BUCEANDO EN LA HISTORIA (68)
Publicado en Revista de Filatelia (Junio 2009)
La Filatelia y la Historia Postal en general tienen una fuente casi inagotable de aspectos cuyo coleccionismo y estudio resulta apasionante. Algunas de las especialidades han tenido más popularidad que otras y se ha profundizado más en su conocimiento; pero otras ya sea por la escasez de sus piezas o por cualquier otro motivo, están todavía cubiertas de grandes incógnitas y sus detalles están por desvelar. Eso ocurre en España con los encaminadores, los denominados en lengua inglesa «forwarding agents».
Según el «Diccionario de Filatelia» Javier Padín «encaminador» es «la persona o servicio particular que actuaba como correo encaminando, esto es, transportando o simplemente dirigiendo por la ruta postal más adecuada, cartas en una parte de su recorrido, con lo que su actuación era complementaria de los servicios postales oficiales», La definición es correcta, pero vamos a poner unos ejemplos que nos van a demostrar que para abarcar el pleno concepto de encaminador postal es necesario precisar más.
La carta más antigua con marca de un encaminador español que conozco es la que muestra la figura 1. Se trata de una carta procedente del célebre archivo Venturini y está fechada en Lisboa en 1685 y dirigida a Livorno. Al dorso una anotación manuscrita demuestra que ha sido encaminada en Madrid por Buini y Bargilli (fig. 2)
No parece difícil explicar el papel que en este caso desempeñaba el agente encaminador. No existía una línea postal de comunicación entre el remitente y el destinatario. Tras una primera etapa entre Lisboa y Madrid (en la que se hace llegar por algún medio Nuini y Bargilli sí pueden remitir la misiva desde la capital de España a la capital de la Toscana por medio del «Correo de Italia» que se había establecido como correo ordinario para particulares y comerciantes un siglo antes en tiempos del cardenal Granvela.
Este ejemplo es muy primitivo. Se conoce algún rarísima pieza del siglo XVIII. Pero el auge, el momento en el que con mayor intensidad desarrollan su actividad estas personas es el siglo XIX.
El caso que vemos en la fig. 3 es el de una carta nacida en Filadelfia en 1771, por entonces todavía perteneciente como colonia a la Corona Inglesa (como se sabe la Declaración de Independencia tuvo lugar en esa ciudad el 4 de julio de 1776). En el frente lleva estampada una marca roja «ANDALUCIA/ ALTA» indicativa de que cuando la recibió en encaminador en Cádiz la depositó en el correo español para que siguiera su curso hasta Marsella.
No se crea que el encaminador sólo utilizaba anotaciones manuscritas para dar fe de su intervención. Veamos en la fig. 4 la marca oval de John Clemens que en su interior escribe «Forwarded by» para que no quede duda de su función. La carta procede de Norfolk (la ciudad americana del Estado de Virginia) con destino a Madeira. Tras su llegada a manos del encaminador en Málaga se envía a aquella isla pagando el porte portugués que está estampado en el frente.
La rarísima marca de «PORRUA EGUSQUIZA y Ca» es una marca fabricada con el exclusivo de sellar las cartas ya que en su interior figura el texto fijo «Recibida el de / y encaminada el de «. En el caso presente sólo se ha rellenado a mano la fecha de encaminamiento dejando en blanco la de recepción. La carta tiene su origen en 1839 en La Guaira (Venezuela) con destino a Londres. Parece que en este caso el encaminador recibe y reexpide la carta por medios ajenos al correo oficial, ya que carece de marca postal alguna.
La actividad de los encaminadores se multiplicó en el tiempo con el desarrollo comercial y la necesidad de buscar unas comunicaciones más rápidas y seguras, dejando a un lado la antigua solución de enviar la misma carta por vías diferentes y esperar a que el azar determine cuál de ellas llegaría antes. La aparición del sello sólo viene a enriquecer las cartas encaminadas. La mayoría de ellas, como la que muestra la fig. 6 se mandaban por medios privados a un agente que las franqueaba dándoles curso por el correo oficial. Pero el caso también daba para recibirla por correo oficial, franqueda con sellos y encaminarla de nuevo con otro franqueo del país correspondiente dando lugar a uno de los tipos de franqueos mixtos más raros y apreciados por los coleccionistas.
La carta que aquí tenemos procede de La Habana y en Cádiz el encaminador estampa su marca al dorso y la entrega al correo español franqueándola con una pareja de sellos de 12 cuartos por exceder el peso de una carta sencilla.
El desarrollo de la U.P.U. generalizando un servicio postal global para todo el orbe supondría la desaparición de estos agentes.
También la compañía marítima «Peninsular Steam Navigation Company» hizo de encaminador como vemos en la carta de la fig. 7 que tiene su origen en Jerez se transporta a través de su delegación en Cádiz a Londres.
Más allá de la definición de Padín, no sólo fueron particulares los que actuaron como encaminadotes. También lo hicieron algunas instituciones oficiales como es el caso del Consulado de los Estados Unidos de Málaga que admitía correspondencia para cursarla
No hay que confundir a los encaminadores con los cosarios. Los cosarios eran transportistas (los que transportan cosas) que también llevaban correspondencia. En ocasiones hay cartas que nos pueden inducir a confusión. Es el caso que nos muestra la figura 10, Parece que la carta esté encaminada a su llegada a Cádiz procedente de Londres por el cosario BERDUGO que estampa su marca azul. Pero no es así. El que encamina la carta en Cádiz es «Pacheco y Ca.» Lo que sucede es que éste en lugar de remitirla por Correos hasta su destinatario final en Jerez lo hace por medio del cosario.
Hasta aquí cuatro pinceladas y unas muestras de lo que son los encaminadores y lo que han significado en el mundo de las comunicaciones postales. Esperemos que despierten el suficiente entusiasmo en los coleccionistas españoles para ir conociéndolos mejor y poder llevar a cabo su catalogación.