El día 10 de noviembre de 2013 reprodujimos en las páginas de Filatelia Digital Certeza Moral, un artículo escrito tres años antes para El Eco Filatélico en la sección «La Huella del Falsificador» desaparecida al incorporarse a la redacción su nuevo director.
No sabría explicar la causa, pero con más de cuatro mil visitas hasta la fecha,es el artículo más visitado de Filatelia Digital. Y lo que resulta más llamativo todavía: transcurridos tres años desde su publincación en Internet, en este el último cuatrimestre ha sido nuevamente el más leído. Sería importante reflexionar sobre los temas de verdadero interés para el coleccionista; posiblemente nos lleváramos alguna que otra sorpresa.
En el artículo en cuestión se analizaba cómo era posible llegar al convencimiento cierto de la falsedad de una pieza sin tener ninguna prueba física para demostrarlo.
Como ejemplo de unjuicio cierto con certeza moral por no ser posible alcanzar una certeza de grado superior, estudiábamos el espectacular frontal de un sobre de valores declarados sobre el cual existía un amplio debate en aquellos momentos entre los que defendían su autenticidad yquienes, por el contrario, la negaban.
Quisiera aportar hoy un ejemplo en sentido opuesto. Utilizar esa misma vía del conocimiento para obtener la certeza moral de la autenticidad de una pieza (en lugar de lograr el convencimiento de que no lo sea), pese a carecer de pruebas físicas contundentes a su favor. Veamos el siguiente sobrescrito:
Descripción
Se trata de un sobrescrito completo que conserva en su interior el texto fechado en Sta. Cruz de Tenerife el día 14 de noviembre de 1854. A continuación, antes de efectuar el envió de la carta, le fue
añadido un nuevo texto el día siguiente (15 de noviembre);ambos los firmó y rubricó el remitente estampando asimismo en el frente su marca comercial ovalada Virgilio Ghirlanda y Hermanos/ Santa Cruz de Tenerife en tinta azul.También está escrita la indicación p r. Vapor Dn Fernando el Católicoy el nombre del destinatario Sres. S n Martin y C a./Habana.
Fue franqueadocon el sello de 1 real puesto en circulación el día 1 de ese mismo mes y se canceló con el matasellos Parrilla de uso general, en tinta negra. A un lado figuran el fechador de salida de Santa Cruz de Tenerife en color rojo del15/NOV/1854, la marca general FRANCO creada en 1842 y una cifra 4 de porteo o multa, estas dos últimas en color azul.
En la parte posterior sólo encontramos el fechador tipo baeza de La Habana estampado en color azul como marca de llegada a la administración postal de la capital antillana. Aunque la impresión sea deficiente es legible la fecha completa: 2/DIC/1854.
La historia filatélica
No nos hallamos frente un nuevo hallazgo. La carta se conoce, al menos, desde mediados del siglo pasado. Ya hace más de 50 años la examinó Jorge Guinovart y la avaló como auténtica con su firma. Durante las últimas cuatro décadas ha permanecido en la colección de un gran estudioso de la historia postal española. Se puso a la venta sin éxito en una subasta del año 2009 con la siguiente descripción:
«Ed.34 1854. STA CRUZ DE TENERIFE a HABANA 1 real azul mat. PARRILLA y fechador de SANTA CRUZ DE T. / CANARIAS. Al llegar la carta fue erróneamente tasada con 4 reales de plata. quizá por no estar al corriente el empleado de correos de la nueva tarifa de 1 real válida desde el 1 de Noviembre de 1854 con una gran reducción de porte (de 5 a 1 real). El error se subsanó anulando la tasa con la marca FRANCO. PIEZA EXCEPCIONAL. F. Guinovart y Cert. SORO»
Hasta hace muy poco nadie le había reprochado nada a esta pieza. El
Es justo reconocer que el no haber despertado nunca duda alguna es un dato a tener en cuenta que, sin embargo, no justificaría el dejar de someterla ahora a un completo examen y revisión.
Su importancia y significado
El real de 1854 siempre se consideró un sello raro en nuevo, notablemente escaso si está usado y muy raro cuando se ha conservado en la cubierta del objeto postal para cuyo franqueo fue utilizado. Actualmente, la existencia de muy pocos ejemplares en carta y el aumento del número de coleccionistas de historia postal explica su importante revalorización.
Pero lo que multiplica el valor de esta pieza en particular han sido los alcances en el estudio de la emisión. En la descripción antes reproducida, el subastador intuía que se trataba de una carta «excepcional», sin embargo, esa excepcionalidad no la llega a reflejar en ninguno de los aspectos que destaca en negrita. Posiblemente no la vendió por no resaltar lo más significativo e importante al ser datos desconocidos para él.
En mi opinión la singularidad de la pieza, es decir, lo que la hace diferente a cualquier otra con ese mismo franqueo es:
1º.- La carta viajó en el primer buque-correo que partió desde España hacia Cuba tras emitirse el primer sello con el valor facial de un real cuyo fin específico era el franqueo de las cartas con ese destino. Eso le confiere la rareza propia de un primer día de emisión.
2º.- Por si ello fuera poco, es la única actualmente conocida con el sello de 1 real circulado en o desde las Islas Canarias.
Autenticidad
Al conocerse su extraordinaria rareza o quizás por otras razones (realmente los motivos carecen de importancia) la cuestión es que cuando el año pasado se puso de nuevo a la venta, esta vez en Madrid, se cuestionó su autenticidad. Todavía peor; se negó, la posibilidad de reconocer su legitimidad aunque la opinión de los expertos habías sido unánime: todas las marcas eran auténticas y no existía ninguna manipulación. También el sello fue considerado incuestionablemente auténtico y sin manipulación. Lo más sorprendente fue ver al mismo comerciante que hace unos años la había considerado genuina y como tal la había descrito en su catálogo como una «PIEZA EXCEPCIONAL» transformado en su mayor enemigo defendiendo con encono la imposibilidad de certificar su autenticidad.
De esta manera una importante carta había quedado estigmatizada sin que existiera prueba alguna en su contra, con la hipotética y no argumentaba posibilidad de manipulación. Los argumentos esgrimidos se limitaron a exponer:
1.- El matasellos parrilla no incide con claridad sobre el sello, lo que permitiría suponer que pudo haber sido añadido al sobrescrito con posterioridad a su circulación.
La figura superior nos muestra un detalle ampliado del margen inferior del sello y parte del papel de la carta que le rodea. Aunque se aprecian pequeñas trazas del matasellos sobre la carta ciertamente son muy leves.
2.- Y la derecha el detalle de dos marcas que por su naturaleza son incompatibles en una misma carta.
No parece razonable estampar la marca FRANCO en un sobrescrito que estaba bien franqueado. Y si hubiese faltado otro sello por exceso de peso, la multa a aplicar no debía ser de 4 reales de plata por lo cual también carece de lógica colocar esa cifra en el frente.
Ya hemos visto la explicación que daba el subastador cuando ofrecía en venta la carta el año 2009. La redacción empezaba con un “quizá” que denotaba una mera conjetura de lo podía haber ocurrido pero no una prueba o explicación de los hechos.
Estudio objetivo de la carta y de su manipulación por el servicio postal
El primer paso a seguir en un peritaje es el examen pormenorizado de cada una de las partes del objeto a estudiar y, acto seguido, analizar la relación y coherencia de cada una de ellas con las demás.
Al no disponer de la prueba material inequívoca de la estampación del matasellos sobre la carta (y por supuesto tampoco en contra) y tener una mera hipótesis sólo basada en la intuición para explicar la existencia de las marcas, es preciso buscar otro tipo de razones a fin de elaborar un juicio fundamentado y sólido que permita ser considerarlo cierto.
Una carta nos narra a través de sus marcas, sellos y escritura cómo circuló desde su redacción por el remitente hasta ser entregada al receptor.
Para aquilatar la coherencia de un acontecimiento que tuvo lugar en el pasado no es suficiente estudiar la legislación y los aspectos técnicos vigentes en aquellos momentos; también es necesario bucear en las fuentes más próximas a esa época e imbuirse de los principios por los cuales se regía la sociedad de entonces, sus costumbres, el modo de ser de las gentes, etc. Este es un principio básico e ineludible a seguir por el experto, como lo es para el historiador.
Interpretar hechos del pasado con la mentalidad del hombre actual es un catastrófico error a cuyas consecuencias nos tenemos que enfrentar con demasiada frecuencia. El cuadro que se reproduce a continuación cobra su sentido si lo contemplamos bajo este punto de vista. Su elaboración ha supuesto un gran esfuerzo.
Para completar esta relación viajes de buques correo de la Armada Española para el transporte de la correspondencia con América en 1854 sin poder recurrir una fuente concreta,([1]) ha hecho necesaria la consulta de cientos de periódicos de ese año.
¿Vale la pena dedicar tanto tiempo a una tarea que se resume en un simple folio de papel? Con toda seguridad más de uno pensará que ha sido una estupidez o cuando menos un sacrificio baldío como lo prueban el escaso valor de los datos recogidos: nombres de barcos, fechas, puertos de salida y llegada, etc. Encima con el agravante de saber que no son completos y, en algún caso, inseguros como vamos a comprobar.
A quienes así opinen les debo recordarles que tan simple como laboriosa tarea, aunque pueda resultar con frecuencia tediosa y pueda dar la impresión de no llegar nunca a su fin, aporta no obstante un fruto valiosísimo. Sumergirse en un prolongado buceo a través de los testimonios de una época (en este caso la prensa de mediados del siglo XIX) aporta algo muy difícil de alcanzar por otros medios: identificarse con la mentalidad de aquella sociedad. Sólo cuando conociendo como vividas por uno mismo las costumbres, ideas e opiniones vigentes entonces se tiene capacidad para interpretar los hechos y fenómenos sociales que acontezcan en ella.
Por eso el experto, como el historiador, en ocasiones no precisa pruebas físicas para sospechar e incluso para dictaminar la falsedad de un dato. Le basta comprobar la falta de armonía con la mentalidad y forma de ser de la época a la que corresponde.
En referencia al tema que estamos debatiendo, he aquí una escueta síntesis de los aspectos más significativos que aporta esa lectura:
1.- Los periódicos redactaban las noticias incompletas y con abundantes errores. El disparate que ahora se me antoja más pintoresco es el de El Clamor Público del 4 de noviembre al confundir la Bahía de Cádiz con la Bahía de Kiel como punto de partida del vapor Fernando el Católico para conducir la correspondencia a Cuba y Puerto Rico.
2.-Las cartas recibidas a través del correo eran una de las principales fuentes de información para la redacción de los sucesos, y así solían expresarlo.
3.-Reproducían las noticias de otros periódicos editados anteriormente en la misma o en otra ciudad sin variar una coma, por eso inducen a errores de interpretación, sobre todo en lo relativo a las fechas exactas en las que se produjeron los hechos narrados.
Por todo ello ha sido preciso examinar muchas secciones de contenidos completamente dispares (anuncios, comunicaciones oficiales, reportajes de otras publicaciones, comunicaciones recibidas por diversos conductos, etc.). Ante semejante conglomerado de informaciones, se han tenido que cruzar unas con otras para descartar errores y elaborar nuevas conclusiones.
4.- La sociedad de entonces otorgaba al correo marítimo una importancia enorme. Sólo podemos hacernos una idea si pensamos que era el único medio de comunicación intercontinental frente a los que se crearían más tarde; ¿Cómo valoraríamos hoy el correo si tuviésemos que prescindir de la telegrafía por cable, la radio y el teléfono y careciéramos del correo aéreo, la televisión, el fax e Internet?
Dos anécdotas esclarecedoras: El día 4 de octubre de 1854 debía celebrarse una recepción y besamanos con motivo del cumpleaños del rey consorte Francisco de Asís de Borbón, que hubo de retrasarse para evitar su coincidencia con la salida del vapor correo Velasco.
También era la Gaceta de la Habana quien informaba que el Gobernador General había suspendido la prevista audiencia general del día 12 de octubre de 1854 para poder asistir a la salida del buque correo de la Armada Española hacia España. ([2])
Estaba claro qué era lo primero y así lo prueba que, pese a la convulsa situación del país (ese año tuvo lugar la llamada Revolución de 1854) ningún mes dejó de partir y de llegar un navío de la Real Armada con la correspondencia de Ultramar.
Esa mentalidad nos va a permitir la correcta interpretación de los hechos acaecidos a la llegada a La Habana del buque Don Fernando el Católico con la correspondencia entre la que se encontraba nuestra carta
Y así lo narra Torradamé:
«el ansia por recibir las cartas que traían los correos era tal que con motivo de haber llegado el sábado 2 de diciembrede 1854 el vapor Fernando el Católico y entrado su correspondencia en la Administración a las doce del día, no se pudo repartir la misma hasta las ocho de la noche, lo que originó una gran protesta, obligando a la Gaceta de la Habana a investigar lo ocurrido y explicar al público en el número del martes día 5 del propio mes que los empleados no eran responsables aunque algunos de ellos acababan de ser variados, y que las causas de la demora, obedecían a la forma como vino la expedición de la Península, mezclada la que traía franquicia con la de porte, teniendo errores las facturas hechas por la Administración de Correos de Cádiz y faltándoles sellos a gran número de cartas, todo lo que obligó a hacer comprobaciones y rectificaciones, que demoraron el despacho para el público«([3])
Los tiempos han cambiado demasiado y semejantes reacciones populares por el simple retraso de unas horas en el reparto de las nos resulta extraña.
En su edición del día 5, como lo había prometido, el periódico oficial habano daba cuenta de todo lo sucedido: ([4])
«El sábado entró en este puerto el vapor correo de S.M. Fernando el Católico y la correspondencia llegó a la Administración General después de las doce del día. Hemos oído algunas quejas porque no se dieron cartas hasta las ocho de la noche y aun se nos ha invitado a llamar la atención de la autoridad sobre el particular. Para hacerlo con el debido conocimiento nos ha parecido oportuno acercarnos a personas que pudieran estar enteradas que han producido el retardo, y hemos sabido que por parte del Administrador General no hubo el menor y que se trabajó sin levantar la mano desde el momento en que en ella se recibió la correspondencia, y que el celo del Sr. Administrador, como el de los demás empleados, no necesita estímulos para llenar sus deberes; que la causa del retardo ha sido por haber sufrido alguna variación el personal: el haber venido mucha correspondencia franca con los nuevos sellos adoptados en la Península, sin la debida separación; que para el recuento de las cartas fue necesario separar las de cargo, de las que no lo eran; que aún entre las francas fue necesario hacer clasificación porque muchas de ellas traían el sello de cuatro y seis cuartos, en vez de un real, como se dispuso por el Real Decreto de 1º de Setiembre; que la administración de correos de Cádiz puso en su factura de cargo a esta administración general una partida por falta de suficiente franqueo, cargando algunas cartas a real, a dos y a cuatro, según lo que adeudaban porque los sellos que tenían puestos no cubrían el valor del porte correspondiente; y por última que la correspondencia vino en sacos y muchos de los paquetes llegaron deshechos y las cartas a granel, cuya organización y separación demanda algún tiempo, pues hay que clasificar los valores, los de la ciudad y los de las administraciones de la Isla.
Estas han sido las causas del retraso que el público ha notado, retraso que más que otro alguno, han sentido el Sr. Administrador y empleados de la oficina, porque su celo en servir al público no tiene igual y porque su deber como caballeros así lo exige.
Faltaríamos a nuestros deberes de escritores imparciales si dejáramos de manifestar cuanto hemos sabido y queda expuesto, asegurando que la Administración general ha adoptado medidas suficientes para que no se repita el retardo que tanto ha impacientado al público y más que a éste a los que oían sus quejas y no podían remediarlas». ([5])
Con semejante y contundente prueba histórica la carta tiene una explicación incontestable. Llegó mezclada con el resto de correspondencia una parte de la cual estaba franqueada con el sello de 5 reales pues todas las cartas depositadas en las oficinas de Correos de la península antes del 1 de noviembre debían llevar ese valor para su franqueo. Los nuevos dependientes de la Habana dedujeron con bastante lógica que si las cartas franqueadas con el valor de 5 reales eran correctas, a las de 1 real les faltaban 4 reales de vellón y consiguientemente se les tenía que imponer la multa de 4 reales de plata fuerte y por ello se estampó la cifra 4 en azul en el frente de la carta. Sin embargo, al comprobar que tanto unas como otras eran correctas, hubo que anular ese cargo y el mejor y más claro instrumento fue servirse de la marca franco que tachaba el cuatro e indicaba que la carta se debía entregar franca al destinatario.
Dictamen
Por consiguiente, fuera de toda duda, la carta es auténtica y no merece el menor reproche.
Su autenticidad tiene su fundamento en tres sólidos pilares. Primero porque, como vimos al principio, jamás se ha encontrado en ella ningún elemento falso o manipulado. Después porque, como se acaba de demostrar, todo en ella tiene una explicación lógica avalada por testimonios de la época. Pero aún cabe una tercera vía de razonamiento: la reductio ad absurdum.
Partamos de la hipótesis de que la carta circuló sin el sello y se puso a posteriori. ¿Cómo justificar en ese caso la existencia del “4” y de la marca “franco”? En esa carta su estampación sería absurda. No hay ninguna explicación razonable para justificar su presencia.
Tres reflexiones
Para finalizar, tres aspectos de la actividad del experto sobre los que hay que reflexionar::
1.- Responsabilidad. Considerando que una gran mayoría de coleccionistas identifica la negativa de certificar la autenticidad de una pieza con su falsedad o manipulación, los expertos deben ser más prudentes y cuidadosos cuando se inhiben de juzgar una pieza. Es justo exigirles un certificado o dictamen argumentando las causas concretas por las cuales no dan un veredicto favorable. En casos como el presente, hay que especificar que el rechazo se basa supuestos meramente hipotéticos, no existiendo indicio de falsedad de ningún tipo. Es un abuso injustificable hundir comercialmente una pieza sin responsabilizarse, al menos moralmente por escrito de ello.
2.- Investigación. Por otra parte, si un experto ve indicios o tiene la sospecha de que exista una posible explicación a un aparente enigma (en este caso la marca de multa en una carta con el sello correcto y la marca franco posteriormente estampada como explicaba el primer comerciante que la describió en su subasta), debe indagar en esa dirección, aunque sea un trabajo arduo y tedioso.
3.- Impunidad. Como es propio del ser humano equivocarse, también es lógico cambiar de opinión sobre la bondad, falsedad, autenticidad de y un sello o una carta. Pero se tiene que explicar de modo convincente, sobre todo cuando el cambio en el veredicto pasa de no albergar ninguna duda cuando la vendía uno mismo a sospechosa sin posibilidad de redención cuando la comercializa un competidor.
NOTAS
([1]) Posiblemente la obra más consultada por cuantos ha publicado estudios sobre este tema es “Correos Marítimos Españoles” de Francisco Garay Unibaso, donde el autor reconoce no haber encontrado ningún vapor-correo que hiciera el servicio con América en 1854 antes del 1 de junio (en el cuadro se han localizado 5) y a partir de esa fecha relaciona 7 barcos (en el cuadro 10). Tampoco notifica los viajes de retorno. Así el número total de viajes identificados se ha incrementado desde los 7 citados por Garay a los 28 actuales (15 trayectos de ida y 13 de vuelta).
([2]) Iniciación a la Historia del Correo en Cuba y El Correo en Cuba en el Siglo XIX por Ángel Torrademé Balado, La Habana 1945, pág. 319)
([3]) Ángel Torrademé Balado (op. cit. pág. 319).
([4]) Por la ya citada obra de Torradamé conocí la existencia de ese artículo del todo fundamental para entender cómo ocurrieron los hechos. Pero me he vuelto loco por encontrarlo hasta localizar un único ejemplar de ese día en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.
Disponer de este ejemplar de la Gaceta de La Habana sólo ha sido posible gracias a la generosa y desinteresada ayuda de Ernesto Cuesta que tuvo la gentileza de desplazarse personalmente en varias ocasiones a Washington para obtener en la Biblioteca del Congreso las copias de los ejemplares a los que, aún estando ya microfilmados sólo pueden acceder quienes residan oficialmente en los Estados Unidos. Ernesto es un modelo a imitar como filatelista ejemplar, estudioso, y siempre dispuesto a prestar su ayuda.
([5]) Gaceta de la Habana 5 de diciembre de 1854