2004, Fue noticia — 25 de mayo de 2004

Turismo numismático

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La llegada del euro coincidió con la de los sellos no dentados (el articulista quiere referirse a lo que las etiquetas, las ATM, los sellos autoadhesivos de valor variable). En poco tiempo, los aficionados a la numismática y la filatelia vieron cómo el futuro de sus respectivos coleccionismos quedaba en el aire. El cambio fue traumático para los más puristas, que de entrada se negaron a coleccionar ni euros ni pegatinas, como aquellos melómanos que en su día se negaban a pasar del vinilo al CD, o ahora del CD al mp3.

Los más pragmáticos exploraron las posibilidades de la nueva situación. Algunos filatélicos jóvenes empezaron a coleccionar las pegatinas ATM -reducción del vocablo alemán Automatenmarken- , cuyo precario diseño evoluciona a marchas forzadas. Para los más remolones, Correos creó cuadernillos de ocho sellos adhesivos pero dentados que reproducen series pictóricas. Son imágenes de valor variable, como el arte mismo, ya que donde antes constaban las famosas ptas ahora leemos la letra A (u otra, correspondiente a una tarifa determinada que podrá variar con el tiempo, como las fichas de un casino). En el caso de las monedas, los amantes de la numismática le dieron la vuelta al euro como si fuera una tortilla. En vez de coleccionar piezas con cara y cruz empezaron a fijarse sólo en la cara con la que cada Estado europeo muestra su apuesta identitaria ante la cruz común del mapa de Europa. Los álbumes de euros proliferaron y el tráfico de calderilla continuó, con el aliciente que ahora la moneda alemana de cincuenta céntimos podían dártela de cambio en el bar de la esquina. De pronto, países como Luxemburgo o Finlandia descubrieron un nuevo producto turístico que ofrecer. Luxemburgo encareció su cara porque su población daba para acuñar un número muy reducido de monedas. Finlandia inundó las tiendas de souvenirs con sus monedas de uno y dos céntimos, retiradas de circulación por su valor inapreciable. Este verano en Helsinki un céntimo finlandés se cotizaba a un euro, en un margen de negocio que para sí quisieran muchos traficantes.

En estas últimas semanas, la pasión numismática se ha avivado por otro descubrimiento muy lucrativo. Resulta que las nuevas monedas tailandesas de 10 baht tienen la misma medida y aspecto que las de dos euros. En Tailandia el baht, cuya división centesimal se denomina stang; existen monedas de 25 y 50 stang, así como de 1, 2, 5 y 10 baht. Las monedas de 1B y 5B pueden ser de tres medidas, pero las nuevas de 10B se presentan en un círculo de cobre inserido dentro de una arandela de plata, del mismo diámetro y aspecto que nuestros dos euros. No sé si una máquina se las tragaría, pero si algún lector me lo solicita le enviaré las imágenes comparadas por correo electrónico. La coincidencia podría ser un bombazo. El rostro con gafas que preside la moneda tailandesa podría pasar por un dirigente de Estado europeo, pero dos inocentes detalles separan los 10 baht de nuestros dos euros. El primero es muy evidente: en el reverso, un gran templo ocupa el lugar que en nuestras monedas ocupa el mapa europeo. El segundo es más jugoso. Si tomamos como referencia la anacrónica peseta, el coste de los 10 baht es de 40 pesetas frente a las 332,78 de los dos euros. Ocho veces menos. Para este verano, algunos expertos ya auguran un gran aumento de Tailandia como destino turístico.

La Vanguardia 19/05/2005