Patrona de los correos de la Corona de Aragón
De la Historia y la Leyenda VI
Publicado en el nº 11080 de Las Noticias, Barcelona, viernes 26 de octubre de 1927.
Muchas veces, y en distintos sitios, hemos tenido oportunidad de ocuparnos de la Cofradía de los Correos, instalada en la barcelonesa capilla de Marcús. Pero ninguna lo ha sido con la satisfacción interna que experimentamos al ver restablecidos, por nuestro digno cuero de Correos, los píos sufragios para los compañeros fallecidos «en la histórica capilla de Marcús (calle de Carders, número 2), el día 13, a las diez». Así reza la invitación que sirve de acicate a nuestra pluma en los preentes momentos, y que tenemos a la vista.
«En la histórica capilla de Marcús» de una ciudad que tantos elementos de su historia ve desaparecer. Sin embargo, la vetusta capilla de los correos, construida en 1166, continúa en pie, a pesar de infinitos contratiempos, debidos siempre a las injusticias de los hombre.
Tan histórica como la capilla, aunque no tan antigua, es la advocación de Nuestra Señora de la Guía, que lleva la imagen de María Santísima en su altar mayor venerada: de la Guía, que bajo el nombre de «Maris stella» se la invoca en la Letanía de la Virgen.
Naturalmente, el patronato de María es uno, désele el título o advocación que se quiera: de Guadalupe, de Montserrat, del Pueyo, etc. Si desde el punto de vista espiritual no existe diferencia, en cambio el título que ostenta o que se le da tiene significación terrenal, del mismo modo que una persona, un monarca o un magnate se caracteriza en el modo de vestirse. Siempre el título representa una tradición, una historia, un pueblo, máxime si va rodeado de abolengo secular.
Indudablemente, y aun sin ningún género de duda, no existe en España una advocación tan significada en los correos de los diversos reinos que en esta península existían en el siglo XV, como la de Nuestra Señora de la Guía, patrona de los correos de la Corona de Aragón, quizá desde 1397, o si no desde 1418. Tampoco existe en España una corporación postal más antigua que la cofradía de correos establecida en la capilla de Marcús, y cuyos primeros privilegios (a lo menos los que por ahora constan en el Registro número 2.578 folio 125, del valioso archivo de la Corona de Aragón) fueron firmados en Valencia el 10 de septiembre de 1418.
Indudablemente, y aun sin ningún género de duda, si estuviéramos en Alemania, el museo postal de Berlín se envanecería de poder colocar en lugar prominente los capítulos de una cofradía tan insigne por su antigüedad, como es la creada por real privilegio de Alfonso el Magnánimo, del 1417. Pero por desgracia el decreto de aquel gran monarca, calificado de gran capitán de su tiempo, está escrito en latín y en catalán, y en España el catalán nadie lo entiende… En este decreto y en sus consecuencias pueden, apreciarse una vez más la antigüedad y el prestigio de una gran ciudad mediterránea, a la que afluyeron todos los adelantos mundiales y que pocas veces se quedó postergada en ninguno de los órdenes de la vida: díganlo si no sus dos famosos códigos de los «Usatges» en el siglo XI y del «Consolat del Mar» en el XII. Pero no vayamos más allá de nuestro tema.
Hemos de convenir, por mucho que nos duela, que para el centro de España no existe la periferia, y que para la alta administración centralizada tampoco existen la historia, ni las tradiciones de la Corona de Aragón, esto es, de la «Coronilla»… Haya quien ha podido creer que hasta llegar a España, en 1506, con los palaciegos del marido de la reina Juana, el alemán Juan de Taxis, arbitrando y logrando una buena prebenda en nuestro país, no hubo organización postal en nuestra península. Esto nos recuerda a un erudito presbítero de Caspe, mosén Doñelfa, a quien oímos decir en 1923, que la historia de aquella vieja población no existe antes del famoso Compromiso del siglo XV.
Como hecho contemporáneo a la llegada del palaciego alemán Taxis al reino de Castilla, citaremos el ocurrido en 1510 en el reino de Aragón con nuestro soberano Fernando el Católico, que tan amigo era de actuar por su libérrima voluntad. En dicho año, el Rey hubi de proveer caprichosamente el cargo de jefe de Correos de Zaragoza, sin esperar a que por la Cofradía de Correos de Marcús se le hiciese la reglamentaria presentación de la terna, según rezaban los privilegios del rey Alfonso.
El asunto no quedó abandonado ni mucho menos. Llevose a las Cortes que en dicho año se tuveron en Monzón, conceptuándolo un agravio real (greuge) y los directores de la Cofradía de
Marcús (per part del majoral y cofrares es stat posat geuge en las Corts General). La comisión dictaminante de los agravios, declaró que no podía conceptuarse tal, pero que siempre les sea guardado a los correos su privilegio. Declaración que no satisfizo a los Mayorales de correos y estimando que existía un contrafuero, acudieron a la ciudad de Barcelona, siempre pronta a atender las reclamaciones que estimaba justas. De ahí la existencia de una razonada instancia enviada por los Concellers a Fernando II de Aragón, en 20 de Diciembre de 1510, reclamando el que se restableciera que «siempre que deba hacerse elección de jefe de Correos en los reinos de Aragón y Valencia y Principado de Cataluña, los Mayorales y Cofrades de la dicha Cofradía tengan que reunirse en la capilla de Marcús, para nombrar y elegir las tres o cuatro personas que a ellos les parezcan más idóneas y aptas para dicho cargo, las cuales, dentro de los dos meses siguientes, deberán ser presentadas al Rey, quien de entre ellos elegirá al que deba ejercer de jefe de correos».
El origen de la Cofradía y de sus privilegios estaba en 1397, constando que en 1395 los correos con los hostaleros y revendedores formaban una agremiación conjunta.
El lugar o barrio donde radicaba la capilla de Marcús era el más frecuentado de forasteros y por donde salían numerosos correos. La ciudad de Barcelona comenzó a ensancharse por aquel lado, el la segunda mitad del siglo XI, construyendo albergues a lo largo de la vieja vía ibérica que por allí pasaba y continuó pasando durante toda l
a Edad Media, en dirección al portal de las murallas llamado Puerta Nueva. En la segunda mitad del siglo XIII las huertas y viñedos contiguos a aquellas primeras casas, se convirtieron en las mejores calles de Barcelona, especialmente la que de la capilla Marcús iba a la iglesia de Santa María del Mar, conocida como calle de Montcada. Fue el barrio más aristocrático de la ciudad del siglo XIV, dotado de buenas cloacas y empedradas sus calles al estilo de entonces.
No es de extrañar, pues, que allí existiesen las mejores posadas, como una que estuvo frecuentada por los franceses, y se distinguía por la muestra de una flor de lis. Todavía perdura alguna de las posadas de aquel período, un tanto modernizada, como la de la Bona Sort, en la calle de Carders.
Uno de los mesones establecidos entre la Puerta del Mercadal y la capilla de Marcús, en 1397, situado en la plaza de la Boira, era el de Arnau Gassió, alma de una cofradía de correos, establecida a finales del siglo XIV en la capilla Marcús. Por su vida anémica, otro correo jóvenes hicieron fracasar la cofradía, estableciendo otra nueva, que obtuvo el privilegio real de 1417. Adquirió un rápido pre
stigio, logrando sucesivas confirmaciones y ampliaciones de los privilegios primeros, en 1421, 1445 y 1488.
De ahí resulta que desde el siglo XV la capilla de Marcús fue la capilla de los correos y Nuestra Señora de la Guía su patrona. Examínense sus privilegios y se verá cuán estrecho vínculo se estableció entre aquel santuario de la Virgen de los Correos y los individuos que ejercían esta profesión. Ellos se comprometían a hacerle caridad y a tenerle cirios y lámparas encendidos ante el atar. «E no solament faran almoyna, hoc enquara altres coses pidosas les quals meten en escrit, axi com de devl se segueix». Entre muchas otras cláusulas de carácter piadoso, hay dos que preceptúan el pago establecido entre los correos en cada viaje y el modo de administrar los fondos gremiales.
En el siglo XVII aparece denominada la cofradía «del correus de cavall», continuando su vida legal hasta bien entredo el siglo XIX
La tradicional capilla de Marcús se ha de considerar como la decana de os edificios postales españoles. Lo reconocía así el doctor Thebussem al apellidarlo «uno de los primeros monumentos que se han dedicado en Euro
pa por la Religión y la Arquitectura a los viajantes o a los correos».
Indudablemente, y aun sin ningún género de duda, si la cofradía de los corre
os de la corona de Aragón (pues general a toda ella era la que tenía su sede en Barcelona y sus ramificaciones en Zaragoza y en Valencia), si nuestra veterana cofradía hubiese tenido su asiento en la capilla de Atocha, o en la de la Almudena, no sería patrona de los correos de España la Santísima Virgen del Pilar, según se la ha proclamado últimamente.
A Nuestra Señora de la Guía, de la capilla Marcús, la dio a conocer, entre otros, el doctor Thebussem al publicar «El correo y la pintura». Tuvo a la vista la famosa lámina, que alcanzó los postreros tiempos de la cofradía. En ella , la Santísima Virgen tiene una simbólica estrella en la cabeza. A un ladoel correo a caballo, con trompeta de aviso, vistiendo el característico traje del siglo XVI, y el lema «banch dels correus de cavall», suficientemente expresivo.
En la revolución masónica de 1835, cuando se incendiaron conventos y capillas, si que en ninguna parte se pusiera cortapisas al motín y a la depravación, se salvó providencialmente el edificio de los correos. Frente por frente de la abandonada capilla, osea en la calle dels Calders, esquina a la d’En Giralt Pellicer, había a la sazón una acreditada panadería. Su duela, llamada Josefa Llonch, muy popular en el barrio, al acercarse la turba con las teas incendiarias, no quiso tolerar se quemara la antigua y querida capilla. Tomó de su mostrador una gran cuchilla de cortar el pan y salió a la calle dando desaforados gritos para contener a los amotinados. Subióse a los peldaños del portal y llamó a los vecinos diciéndoles que si quemaban la capilla, el fuego prendería a las viviendas, dada la estrechez de aquellas calles. Hubo pacto con las turba y tuvieron que acceder los desamparados vecinos, a que el templo fuese saqueado, pero salvándose de ser quemado.
Entre los objetos que las turbas estimaron despreciables, figuraban los bancos del gremio de correos. Mas no se salvaron totalmente de la destrucción en los incendios de templos de 1909. El más moderno, el del siglo XVII, que todavía actuaba como banco, fue despiadadamente desclavado y echados sus trozos a la hoguera; mientras que el respaldo del antiguo se quedaba con los trastos viejos del desván donde le tenían mal guardado.
Un vecino salvó del fuego el respaldo del banco, reliquia postal que pasó en 1909 al Museo municipal del Parque.
Terminaremos trasladando al papel algo que ya publicamos en «El Filatélico Español» del Febrero de 1910, al tratar de este mismo tema, pues creemos muy conveniente lo conozcan los organizadores de la festividad del 13 de Octubre del cuerpo de correos de Barcelona. Allí dimos cuenta de la remita fundación, por el gremio de los correos de caballo de un aniversario perpetuo, que se rezaba en el mes de Noviembre, al día siguiente de la conmemoración de los Difuntos, y que hasta dicha fecha se había continuado celebrando con escrupulosa puntualidad todos los años, por el capellán custodio de la capilla.
Si los antiguos correos públicos de Barcelona, para quienes eran los píos sufragios, no han desaparecido, sino evolucionado, atemperándose a modernos usos y necesidades, ¿por qué no ha de verse aplicado a los actuales individuos del cuerpo de correos de Barcelona que fallezcan durante el año en nuestra ciudad condal aquel perenne beneficio eclesiástico? ¿Hay que abandonar lo que se tiene tradicionalmente, sólo por lamentable descuido o inadvertencia de unos y otros?