Buceando..., Fruslerías — 1 de febrero de 2014

Una carta del siglo XV

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Cuando el correo no era todavía un servicio público

Buceando en la Historia de la Filatelia 029

Publicado en Revista de Filatelia (noviembre 2001)

Figura 1En 1501 Felipe el Hermoso firmó el primer nombramiento de los Tassis como hostes de correos, título equivalente al posterior de Correo Mayor. En sus respectivos países europeos, la familia Tassis conservaría en sus manos la organización postal. Sólo posteriormente, acabarían siendo incorporadas a las Coronas de cada nación. De esa forma los países asumieron las funciones postales como monopolios de estado, al considerar que se trataban de servicios públicos que en ningún caso debían quedar sujetos a los intereses y el libre albedrío de los particulares.

La pregunta que muchos se hacen es: ¿Cómo funcionaba la transmisión de la correspondencia antes de los Tassis?

El correo  en España antes de los Tassis

Con anterioridad al siglo XVI cualquiera que deseara enviar una carta, debía utilizar un mensajero, mandadero, alguacil, o criado. En Barcelona tuvo lugar la primera organización postal europea que albergaba a personajes dedicados al transporte de la correspondencia: los correos de la cofradía de Marcús. Las finalidades de la Cofradía de Marcús, en torno a la capilla románica de Nuestra Señora de la Guía eran más de carácter social y religioso que profesional. Antes de efectuar la salida a sus respectivos destinos, los correos pasaban a recibir la bendición en la capilla situada a las afueras de la ciudad condal. Los correos a caballo no desmontaban, sino que el sacerdote salía a la puerta y desde las escaleras del templo les impartía la bendición que recibían sobre su cabalgadura.

Los reyes tenían criados para su uso exclusivo, eran lo que Alfonso X llamaba en Las Partidas “mandaderos” o “mensajeros” y que más tarde se denominarían correos reales o correos de gabinete. Algunas Universidades organizaron también sus propios correos para permitir la comunicación de los estudiantes con sus familias. De igual manera, algunas ciudades importantes tenían a veces nombrados correos de la propia ciudad, aunque lo normal era utilizar algún sayón o alguacil o encargar el transporte del mensaje a un individuo de confianza. Así lo hacían los nobles que remitían sus cartas por medio de criados propios. Más adelante, con el desarrollo social y comercial, se incrementarían las necesidades de comunicación postal y, en torno a los mesones, se agrupaban personajes dispuestos a conducir a destino los pliegos que se les encomendaban; el hoste o mesonero hacía de intermediario entre quien deseaba enviar el mensaje y esos primeros correos.

Estamos hablando de una época en la que, por supuesto, no existían unos portes determinados para el pago de la transmisión de las cartas. La remuneración que recibían los correos era completamente arbitraria y dependía de los servicios prestados y en cada lugar e incluso en cada ocasión se pactaban en una condiciones diferentes. Lo primero que sí se estableció es una remuneración superior o extraordinaria para los viajes efectuados con más rapidez. Así se valoraban los viajes en función del número de leguas recorridas por el correo diariamente, si era a pie o a caballo y si era yente o yente y viniente (sólo para llevar el mensaje o de ida y regreso con la respuesta).

Los diversos significados del término “CORREO”.

Así, el primer significado de la palabra correo sirve para referirse a la persona que tiene como oficio llevar y traer cartas. Más tarde “correo” también servirá para referirse a la casa o edificio en el que se recibe y entrega la correspondencia.

Sólo posteriormente el término será utilizado con las acepciones que hoy son de un uso más generalizado. Así, tanto en su forma singular como en su plural “Correos” para denominar al servicio público encargado del transporte de la correspondencia; y, por último,  simplemente para referirse al conjunto de cartas que se envían o se reciben.

La frase Correos envió el correo a través de un correo extraordinario a Zaragoza desde el correo central de Madrid” nos muestra en la misma oración los cuatro conceptos que el término puede tener: primero la institución, después las cartas o correspondencia, el tercero la persona que la transporta y, por último, la casa o edificio.

Para muestra, un botón.
Como ejemplo ilustrativo de esta época reproducimos hoy una carta dirigida al alcayde de Medina Sidonia, fechada en Chiclana en 1460 por Don Juan de Guzmán, tercer conde de Niebla y primer Duque de Medina Sidonia.

En el frente leemos sólo el destinatario, no es necesaria dirección alguna ya que se trata de una entrega persona a persona:

“A Bartolomé de Vasurto mi criado e mi alcayde e alcalde e alguacil mayor de la mi villa de Medina”

Como antes hemos dicho no ha lugar a marca alguna ni a indicación de portes de ningún tipo, que no existían.

Figura 2

En cuanto al texto interior, esta es la transcripción literal:

“Alcayde amigo: porque en esta mi tierra no ay al presente mucha grana è esa que ay quiero que quede para cabrahigo, por ende yo vos mando que luego vista la presente fagades pregonar públicamente por es mi villa que ninguna persona no sea osada de ir a coger ninguna grana so pena de dos mill maravedis para la mi camara lo qual vos mando que con grande diligencia fagades e sea antes de que la dicha grana oviere é aved vos en ello tanto estudio que asi se faga é cumpla porque asi lo he enviado mandar pregonar a la mi villa de Bejer é se ha pregonado en esta mi villa de Chiclana XXVI de abril de mill quatrocientos e sesenta años”

Firma “YO EL DUQUE”  que de su puño y letra añade el mandato: “esto poned asy en obra”.

Un texto “post scriptum” con la letra del escribano reza así: “Faced enviar ferrage è clavos para este ferrador porque no tiene ningunos ya”

Vemos que se trata de una misiva en la que se traduce la estructura social medieval en la que el señor feudal da órdenes a sus vasallos. El propio destinatario, la máxima autoridad de la villa de Medina Sidonia es calificado como criado.

El remitente, Don Juan Alonso de Guzmán, nació en Niebla en 1410, era hijo de Enrique de Guzmán (5º Señor de Sanlúcar y 2º Conde de Niebla) y Teresa de Figueroa. Al morir su padre en el asedio de Gibraltar el año de 1436, heredó sus títulos a los que más tarde, en 1445, incorporó el nombramiento de Duque de Medina Sidonia. Éste es el más antiguo de los títulos de esta dignidad que existen hoy en España.

La villa de Medina Sidonia, a la que va dirigida la carta, había sido adquirida, en 1440, de un pariente suyo, Don Luis de Guzmán, Maestre de Calatrava, por permuta de ciertas heredades.

Ante las desavenencias que el rey Francisco II mantuvo con el infante de Aragón Don Enrique, nuestro personaje luchó y logró mantener a favor de la Corona las ciudades de Sevilla, Córdoba, Jerez y otros pueblos. Lo que le mereció diversos reconocimientos por parte del rey Francisco II.

Tomó parte en los años de 1462 y 1463 en la reconquista de Gibraltar, objetivo en el que había fracasado su padre perdiendo su vida.

El duque Don Juan no tuvo descendencia de su matrimonio con Doña María de la Cerda. Pero como “era muy dado á mugeres” tuvo varios hijos naturales con diversas amantes. De una de ellas, una portuguesa llamada Isabel de Meneses engendró a su hijo Don Enrique, su sucesor, que sería legitimado por rescripto del rey, por declaración de su padre para que le sucediese en sus estados y por el casamiento que el año de su muerte, 1468, contrajo con la Meneses una vez ya fallecida su primera mujer, Doña María.

Nótese cómo una sencilla carta nos zambulle en el apasionante mundo de la historia al trasladarnos varios siglos atrás. Y eso antes de entrar en el texto de su interior, algo que dejo para el lector que quiera bucear en la relaciones sociales y actividades propias de aquella época