Buceando..., Fruslerías — 13 de enero de 2017

Pan para hoy…

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BUCEANDO EN LA HISTORIA (74)

Publicado en Revista de Filatelia  (Mayo 2010) 

 

Al leer textos sobre la política de emisiones de sellos en España como el editorial de la pasada edición de esta revista, es fácil caer en la cuenta de un error en el que se incurre repetidamente a lo largo de la historia en general y de la de la Filatelia en particular: perseguir objetivos inmediatos sin considerar sus consecuencias. Lo que suele acabar siendo pan para hoy y hambre para mañana.

Hace años, un amigo me decía con sarcasmo que uno de los problemas de la democracia era que los políticos podían caer fácilmente en practicar la “ley del pito”. La primera vez que le oí semejante expresión le pregunté extrañado a qué se quería referir. Su respuesta, más allá del sentido literal de sus palabras, encerraba una buena dosis de realidad:

“Mira, en la época de la dictadura cualquier cargo vinculado a la administración pública estaba más o menos garantizado para toda la vida, siempre que el sujeto fuera o aparentara ser adicto al régimen. Venía a ser un seguro de vida. Con la democracia, no. Ahora cada cuatro años tocan el pito y llaman a elecciones. Lo que no hayas conseguido en esos cuatro años puede que ya no lo logres conseguir nunca. Por eso antes el corrupto se podía contentar con robar poco a poco; ahora necesita ir rápido porque no tiene garantía alguna sobre su futuro”.

Más allá de esa extrema y desde luego injusta crítica al sistema democrático, hay una realidad evidente: el político necesita ofrecer a sus electores resultados inmediatos. Pocos políticos son capaces de asumir decisiones cuyos frutos vayan a cosecharse en un futuro lejano. Entre otras razones, eso explica que suelan ser pésimos gestores de la actividad empresarial. Aplicando el principio de “yendo yo caliente ríase la gente” suelen buscar los resultados inmediatos e ignorar las consecuencias futuras.

El pecado de ese comportamiento está en la cortedad de miras. En sólo ver el presente o el mañana inmediato de nuestras acciones, cerrando los ojos a lo que de ello se derive. Eso no es, sin embargo, un defecto exclusivo de la clase política. Veamos algún ejemplo que nos brinda la Filatelia española.

La gestión de Correos

Resulta lamentable el comportamiento de Correos bajo la batuta de gestores nombrados siguiendo criterios políticos. Este comportamiento se ha visto acentuado desde su privatización.

En las últimas décadas se han impuesto soluciones que puedan ofrecer un resultado efectivo inmediato, aunque generen un futuro crítico a medio y largo plazo. Lo cómodo, lo menos conflictivo, es poner la vista en el balance de fin de año, sin pensar en ejercicios futuros de los que probablemente no se habrá de rendir cuentas a nadie porque seguramente se gozará de otro cargo en otro destino.

Si la venta de sellos para atender el coleccionismo filatélico baja, se debe actuar sobre la demanda incentivando el crecimiento y desarrollo de esta afición. Ese es un proceso lento y costoso, y lo fácil es recurrir a lo que ofrezca un resultado inmediato: multiplicar el número de emisiones y paralelamente incrementar el valor facial de los sellos puestos en circulación.

Nuestro país siempre ha podido presumir de la calidad de los grabadores de la Fábrica Nacional de la Moneda y Timbre. Ahora, en cambio, acude a “ahorrar” con diseños de extrema vulgaridad ejecutados con técnicas de impresión de menor coste que la calcografía.

Bajo el imperio de la eficiencia, el sello ha desaparecido de las oficinas postales. Es más ágil estampar una marca indicando el pago de la tasa postal en la oficina, que escoger, cortar, pegar y matasellar los sellos correspondientes a cada envío. Si el amante de la filatelia quiere sellos adhesivos debe esforzarse en conseguirlos por otros caminos ya que no los encontrará en la mayoría de las oficinas postales.

El servicio de Filatelia de Correos ha visto descender brutalmente los abonos a las nuevas emisiones. Y lo paradójico es que, además, se extrañan.

¿Todavía creen las cabezas pensantes de Correos que los coleccionistas quieren una viñeta cada vez más semejante a un cromo infantil? ¿Cómo no les cabe en la cabeza que el filatelista pierda todo su interés por un signo cada vez más alejado de su primigenia finalidad postal?

 

Prioridad de lo económico

2006 fue el año en que saltó el escándalo financiero con la intervención de Afinsa y Forum Filatélico. No es éste el lugar para entrar en consideraciones sobre el quehacer de esas sociedades, de ello se ocupa ahora la justicia. Lo que sí podemos es valorar nuestro comportamiento, el de los coleccionistas y comerciantes de Filatelia tradicional.

Ante su fulgurante crecimiento y aparente éxito económico. lo fácil era bailarles el agua y rentabilizar nuestras relaciones con esas empresas. Ciertamente el coleccionista y el comerciante de filatelia no invertimos en los productos que vendían Forum y Afinsa, porque nunca creímos en su actividad. Pero tampoco los denunciamos. No defendimos nuestra verdad.

A cambio de nuestro silencio obteníamos, en mayor o menor grado, rendimientos y prebendas: pan para hoy y hambre para mañana.

De nuevo el pecado de no ver más allá de nuestros ojos. Tal connivencia se tradujo en un incremento del número de afectados directos (casi medio millón de inversores) y también supuso un enorme perjuicio para los que de una forma u otra basaron su actividad filatélica en colaborar o trabajar para ellas.

Todos los filatelistas sabíamos que era un negocio piramidal y tarde o temprano acabaría por naufragar, e incluso comentábamos como sorprendente que su éxito durara tanto tiempo. Por ello ni coleccionistas ni comerciantes invertimos en Afinsa o Forum y no nos hemos visto, en ese sentido, directamente afectados.

Sin embargo estas empresas concedían importantes ayudas y subvenciones a exposiciones y eventos organizados por las sociedades de coleccionistas. También suponían un lucrativo negocio para los comerciantes al adquirir antiguos stocks y remanentes de sellos en buena medida carentes de valor para el coleccionismo así como emisiones de sellos a precios superiores a los cotizados en el mercado ordinario. Unos y otros escondimos la cabeza como el avestruz suponiendo que cuando llegara ese momento final tendríamos margen maniobra para rehacer nuestros caminos comerciales. Pero el hundimiento fue repentino, fruto de una intervención que nadie podía imaginar, que nos cogió con el paso cambiado.

 

Ciclos de auge y depresión en la filatelia

La evolución de los mercados filatélicos en la segunda mitad del siglo XX es muy interesante. Aunque no podamos desarrollar aquí el tema de la forma que merecería, haremos unas consideraciones.

La filatelia española conoció un significativo cambio a partir de 1950. Se racionalizaron las emisiones de sellos y mejoró notablemente su calidad. Tras la exposición de 1960 y el I Congreso Internacional de Filatelia que en su seno tuvo lugar, el número de coleccionistas empezó a crecer de forma exponencial.

Las reducidas emisiones de los años cincuenta, exclusivamente adaptadas a las necesidades postales y a un mercado filatélico muy pequeño, se vieron pronto desbordadas para satisfacer la demanda del flujo de aficionados que se incorporaron durante esa década. Los precios aumentaron rápidamente. Aquello parecía Jauja. Los rápidos beneficios fueron una llamada a a inversionistas y especuladores que, aunque ajenos a la afición coleccionista, se veían irresistiblemente atraídos por ese negocio floreciente.

Se difundió la costumbre de comprar las nuevas emisiones por hojas. Ya no bastaba con adquirir un sello para la colección, sino cuantos más mejor pensando que siempre se podría recuperar el coste de su valor facial. El fenómeno se extendió a todas las capas sociales y cada cual, según sus posibilidades, compraba sellos sino con ánimo coleccionista sí con fines inversores o especulativos. El servicio de Filatelia de Correos alcanzó unas cifras récord. Algunos comerciantes cubrían casi la totalidad de su actividad profesional con la simple venta de los nuevos sellos que aparecían en España y en el extranjero.

Podría citar varios ejemplos de los excesos a los que se llegó. Baste uno: el valor de 80 céntimos de la serie de Turismo de 1964, dedicado al Cristo de los Faroles, a pesar de su altísima tirada (60 millones de ejemplares) fue acaparado y su precio llegó a rebasar las 100 pesetas. Inversores obcecados con las crecientes plusvalías se aferraban a su posesión negándose a vender a la espera de mayores revalorizaciones. En Barcelona un sujeto llegó a tener nada menos que 250.000 ejemplares del célebre sello del Cristo de los Faroles. Cambió el signo de mercado y todas esas cantidades no encontraron posibilidades alguna de venta. En concreto ese sello bajó de las 100 pesetas a menos de los 080 céntimos de su valor facial, ya que ni siquiera era fácilmente aceptado para el franqueo al necesitar otros valores complementarios para satisfacer las tarifas postales vigentes.

Los mercados no evolucionan de forma homogénea, regular y constante; y el filatélico no es una excepción. Se desarrolla a través de ciclos cortos de auge y recesión. Quien sólo contempla lo inmediato puede verse atrapado como lo fueron tantos advenedizos engañados por la idea de que la filatelia era una bicoca para sus inversiones. Lo curioso es que no aprendemos y lo sucedido aquellos años se ha repetido en otros ocasiones.

 

Política del comercio filatélico

Los mismos criterios deberíamos seguir los comerciantes en nuestras relaciones profesionales con los coleccionistas.

A menudo el fracaso profesional deriva de la cortedad de miras. El trato deparado al cliente en nuestra profesión no puede estar exclusivamente orientado a realizar “operaciones ventajosas”.

Con independencia de las políticas comerciales que a nivel institucional o colectivo se puedan adoptar para estimular el coleccionismo, los comerciantes deberíamos tener en cuenta que la rentabilidad del presente puede revertir en un daño futuro. Muchas veces dejar de explotar al máximo el beneficio de hoy supone una excelente inversión para el futuro. Valga el ejemplo del coleccionista desmotivado que se planteó la venta de su colección y atendido por un buen profesional supo resolver sus problemas e inquietudes para reconvertirlo de nuevo en un coleccionista activo. Podía haber aprovechado las circunstancias del momento para hacer una compra ventajosa, sin embargo supo ganarse un excelente cliente para muchos años.

Asesorar honestamente a un cliente puede suponer en ocasiones aconsejar operaciones que no son las que más le pueden interesar para el comerciante. en esos instantes, pero sí las más adecuadas para los gustos y necesidades del coleccionista. Lo que en el momento puede parecer un sacrificio, en realidad es una siembra fructífera para el futuro.

El coleccionista precisa orientación y ayuda profesional: dedicarle tiempo tiene un coste. También lo tiene estudiar y formarse profesional y técnicamente. Lo mismo podemos decir de la renuncia a operaciones poco honestas. Pero ahorrarnos esos costes es pan para hoy y hambre para mañana.