En este sello (Figs. 1 y 2) hay de todo: sellos con dentados falsos y sellos sin dentar también falsos por haber sido recortados los dientes originales.
fig. 1 fig. 2
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Me explicaré:
Estamos ante de uno de los raros ejemplares emitidos en el siglo XIX cuya variedad sin dentar está depreciada con relación al sello dentado, en tanto que los demás valores sin dentar de la emisión están catalogados a mayor precio que sus homónimos dentados.
En esta ocasión el sello dentado vale el doble que la variedad sin dentar. Por ello, de ahí a caer en la tentación de ‘crear’ un sello dentado a partir de uno sin dentar, va un sólo paso: el que incita al individuo que no puede sustraerse a la enfermiza predisposición de engañar a sus semejantes.
fig. 3
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Véase la notable diferencia en el dentado original de la Fig. 1 con el falso de la Fig. 3, creado a partir de una pieza sin dentar. Este sello trucado es muy evidente por lo burdo del trabajo realizado, pero existen algunos ejemplares en los que el ‘artista’ ha conseguido una apariencia engañosa. Hay que andar alerta con estos sellos.
Además de lo indeseable del asunto, hay una consecuencia nefasta: la paulatina desaparición de los sellos ‘de lujo’, los sin dentar con grandes márgenes. En cuanto uno de éstos cae en manos del malhechor de turno, desaparece una pequeña joya filatélica que no tiene posibilidad alguna de ser recuperada. Y así, paso a paso, la degradación se apodera de nuestro entorno. Es como la corrupción medio-ambiental, pero sin que exista ningún paliativo solar que pueda remediarlo en el futuro.
La otra vertiente es la de los sellos sin dentar procedentes de sellos cuyos dientes han sido recortados. Si aparece un sello con el dentado deteriorado, la operación de recortarlo en su totalidad es relativamente fácil. La parte negativa del asunto es que el sello queda empequeñecido en sus dimensiones absolutas. Para subsanarlo hay quien utiliza unas técnicas de ‘estiramiento’ de los márgenes del papel, consiguiendo ampliarlo en algunas décimas de milímetro. La apariencia final resulta ser casi ‘normal’. Ver Fig. 4.
fig. 4
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Con estas manipulaciones el falsificador consigue agenciarse de unos cuantos euros con los que seguir manteniendo su oronda figura, sin riesgo alguno para su tranquilidad y a expensas de los esquilmados filatélicos, porque nadie se preocupa de denunciar tales manejos. Y es que los gremios profesionales siguen con sus guerras fratricidas atávicas y las sociedades filatélicas con sus vacaciones pagadas, vía exposiciones.
¡Que bien!