Pero no es necesario un estudio exhaustivo de comparación. A los fines de este artículo nos será suficiente con contemplar exclusivamente el ángulo superior derecho. Para ello vemos las figuras 4, 5 y 6 en las que se ofrece esta parte del sello de tres ejemplares: el auténtico, la pretendida prueba y la del ejemplar falso Sperati de la figura 3.

 

Figuras 4-5-6El lector puede observar con facilidad la nitidez de los trazos del sello auténtico que se pierden en la prueba y en el sello falso de Sperati. En ellos se constatan, además de la irregularidad de los trazos, una buena cantidad de puntitos blancos que no tiene el auténtico.

Si ahora nos limitamos a contemplar la supuesta prueba y el sello Sperati observaremos que son hijos de la misma madre. El estudio del resto del sello nos lo confirma.

Por lo tanto la prueba no lo es del sello original, sino una prueba que hizo Sperati antes de dar por definitivo el clisé con que efectuaría sus falsificaciones.

El “modus operandi” de Sperati consistía en reproducir fotográficamente un sello original, comprobar los resultados y corregir con gran pericia los defectos. Pero no podía evitar ni todas la imperfecciones, ni las diferencias que existen entre el método tipográfico original y el método litográfico con que llevaba a cabo las falsificaciones.

La figura 7 reproduce una de las pruebas que hizo de este sello con anotaciones de su puño y letra:

Figura 7 - 8 y 9

Al ser negro el sello que nos ocupa, a Sperati le bastaba con efectuar sus ensayos en esa tinta. En otros ejemplares, sin embargo, primero corregía el dibujo en pruebas con tinta negra y cuando lo consideraba suficientemente bien reproducido, ensayaba el color de la tinta con el que haría la falsificación. Un ejemplo lo tenemos en las figuras 8 y 9.

Y volvamos ahora al principio de este artículo. ¿Por qué pasó inadvertido semejante error primero al coleccionista que lo tenía expuesto en su colección, después a los jurados que la calificaron y finalmente a expertos y visitantes que la admiraron?

El coleccionista no entró en análisis de ningún tipo porque lo adquirió a quién le merecía toda su confianza. Los jurados no pensaron que un coleccionista de ese nivel en una colección especializada de semejante calidad pudiera contener tal gazapo. Los expertos que la habían estudiado y los coleccionistas que habían contemplado extasiados la belleza de las piezas que la componían también lo dieron todo por bueno.

¡Cuantas veces los mayores errores tienen su origen en un exceso de confianza!

Frecuentemente no hace falta buscar explicaciones rebuscadas. Todo estriba en que nunca se puede bajar la guardia y mantener alerta el espíritu crítico.