Publicado en la revista RF de Edifil (julio/agosto de 2015)
«El saber es
la parte más considerable
de la felicidad»
Sófocles
La filatelia es una gran puerta abierta al enriquecimiento del saberde quienes practican esta afición. Las oportunidades que ofrece al coleccionista para introducirse en multitud de disciplinas diferentes, no tiene límites. Quizá en ello radique la buena salud que gozan especialidades como la filatelia temática y la historia postal al ser dos de las que brindan más alternativas. Veamos un ejemplo.
Al menos potencialmente, cualquier envío circulado por el correo ofrece diversos aspectos susceptibles de ser analizados en función de los intereses del coleccionista. Desde el personaje que la escribió, hasta el sujeto al cual fue dirigida; pasando por las vicisitudes a la que hubiera podido estar sujeta en su época, el contenido del texto, el itinerario seguido, la tarifa pagada, el franqueo utilizado, las marcas estampadas en ella, etc.
Hoy haremos algunas reflexiones acerca de una carta dirigida a Barcelona y escrita en La Habana a principios del año 1821, cuyo frente reproduce la figura 1.
Aunque, como decimos, está fechada en la capital cubana, carece de cualquier marca que así lo indique. Tampoco presenta señal alguna de haber sido transportada por correo marítimo. La marca lineal CADIZ pone de manifiesto su presencia en el oficio de correos de Cádiz, donde fue depositada para llegar a Barcelona donde sería porteada como originaria de la demarcación 26 (Cádiz) con 13 cuartos, lo que se debía pagar por una misiva de hasta 6 adarmes de peso según la tarifa postal vigente desde 11 de noviembre de 1815.
Debemos suponer, por consiguiente, que fue conducida desde el nuevo continente a la península fuera de valija, para evitar el coste de 4 ó 6 reales de una carta de Cuba a la Península según fuera su peso inferior a 5 adarmes o de más de 5 y menos de 7 adarmes. La diferencia era significativa; en el menor de los casos, el ahorro era de 29 ½ cuartos, pagando 13 en lugar de los 42 ½ cuartos a que equivalían los 5 reales de vellón.
Sin embargo, aunque ese aspecto de la carta tenga su evidente interés desde la perspectiva postal, es mucho más destacable la lectura del mensaje:
Transcripción completa del texto interior (Fig. 2): ([1])
«D. Pedro Sauri Barcelona
Havana 9 de enero de 1821
Muy señor mío: a los 49 días de navegación salidos de esa, ([2]) hallándonos el día 7 a la misma cabeza de San Juan de Isla de Puerto Rico, después de 6 horas de caza, tuvimos la fatal desgracia de caer prisioneros por la goleta insurgente llamada la Colombia; su capitán Sebastián Buguer, armada con dos cañones de colisa y uno por banda 12 y 85 hombres de tripulación (armada por la Argentina) la cual nos tuvo 18 días a bordo de dicha goleta y en este tiempo que estuvimos a bordo apresaron un bergantín goleta procedente de la Costa de África con doscientos veintiocho negros; frente a la boca de Puerto Rico y luego nos llevaron a San Martín ([3])y allí nos encontramos dos goletas insurgentes que la una era de Buenos Aires y la otra de Margarita, ([4]) ambas estaban vendiendo presos; la cual nos transbordaron en una balandra dinamarquesa y nos llevaron a Fajardo([5]) en la isla de Puerto Rico y de allí nos fuimos a Puerto Rico; la cual escribí a mi señor padre noticiándole la desgracia que tuvimos y justamente que se lo noticiase a Vm. para su inteligencia.
Muy Señor mío: estimaré que haga presente la presa a Jaime Sagrera mi primo que es cuanto ocurre de S At y SS q SMB ([6])
Vicente Sagrera»
(Firma y rúbrica)
Orígenes de la piratería.
La piratería es tan antigua como la propia historia de la navegación. Ya la practicaron los griegos, no en vano pirata es un término etimológicamente procedente del griego πειραω (peiraoo).
Uno de los más importantes piratas de la antigüedad fue Plutarco de Samos, quien en el siglo VI a.C. asoló las costas de Anatolia con una flota que llegó a reunir 100 barcos. Y otro griego con el mismo nombre, el historiador Plutarco de Queronea, sería el primero definir la actividad de los piratas y narrar cómo César cayó prisionero de ellos.
Julio César huyó de Sila a Asia Menor donde comenzó su carrera militar. Tras fallecer el dictador, en el camino de regreso a Roma, los piratas cilicios lo apresaron cerca de Farmacusa a Julio César con varios de sus soldados cuando tenía unos 25 años. El futuro El a y al enterarse de que iban a pedir por él un rescate de 20 talentos convenció al jefe que era una cantidad pequeña y si conociera su oficio sabría que él valía por los menos 50. ([7])
Hasta llegar el pago del rescate, transcurrieron casi cuarenta días en los cuales, entre chanzas y burlas amenazaba a sus raptores con regresar cuando fuera liberado y crucificarlos a todos llevándose el oro. Y eso es lo que precisamente hizo tan pronto quedó libre. No se dirigió a Roma, sino que regresó a Asia Menor y en Pérgamo reclutó a su costa a 300 soldados, volvió a Farmacusa sorprendiendo y matando a los piratas. Basándose en el derecho de botín de guerra incorporó a su patrimonio personal los 50 talentos de oro.
Los piratas sembraron el terror en el Mediterráneo durante muchos siglos. A finales de la Edad Media se utilizaron los correos para prevenir los ataques piratas que asolaban la costa española. Ya no eran los vikingos; pero sí los de la media luna y otras naciones. Sobre esta poco conocida estrategia, Francisco Carreras Candi escribió un interesante artículo con el título Correos avisos de piratas por el Consulado del Mar publicado en el nº 9298 del periódico Las Noticias, de Barcelona, el 15 de febrero de 1922 y reproducido en Internet por Filatelia Digital.
Piratas, bucaneros, corsarios y filibusteros.
Aunque con frecuencia se utilicen esos términos como sinónimos, existen diferencias a señalar.
Piratas es la denominación genérica de quienes realizaban sus saqueos, robos y secuestros en el mar o en zonas costeras, actividad ejercida al margen de toda ley y en su exclusivo beneficio. En sus orígenes se trataba de gentes por lo general originaria de estratos marginales de la sociedad tales como delincuentes, desertores, prófugos de la justicia, etc.
Los corsarios, por el contrario, ejercían la piratería, al menos en parte, «por cuenta ajena» en virtud de una autorización de la nación a la que prestaban sus servicios, denominada patente de corso. Aceptaban sujetarse a las leyes de la guerra y cesar en su acción cuando el enfrentamiento bélico terminara; sin embargo muchos siguieron actuando en tiempos de paz.
Aunque es poco conocido, España también echó mano de los corsarios cuando fue de su interés, como lo demuestra la figura 3.
Las términos bucanero y filibustero sólo son aplicables a piratas del caribe. Los primeros deben su nombre a que en la isla de La Española llamaron bucaneros a quienes se dedicaban a la caza de cerdos salvajes descendientes de cerdos domésticos llevados por los colonizadores españoles para comerciar su carne una vez ahumada. En un principio los indios llamaban bucán a la parrilla de ramas y hojas verdes entrelazadas sobre la que se depositaban las carnes para su asado. Ese fue el origen de llamar bucaneros a quienes se dedicaron a la industria y el comercio de las carnes ahumadas. A partir de 1625 aproximadamente, algunos siguieron dedicados a la caza de ganado y el ahumado de las carnes, pero otros muchos se hicieron piratas aunque siguieron denominándose bucaneros.
El término filibustero se les aplicó cuando asumieron la piratería como su exclusiva forma de vida. La pequeña isla de La Tortuga, situada en el noreste de La Española, con una extensión de únicamente 180 km2 se convirtió en su guarida más famosa. Allí se había constituido hacia el año 1620, la denominada Cofradía de los Hermanos de la Costa, una asociación de naturaleza gremial para la defensa de su profesión. La sociedad generaba estrechos lazos de solidaridad entre sus miembros, que en ningún caso podían ser mujeres, no se reconocía la propiedad privada y se podía acceder libremente a ella así como permitía a sus miembros abandonarla con la misma libertad. Esta peculiar hermandad tuvo cerca de un siglo de vida y su célebre lema «Ni patria, ni Dios, ni rey» es reflejo de sus ideales libertarios por los que bien pueden ser considerados un precedente del anarquismo que florecería como doctrina política durante la segunda mitad del siglo XIX.
El filibusterismo alcanzó su punto álgido en la segunda mitad del siglo XVII y decaería hasta su desaparición con el abandono de los principios que inspiraron la Cofradía de los Hermanos de la Costa.
Los corsarios insurgentes.
Los países hispanoamericanos embarcados en su batalla por la independencia de España, carecían de marina y no estando constituidos como naciones, tampoco podían enarbolar una bandera propia. Por ello eligieron el instrumento de la piratería como acción de guerra. El 1816 Juan Martín de Puyrredon, a la sazón director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, promulgó un decreto autorizando la actividad corsaria, previo pago de la correspondiente fianza «a todo individuo que solicite armar algún buque contra la bandera española». Al no estaban destinados a un ámbito geográfico determinado, los barcos con la bandera corsaria argentina llegaron a actuar incluso en las proximidades de puertos españoles.
Nacieron así los corsarios insurgentes en la segunda década del XIX. Pronto se sumaron a la iniciativa argentina, Chile, Perú y otros territorios americanos ejerciendo sus actividades tanto en el Atlántico Sur, como en el Pacífico o, especialmente en el Caribe. La mayoría de los corsarios fueron norteamericanos, franceses e ingleses y su papel en el proceso de independencia de España muy fue relevante.
Este largo preámbulo nos permite interpretar mejor el texto de la carta. Se constata la lógica del patrocinio argentino de la embarcación pirata, se entiende la presa de 228 esclavos negros para su posterior venta, que no exigieran rescate por los europeos apresados (porque el secuestro no se incluía entre los objetivos señalados), que su refugio estuviera en la isla de San Martín (pues franceses y holandeses veían con buenos ojos el acoso al comercio marítimo español), así como la liberación de los pasajeros en Fajardo, lugar discreto y para evitar un posible encuentro con fuerzas militares españolas.
Este es uno de los encantos de la historia postal, servir de enlace a otros escenarios en muchas ocasiones fascinantes para quienes gustan aumentar su bagaje cultural.
La piratería en la filatelia.
Si seguimos ahondando un poco en el tema de la carta podemos hacer un par de reflexiones. La primera acerca de lo que hoy se entiende por piratería y la segunda sobre su presencia en el ámbito del coleccionismo filatélico.
Como hemos visto, el pirata nació y fue durante siglos, en palabras de la RAE, la persona que, junto con otras de igual condición, se dedica al abordaje de barcos en el mar para robar, y piratería es robo o presa que hace el pirata, hoy ya no es así.
Es cierto que en el siglo XXI no hemos dejado de sufrir acciones piratas en determinados mares, como lo sabe cualquiera que lea los periódicos; pero, además, este concepto tiene muchísimo más recorrido y se extiende al robo o destrucción de los bienes de alguien (acepción 3 del diccionario de la RAE). Por otra parte aquí debemos entender por bienes tanto la propiedad física, como la intelectual. De ahí calificar de piratería y de piratas informáticos a quienes atentan contra la propiedad del software, o de ediciones piratas a las realizadas por personas que carecen de los derechos para efectuarlas, etc.
También la RAE para definirlo como sinónimo de clandestino y reconoce su aplicación como persona cruel y despiadada.
Así pues, es totalmente correcto aplicar el calificativo de piratas a cuantos atentan contra los derechos de propiedad del coleccionista de sellos y a quienes ejercen como comerciantes furtivos.
Por sus especiales condiciones la filatelia siempre ha debido afrontar la existencia de numerosos chamarileros y traficantes. Auténticos piratas con diversas apariencias: a veces como serios profesionales, en otras como coleccionistas o como poseedores de unos bienes heredados cuyo valor desconocen, etc. operando con frecuencia en el marco de la economía sumergida para soslayar las obligaciones fiscales y evitar los controles administrativos. En el La otra cara de Internet, publicado en Filatelia Digital ya se hacía una serie llamada de atención a esta forma de piratería canalizada a través de Internet, que años atrás tenía como un único medio importante de actuación, los mercadillos dominicales.
Pero hay otras muchas formas de piratería en el ámbito del coleccionismo que van desde la falsificación y las manipulaciones o reparaciones de las piezas filatélicas hasta las más variadas formas de engaño, en las que el execrable filibustero ya no viste como un corsario, carece de garfio y tampoco lleva un parche negro de cuero tapándole un ojo; por el contrario se presenta con una actitud aparentemente bondadosa y desprendida a fin de ganar la confianza de la víctima elegida.
«Tanto peca el que mata a la vaca
como el que le ata la pata.»
Refrán popular
Atractivo y justificación de la piratería.
Podemos seguir profundizando en el tema.
Si la piratería es una actividad claramente delictiva ¿Por qué está tan extendida? ¿Por qué resulta familiar y simpática su imagen? ¿Por qué ha sido aceptada, legalizada y promovida por muchos países a lo largo de la historia?
Quienes reducen la moralidad de sus actos a la mínima expresión exclaman: Yo ni robo, ni mato, ciñéndose a lo que ha sido condenado sin excepción en cualquier cultura y todas las sociedades. Precisamente las dos acciones que tipifican el comportamiento del pirata.
Quizá la explicación radique en el hecho de juzgar los actos en función de los beneficios que reporten a su autor. Una cuestión ética debatida desde que en el siglo I, cuando Ovidio escribió en las Heroidas (Epistulae heroidum) la célebre frase exitus acta probat, origen de la actual sentencia: el fin justifica los medios, erróneamente atribuida con suma frecuencia a Maquiavelo.
El mal, en sí mismo, no es atractivo. Lo que sí resultan sugerentes son algunos de sus frutos. El pirata no seduce como ladrón y asesino, ni como persona cruel y despiadada según la describe el diccionario. Su figura es sugerente porque encarna aspectos atractivos derivados de su actividad: la actuación al margen de cualquier norma que condiciones su vida, la obtención de importantes botines y la posesión de tesoros ocultos, etc.
En más de una ocasión hemos visto cierta connivencia entre dirigentes y profesionales filatelia con falsificadores u otro tipo de delincuentes, por culpa de determinados beneficios que esperaban de ellos.
Pero no lo olvidemos: Tanto peca el que mata a la vaca como el que le ata la pata, que es tanto como decir que tan criminal es quien comete un delito como quien de alguna forma lo permite, colabora o lo calla.
La recompensa del coleccionista.
La carta sobre los piratas del Caribe, como ha podido comprobar el lector, sólo ha servido de excusa para poner de manifiesto las posibilidades que le ofrece al coleccionista su afición. Como decíamos al principio, nos puede llevar a un sin número de nuevos escenarios en los que alimentar nuestros conocimientos.
Es lamentable vivir aturdidos por el exceso de actividades y la escasez de tiempo libre que dedicar al desarrollo intelectual.
Sólo quienes son capaces de estudiar y ahondar en la naturaleza de los objetos de su colección, llegan a valorar los impagables frutos del coleccionismo.
Pero para ello es necesario dedicar tiempo al estudio y a la reflexión.
Notas
[1] Hemos corregido buena parte de la ortografía original, para facilitar la comprensión del lector.
[2 ]En esa época la travesía atlántica solía durar entre 40 o 50 días. Es lógico estar a punto de alcanzar Puerto Rico tras haber partido de Barcelona 49 días antes
[3] Cuando la Isla de San Martín fue abandonada por los españoles, se la repartieron franceses y holandeses por el llamado Tratado de la Concordia, suscrito por ambas partes el 23 de marzo de 1648. Pese a sus escasos 88 km2 de superficie sus costas ofrecías ventajas logísticas a los piratas, que las utilizaron desde el inicio de sus actividades en la zona. Más de tres siglos después la piratería de corsarios y bucaneros a cesado; pero en su lugar la isla es un paraíso fiscal que ha dado lugar a la práctica de la piratería financiera.
[4] La Isla Margarita fue un centro importante de la actividad corsaria en el Caribe. Perteneciente a Venezuela estaba entonces integrada en la Gran Colombia (país constituido en 1819 por el Virreinato de Nueva Granada, la Capitanía General de Venezuela y la provincia libre de Guayaquil).
[5] Fajardo es un municipio de Puerto Rico situado en el extremo este de la isla, en la costa, y a unos 60 km. de la capital.
[6] Su Atento y Seguro Servidor que Su Mano Besa.
[7 ]El talento era una unidad de medida equivalente en la Roma del siglo primero a 32,3 kg. Cincuenta talentos (más de 160 kg.) del precioso metal era, por consiguiente, una suma de dinero considerable (actualmente casi 5 millones de euros).