En recuerdo de Armando Fernández-Xesta.
Para conocimiento de causa de todos aquellos que pretendan realizar una colección de Historia Postal dedicada a la I Guerra Carlista debo decirles que debido a la escasez de piezas, raras y poco valoradas, realizar un estudio de este tipo es totalmente desaconsejable.
Con una frase más lapidaria que esta, pues su expresión fue “ni se te ocurra meterte en este lío” fue como me dio la bienvenida al estudio del carlismo el Académico recientemente fallecido Armando Fernández-Xesta, persona que haciendo honor al refranero “consejos vendo y para mí no tengo” nunca cejó en su empeño de recopilar todo aquello que tuviera relación con el estudio postal sobre el ejército y las guerras de España.
Después de muchos años de esfuerzo y reveses expositivos, ahora veo que Armando tenía sus razones y es que si ya resulta difícil encontrar marcas de los ejércitos contendientes, no digamos nada sobre la dificultad que tiene encontrar certificados de época, escritos de la Legión Británica o transportes especiales de correspondencia para superar el bloqueo carlista.
De esto último, dedicado al corte de comunicaciones de las llamadas provincias del norte es de lo que vamos a tratar en este artículo, dejando para otra ocasión las dificultades postales de las provincias catalanas que propiciaron el cabotaje por Mediterráneo occidental o la ruta abierta por la P.S.N.C. en el Atlántico.
Asaltos a las diligencias.
Pese a los reiterados asaltos que desde el inicio de la Guerra tuvieron que soportar la mayor parte de las conducciones postales de las rutas españolas, no será hasta bien avanzado el año 1834 el momento en el que el que el Gobierno Liberal tome el toro por los cuernos y trate de establecer una serie de medidas encaminadas a facilitar el tránsito de la correspondencia con destino a las capitales del norte y proteger la integridad física de los conductores de diligencia, personal que comenzaba a mostrar su descontento por la situación y amenazaba con suspender el servicio si no se les daba el amparo necesario para el desempeño de su trabajo.
Con esta premisa, además de la escrupulosa vigilancia de caminos a la que la Milicia Nacional quedaba obligada, a los conductores postales se les dotaba de escolta armada y el privilegio de modificar la ruta a su criterio cuando tuvieran noticias de que algún peligro acechaba en el camino. Así mismo se establecían premios sustanciosos para aquellos ciudadanos que con su información contribuyeran a detener a los delincuentes facciosos.[1]
No empero a estas medidas, los asaltos a las conducciones con destino a las provincias del norte, cuyos territorios estaban controlado por el Ejército Carlista, no solamente no cesaron sino que por motivos de estrategia militar fueron en aumento, por lo que al Gobierno Liberal no le quedaba otra solución que establecer vías alternativas para dar salida a la correspondencia internacional y servicio a las capitales vascas que resistían el asedio carlista.
Desvío de la carrera de la Mala
Como medida interna y mientas las circunstancias así lo aconsejaran, en octubre de 1835 se decide que la conducción de “La Mala” no transite más allá de la Administración Principal de Burgos, estafeta que a partir de ese momento será responsable de encaminar la correspondencia de Bilbao por Santander y la de Vitoria y Logroño por su ruta habitual siempre y cuando fuera protegida por una escolta militar.
En principio la conducción entre Burgos y Santander se hace por Villarcayo y Laredo, ruta consideraba segura ya que contaba
con la protección de un destacamento en Espinosa de los Monteros, pero después de soportar diversas escaramuzas que llevaban el sello de las partidas sueltas que operaban en los llamados territorios encartados, no tardaron mucho en desviarla por el camino que atravesando el Paramo de Masa conducía a Santander por Reinosa y Torrelavega.
Llegada la valija a la capital cántabra y aprovechando los navíos guardacostas que diariamente se pertrechaban en Santander, la valija Bilbaína era descargada en Portugalete y llevada a su destino por vía de superficie
El vapor Enterprise
Siendo segura, como era, la navegación de cabotaje por el Cantábrico y viendo los beneficios que se podían obtener mediante operaciones de suministro y transporte de viajeros por la costa vasca, no es extraño que las empresas marítimas francesas se fijaran en ella con el ánimo de obtener un lucrativo beneficio. Si bien en aguas del Mediterráneo fueron varias las compañías que se repartieron el pastel, en el Cantábrico solo hubo una empresa que decidiera realizarlo. Así era como el 12 de marzo de 1836 comenzaba la andadura de vapor Enterprise, navío popularmente conocido como “Correo de Bilbao” que con periodicidad semanal y partiendo del puerto francés de Sokoa tocaba San Sebastián, Bilbao, Santander y regreso.
Además de dar solución al correo interior de dichas capitales facilitaba la salida de la correspondencia internacional por Sokoa/ San Juan de Luz.
La ruta de Aragón
Debido al corte de “La Mala” en Burgos, el 21 de octubre de 1835 se establecía que la correspondencia con Francia y extranjero se cambiase por las estafetas de Jaca/ Olerón,[2] oficinas que no aceptaron de buen grado este acuerdo entre Administraciones, ya que ello suponía un recargo de trabajo para el que dichas estafetas no estaban preparadas.
Además, el acuerdo establecía que mientras durasen las actuales circunstancias la estafeta de Santa María de Olerón dejaría paso libre y sin intervención alguna las valijas de correspondencia española procedentes o con destino a Barcelona y San Sebastián.
Con buen criterio el porte de las cartas no fue modificado. Se entendía que la circunstancia del desvío no debía ser tomada en cuenta, por lo que la tarifa se calculaba tomando la distancia más corta a la frontera.
Para dar agilidad al alto volumen de correspondencia que se cursa por dicha ruta, en 1838 el correo francés ordena la apertura de una segunda estafeta de cambio en Pau.
La ruta aragonesa se mantendría en servicio hasta bien avanzado el año 1840.
Notas:
[1] CAPELASTEGUI, Eduardo. Apéndice a la colección legislativa de Correos, Pág., 895/905
[2] CHAUVET, Michele. Relations de la France avec l‘Espagne. Pag, 166. Affaires postales. PD431. Bibliotheque Historique des Postes et Telecomunications – Correspondance des affaires étrangères