Buceando..., Fruslerías — 9 de febrero de 2013

Las clínicas filatélicas

por

Buceando en la Historia de la Filatelia 006.

Publicado en Revista de Filatelia (nº 353, septiembre 1999)

 

El número 6 del primer año de publicación de la revista COLECCIONISMO (junio de 1913) reproducía un anuncio a media página de la Casa F. FOURNIER de Ginebra que, entre otras cosas decía “Editor de Facsímiles de sellos para colecciones (fuera de uso)”.

Una forma dulce de decir que se referíaa sellos falsos, pero haciendo hincapié en que se trataba de ejemplares sin valor postal para evitar responsabilidades frente a los naciones emisoras.

La oferta (“precio-corriente” como se le denominaba en la época) contenía más de 800 series diferentes de todo el mundo, lo que representaban “más de 4000 variedades de facsimiles”.  Son los que hoy conocemos como falsificaciones de Fournier. También Seguí hizo lo mismo en España: vender sus falsificaciones como “reproducciones o facsímiles”, no se engañaba a nadie, no se cometía ningún delito, pero se alimentaba con el material “adecuado” a quienes sin escrúpulo alguno estafaban al primer incauto que pillaban vendiéndoles tales falsificaciones como ejemplares auténticos. Pese a que hoy,  ya muy estudiadas y conocidas estas falsificaciones pueden ser calificadas de burdas, muchos son los que acuden a los comercios filatélicos o a los comités de expertos creyendo poseer ejemplares valiosos en su colección, ya sea propia o heredada, cuando en realidad se trata únicamente de falsos filatélicos carentes de todo valor.

Pero el anuncio al que me estoy refiriendo no se conforma con ofrecer esas falsificaciones. A continuación añade: “CLINICA FILATELICA. Reparación de los sellos de correos defectuosos, gastados, manchados, descoloridos, agujereados, con feo margen, etc. etc. La casa garantiza que es imposible reconocer la reparación que se ha hecho y que los colores son inalterables en el agua. Precio de las reparaciones. Sellos anotados en el catálogo, cuyo valor es superior a Fr. 10,- 10% de su valor. Por los de valor inferior, Fr. 1,50 pieza. A pagar solamente en caso de satisfacción completa”.

Ha transcurrido más de un siglo desde que F. FOURNIER comenzara su “negocio” en 1891 y no parece que el tiempo haya contribuido a cambiar demasiado las cosas. Sigue existiendo en la actualidad quien ofrece lo mismo aunque con técnicas más modernas. Y al igual que entonces el experto tiene que luchar contra el falsificador, el reparador, el reengomador también con nuevas técnicas para detectar las manipulaciones efectuadas para encubrir los defectos de los sellos. Sólo así se puede impedir el engaño a los compradores de buena fe que están dispuestos a pagar el alto precio al que las piezas de más calidad se cotizan en la actualidad.

En el tercer artículo de esta serie, con el título “LA GOMA EN LOS SELLOS”, reproducía un texto que publicaba El Eco Postal de enero de 1902. Finalizaba entonces el comentario al mismo diciendo que trataríamos el tema de las gomas en los sellos del siglo XX más adelante, ya que se trataba de un tema que merecía mayor extensión.

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Cualquier defecto de un sello se puede reparar, desde simplemente cambiarle la goma hasta añadirle un trozo que le pueda faltar. El reparador actual cuenta con un arsenal de recursos químicos y una avanzada tecnología que le proporciona sofisticados instrumentos.

Hoy en día seguimos padeciendo el cáncer de las “Clínicas Filatélicas”. De todos los fraudes que se cometen, con toda seguridad el más extendido sea el de las gomas falsas. Ya comentaba la escasa importancia que las gomas tienen en los sellos del siglo XIX; pero en los del siglo XX el asunto es completamente diferente. Basta consultar cualquier catálogo para observar la diferente cotización de las series nuevas cuando tienen restos de fijasellos y cuando tienen la goma original íntegramente conservada.

 

Si un sello tiene algún defecto, como son las manchas que llamamos de óxido o del tiempo, su valor es todavía inferior al del que tiene restos de charnela. Resulta por ello muy rentable a quienes carecen de escrúpulos acudir a la “Clínica” y someter a una “pequeña operación de estética” esos sellos. Su valor se multiplica y a ellos sólo les cuesta los honorarios del reparador: curiosamente los mismos que cobraba Fournier hace casi un siglo: el 10 por ciento del valor de catálogo.

No debemos entrar en la cuestión de si es lógico o no que en razón de la goma existan las diferencias de precios que hoy se experimenta, en general, en  los sellos nuevos de todos los países del mundo. Desde luego a mi me parece ridículo que, para apreciar y valorar un sello, se tenga que examinar por el dorso; pero adentrarnos en esa dialéctica es una cuestión puramente especulativa, la realidad del mercado es que el sello con goma original y sin charnela tiene un precio muy superior al que no la tiene y, nos guste o no, lo tenemos que aceptar como un hecho. Así, llegados a este punto, lo que importa es determinar cómo nos podemos defender de los desaprensivos y evitar la adquisición de sellos con la goma falsa (reengomados) o manipulada (tratada para que no se vea que ha tenido charnela o algún defecto como puedan ser las manchas del tiempo).

Cuando se trata de sellos de alto precio resulta ya aceptado por la mayoría que deben ir acompañados de sus correspondientes certificados de autenticidad y calidad extendidos por expertos reconocidos como tales. A este efecto  recordemos la existencia de la Asociación Española de Expertos en Filatelia (A.N.E.F.) a nivel nacional y la Assotiation Internationale des Experts en Philatelie (A.I.E.P.) a nivel internacional, son las entidades que, cada una en su ámbito, agrupan a los principales expertos  o comités de expertos del mundo. Sin embargo el problema surge con las series de valor intermedio y bajo, ya que un certificado de las mismas puede ser tan caro como las propias series lo que no hace viable, desde el punto de vista económico, el camino de la expertización. Es por esa razón por la cual el coleccionista que no quiera tener el disgusto de, el día de mañana, encontrarse con un masivo número de sellos reengomados en su colección, debe adoptar otras medidas preventivas tales como:

1.- Depositar la confianza en un comerciante profesional de reconocida solvencia.
2.- Un comerciante que no pertenezca a ninguna asociación nacional de profesionales de filatelia, ya es, en principio, sospechoso.
3.- Alerta con los mercadillos populares. Junto a revendedores que merecen todo nuestro respeto, se concentra la mayor y más importante venta de sellos reengomados, reparados, falsos, etc.
4.- Desconfiar de las gangas. Nadie regala duros a cuatro pesetas.
5.- Lleve su colección a un experto para que le haga un examen global inicial y le asesore sobre su estado general, y, si es necesario, le sugiera las piezas más importantes que merecerían ser certificadas.
6.- Si se siente engañado o defraudado por un comerciante, exponga su caso a la asociación profesional a la que éste pertenezca. Posiblemente su caso no se resuelva, pero una acumulación de denuncias de diferentes procedencias y distintos momentos contra la misma persona es, de por sí, un elemento probatorio de su actuación deshonesta que permitirá tomar las medidas convenientes a la Junta Directiva o el Comité correspondiente de aquella asociación.
7.- La pertenencia a Sociedades Filatélicas y la asistencia y participación en subastas públicas le permitirá adquirir un abanico de conocimientos que la será de gran ayuda.

No nos engañemos, las llamadas “clínicas filatélicas” por mucha justificación que les busquemos, acaban siendo la fuente de abastecimiento de los estafadores y los sinvergüenzas y un problema para el comerciante honesto que debe estar ojo avizor para evitar caer en el engaño y consecuentemente defraudar a su cliente coleccionista. Prueba de ello es que quien se dedica a tan peculiar actividad (por aplicar un calificativo indulgente) se esconde en el anonimato tanto fiscal como comercial. Si tan limpio y honesto fuera dicho trabajo, no tendría reparos en publicitarlo, como en un principio hizo Fournier, y facturaría oficialmente a sus clientes haciéndolo de forma trasparente frente a Hacienda.